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El rapto de Perséfone y el culto al inframundo en la Antigua Grecia

Actualizado: 2 dic 2020

Estudio de los cultos a los dioses del inframundo practicados en a isla de Sicilia en la Grecia antigua y análisis del himno homérico a Démeter



La isla de Sicilia, en cuyo centro ruge el volcán Etna era, en tiempos de Empedocles, la morada de un conjunto de rituales dedicados a la adoración de los seres del inframundo conocidos como cultos ctónicos.

El término khton en griego clásico hace referencia a lo que se oculta en la tierra profunda, a lo telúrico.  Así, por ejemplo, en contraste con la religión de Atenas, donde se adoraba a Zeus, Poseidón y fundamentalmente a la luminosa Atenea, en Agrigento se honraba a los dioses del Hades, a los guardianes del infierno, a los... señores de la muerte. 

 

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Los griegos que habitaban esta hermosa isla al final del periodo arcaico, pensaban que el cráter del Etna era uno de los portales de entrada al inframundo y, por ello, se sentían mucho más conectados que ninguna otra región de la Hélade a estas divinidades oscuras del panteón olímpico. 


No se trataba, en absoluto, de una religión diferente sino que, dependiendo de su critcunstancia, cada polis griega se centraba en el culto a uno de los doce dioses principales y sus derivados. 


Las ciudades portuarias o muy relacionadas con el comercio marítimo solían tener un especial aprecio por Poseidón, en Deflos se adoraba a Apolo, en Olimpia a Zeus, en Atenas a Atenea y, en toda la gran isla de Sicilia, los bramidos nocturnos del Etna hacían inevitable a sus habitantes pensar y soñar con  el mundo de los muertos.


Los cultos ctonicos, se distinguían sobre todo por centrarse en un aspecto muy específico de la realidad humana: la muerte. 

Que, sin embargo, no era considerada como el final o como un estado reversible. Es decir, los rituales ctonicos contemplaban la posibilidad de controlar y revertir la muerte misma por medio de diversos encantamientos y sacrificios que se hacían siempre al abrigo de la noche. 


Frente al modelo clásico de sacrifico que habíamos vídeo  en nuestra lectura de la Odisea, -ese sacrificio clásico obrado por la mano de Néstor sobre un altar en honor a Atenea, -en  los cultos ctonicos, atentos, los animales no se sacrificaban nunca sobre una superficie sólida situada en algo sino que se les debía dar muerte necesariamente sobre un pozo o alguna estructura parecida 

que se hundiera en la tierra. De este modo se buscaba conectar con los dioses de abajo.

Para ello, además, tanto el animal inmolado como el resto de ofrendas de pan,fruta, aceite 

debían ser quemadas íntegramente, hasta carbonizarlas por completo.


Es decir, en el, sacrifico clásico, la carne se chamuscaba un poco y después todo el mundo se daba un banquete con el animal del sacrifico. A los dioses del Olimpio les bastaba con el humo y los vapores de la carne.En cambio, en los cultos ctonicos se debía reducir el animal  a cenizas y después se  enterraba en la tierra para que su carne pudiera ser así ser paladeada por los dioses del averno. 


Dado que el humo se eleva naturalmente hacia el Olimpo, era necesario cavar para honrar a los de abajo. 


En toda la literatura clásica conservada hay muy  pocos testimonios de este tipo de cultos. La Sicilia de esta época no dio al mundo grandes escritores y, por ello, tenemos pocas referencias de su rituales,mientras que conocemos con detalle casi microscopio los cultos atenienses. No obstante un texto clave sí ha llegado hasta nosotros. En las Argonáuticas, un poema épico de época helenistica, se cuenta que Jasón aplaca a la diosa Hécate, una de las diosas  infernales,  encargada del cuidado de la brujería, los fantasmas, la nigromancia y las hierbas venenosas mediante un ritual que se describe de la siguiente manera:

Tras bañarse a medianoche en una corriente de agua y vestido con una toga oscura, Jasón cava un profundo un pozo y ofrecie una libación de miel y sangre de la garganta de una oveja. 

Después incinera al animal en una pira junto un pozo y tras terminar se retira del lugar sin mirar atrás.”Esta idea del no mirar atrás está vinculada a varios ritos centrales de la religión olímpica vinculados con el inframundo como el mito de Orfeo y Eurídice o, el más importante para los habitantes de Sicilia: el mito de Perséfone. 


Según las fuentes clásicas, en el reparto del gobierno del mundo, Zeus concedió a su hermano Hades el reino del inframundo. Un don que a primera vista nos puede parecer interesante pero que, en la mentalidad griega no pasaba de ser un castigo y una humillación.


Todo lo relativo a la muerte y los muertos era un tabú para los griegos, que siempre evitaban cualquier tipo de contacto con este ámbito de la vida. Los cementerios estaban siempre fuera de las ciudades y más allá de la ceremonia funeral, no se volvía a tener contacto con los antepasados. Los dioses mismos del Olimpio evitaban a toda costa el reino de Hades, no le permitían salir de él y muy pocas veces bajaban a visitarle. El único dios que descendía a, inframundo con frecuencia era Hermes para realizar sus deberes como mensajero. 


Por tanto Hades reinaba en solitario en un mundo completamente despreciado por la mente griega: el mundo del dolor, el olvido, el lamento y la oscuridad. Perséfone, por su parte, era la bella hija de Zeus y Démeter, la diosa de la agricultura, de la naturaleza y la primavera. 

Con el permiso de Zeus, Hades decide raptarla y llevársela con él para convertirla en la reina del inframundo. Sólo la diosa Hécate y Helios, el sol escucharon sus gritos.


Al no encontrarla por ningún lado, desesperada su madre, Démeter comenzó a buscarla por todas partes abandonado durante más de un año su tarea de mantener en orden las estaciones y de conceder abundancia y vida a la tierra. 

Pasado el tiempo, todo el mundo de los hombres agonizaba marchito.

Preocupado por la situación, y sobre todo por la posibilidad de que la raza humana muera de hambre y prive a los dioses de sus sacrificios, Zeus envía a Hermes al trataron para obligar a Hades a devolver a Perséfone, con la condición de que no comiera nada en el viaje de vuelta a la superficie. 


Sin embargo, Hades se las ingenió para que la joven se comiese 6 semillas de granada,de tal forma que por cada una de ellas tuviera que regresar un mes al inframundo cada año. Así, cuando su hija está en la tierra, la alegria de a Deméter se manifiesta en la abundancia y la belleza de la primavera y el verano,y cuando está baja, llegan los meses duros de carestía.

Se trata de cultos, como podemos, ver, relacionados con la dualidad vida-meterte y de la posibilidad de superar a esta última mediante el conocimiento de las vías capaces de engañar a los dioses.

HIMNO HOMÉRICO A DÉMETER


Este bello mito se halla recogido en el célebre Himno homérico a Démeter:

Por ti Deméter augusta, (…)

entonamos este himno, y por Perséfone, tu hija

a la que Hades robó, con el permiso de Zeus,

cuando en aquella ocasión, alejada de su madre,

alegre jugaba con las hijas de Océano

a la par que cogía flores: azafrán, violetas, rosas

y gladiolos, jacintos, y narcisos delicados

que la tierra hizo brotar para halagar a los dioses.

Pero una brecha se abrió en la llanura de Nisa,

y allí surgió el Soberano con susyeguas inmortales

-el que fuera hijo de Cronosy que tiene tantos nombres-,

y aunque puso resistencia, de ella se apoderó.

Terribles fueron sus gritos que suplicaban a Zeus,

más ninguno de los dioses ni de los hombres mortales,

ni siquiera los olivos se apiadaron de su voz.

(…)

“Helios que todo lo alumbras, ayúdame al menos tú,

si alguna vez, de algún modo, fui grata a tu corazón.

La hija a la que parí, mi más querido tesoro,

escuché su agudo grito, que resonó por el cielo,

mas no pude ver quién era.

Tú que todo lo contemplas en la tierra y en el mar

dime si has visto a mi hija y quién me la ha arrebatado.”

(…)

“Ningún otro es el culpable sino el mismísimo Zeus

que con Hades hizo un pacto para entregarle a tu hija

y que así fuera su esposa: él se la ha llevado al mundo de las tinieblas,

a pesar de sus gritos, en su carro sombrío.”

(…)

Un dolor mucho más cruel se apoderó de la diosa

que vagó entre los mortales alejada del Olimpo.

Así, llegó cierto día hasta la tierra de Eleusis

donde gobierna Celeo, que es el rey de esta ciudad,

y a la vera del camino se sentó junto a un olivo

muy cerca de un pozo donde sacaban agua los hombres.

Y tomando la apariencia de una anciana venerable

se la encontraron las hijas del soberano Celeo.

(…)

“Yo soy la diosa Deméter, la que ofrece las cosechas,

y dispongo que en mi honor se me levante un gran templo

y un altar dentro de él al pie de la ciudadela

pues de ahora en adelante me rendiréis pleitesía.”

Y al decir estas palabras mudó de aspecto la diosa

se quitó la vejezy volvió a ser hermosa,

una luz cegadora de su cuerpo salía.

(…)

Por fin ordenó Celeo que construyeran un templo

y un altar en su interior como la diosa quería.

Y hasta que no lo acabaron ningún hombre descansó.

Allí Deméter, alejada de los dioses

permanecía muy triste, apenada por su hija.

Y aquel año provocó que fuera el más espantoso,

que los hombres conocieran sobre la tierra fecunda.

Pues en ninguna región medraba semilla alguna,

ya que Deméter se encargaba de mantenerlas ocultas.

(…)

HERMES:

¡Hades de oscuro cabello, soberano de los muertos,

el padre Zeus te ordena que dejes libre a Perséfone

y que vuelva con su madre para que cese su odio,

pues ya tiene planeado aniquilar a los hombres

y ha ocultado las semillas, para que no hagan ofrendas!

Alejada del Olimpo alimenta su rencor

y sentada permanece junto a su templo de Eleusis.

(Coro)

Así habló el Argicida y escuchó sus palabras

el señor de los muertos, que a Perséfone dijo:

HADES:

‘Debes volver con tu madre y que te vea contenta.

Yo seré un esposo digno, pues soy hermano de Zeus

y mientras estés conmigo serás reina soberana…

(coro)

Al escuchar sus palabras, Perséfone se alegró

pero antes de partir tomó un grano de granada,

que es dulce como la miel y que Hades le ofreció

porque sabía que así tendría que regresar.

(…) Al oír esto Deméter serenó su corazón

e hizo brotar el fruto en los campos de labranza

y la tierra antes estéril se convirtió en un jardín.”

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