¿Qué originó la peste negra? ¿Cómo se expandió por Europa¿ ¿De qué forma afectó a la visión del mundo de la época?
A mediados del siglo XIII, menos de veinte años después de que Europa se recuperara de las grandes hambrunas, el continente se vio asolado por la mayor y más mortal pandemia de la historia de la humanidad que se llevó la vida de, al menos, un 40% de la población mundial en una horquilla que oscila, según los especialistas, entre los 75 y 200 millones de personas.
En Europa, donde la población en esa época era de unos 80 millones, falleció a causa de la peste entre el 30% y el 60%, lo que equivale a 25-50 millones de personas.
La tasa de mortalidad fue extrema: En 1348, la peste negra, también conocida como la muerte negra, afectó a ciudades como Florencia, París y Londres, donde llegó a matar hasta al 70% de la población. En algunos casos, las comunidades urbanas, donde las personas vivían más cerca unas de las otras, sufrieron tasas de mortalidad semanales del 10% o más. Ciudades densamente pobladas, como Florencia o Londres, vieron también morir a la mayoría de sus habitantes en cuestión de meses. En las zonas rurales, la mortalidad fue algo más lenta, la enfermedad avanzó más despacio pero de forma igualmente devastadora.
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¿Pero qué sabemos de esta enfermedad? ¿Qué mató a esta inconcebible cantidad de personas en los años que precisamente separan la Edad Media del Renacimiento?
Estudios contemporáneos centrados en el análisis del ADN de los restos dentales de víctimas de la peste halladas en varios cementerios europeos han mostrado que la causa de esta enfermedad infecciosa fue de origen bacteriano. Concretamente fue causada por la zoonosis de la bacteria Yersinia pestis. Es decir, este bacilo logró un salto exitoso interespecies, desde un animal original desconocido hasta el ser humano, dando lugar a una virulenta enfermedad frente a la cual la población no tenía defensa alguna.
La versión más antigua de la cepa europea ha sido recientemente descubierta en Asia Central, estableciéndose el posible origen de la enfermedad en las orillas del lago Issyk Kul, en el actual Kirguistán.
Este enclave representaba uno de los nodos principales de la Ruta de la Seda, que interconectaba el comercio del continente asiático con Europa. Escondidas entre el ámbar, la seda, las especias y la porcelana, viajaban a lomos de los camellos también todo tipo de parásitos entre los que estaba una diminuta pulga de menos de dos milímetros- Xenopsylla cheopis- que actuó como vector de la peste.
Las bacterias alojadas en el sistema circulatorio de estos insectos pasaron de los animales de tiro a las ratas y estas, con su enorme capacidad de propagación y su tendencia a vivir cerca de los núcleos humanos por la abundancia de comida, se las contagiaban a los seres humanos. Del mismo modo que hemos visto que ocurrió con el Covid-19, la peste negra también usó las rutas de transporte y comercio internacionales para propagarse. Su más rápida y principal plataforma de expansión fueron los barcos que recorrían enormes distancias diariamente a través del Mediterráneo.
El punto de entrada a Europa de la peste fue, probablemente, la península de Crimea a través de la ciudad costera de Caffa y desde allí barcos genoveses y venecianos que comerciaban con Constantinopla la llevaron a Italia. Así nos lo cuenta Michelle de la Piazza, un monje franciscano y cronista siciliano de la época.
Las palabras de Michelle de la Piazza nos revelan que la enfermedad mostró dos expresiones distintas. La primera de ellas era la más mortal y rápida y se producía cuando la probóscide de la pulga conseguía penetrar hasta una vena o capilar e introducir la bacteria directamente en el torrente sanguíneo de su desafortunada víctima. Este tipo de picadura provocaba la variante neumónica de la peste negra que, en apenas tres días anegaba los pulmones y causaba la muerte. Esta variante, además, daba lugar a un modo secundario de contagio directo a través de la tos y las secreciones de los pulmones.
La segunda expresión, la más conocida gracias al arte y la más impactante a nivel visual se producía cuando la pulga no acertaba a picar en una vena sino en algún punto del sistema linfático. Los cientos de miles de bacterias pasaban la linfa y de allí a los nódulos más cercanos que se inflamaban exageradamente formando los bubones que la hicieron célebre.
La peste y la iglesia
Si bien la muerte de una gran proporción de la población europea fue absolutamente devastadora tenemos que preguntarnos ¿qué tuvo que ver todo esto con la pérdida de poder de la Iglesia Católica?
Como hemos mencionado al comienzo de la clase, durante la Edad Media la iglesia se había configurado, poco a poco, como la única y exclusiva intérprete de los designios de Dios y como el único intermediario válido para interactuar con la divinidad en la Europa latina. Esto la había colocado durante siglos en un lugar privilegiado pero, ahora, por esa misma posición se veía obligada a dar una explicación de tanta muerte y devastación. Todos los ojos se dirigieron al representante de Dios en la tierra y al único conocedor de sus deseos.
En un primer momento la Iglesia interpretó los primeros brotes como lo hacía con el resto de enfermedades: como un castigo divino por la impiedad y decadencia de los seres humanos y como una oportunidad para demostrar la fe. Para detener el problema no había más que iniciar la batería de medidas habituales: celebración de misas, sacramentos y donaciones.
Sin embargo, la teoría del castigo divino tenía una letra pequeña ya que, generalmente este castigo era interpretado como una prueba que un individuo determinado, en un momento concreto de su vida, debía afrontar para mostrar su pureza moral y espiritual.
No obstante, lo que estaba ocurriendo a mediados del siglo XIV en Europa tenía otra escala. No morían solamente los cuatro pecadores habituales, sino que Dios parecía haberse vuelto completamente loco. En un acto de ira descontrolado, desconocido desde tiempos del Antiguo Testamento, estaba provocando la muerte generalizada e indiscriminada de la mayor parte de la población europea.
Pero, si las enfermedades eran prueba de la decadencia espiritual, la Iglesia empezaba a tener un grave problema porque los lugares donde se dieron las tasas más devastadoras de mortandad fueron aquellos en los que muchas personas vivían juntas, como por ejemplo: los monasterios. Pronto, sacerdotes y obispos también comenzaron a morir, incluso las personas más intachables y reconocidas por su comunidad morían castigadas sin una razón aparente. ¿Acaso la corrupción espiritual había penetrado también en el seno de la Iglesia? La población comenzó a pensar que, quizá, Dios estaba castigando la degradación de una iglesia corrupta … ¿por qué Dios decidiría si no, matar a sus representantes en la tierra?
Como podéis ver, la peste negra empezó a hacer zozobrar las bases institucionales de la Iglesia cuando la población constató que los rituales para detener la plaga no servían para nada. Esta ineficacia del rezo y las misas hizo que la iglesia quedara aún más desacreditada ante la población como representante de Dios en la tierra. Ello llevó, como veremos en seguida, a que muchas personas cuestionaran profundamente su religión y comenzaran a interesarse por otras formas de espiritualidad que quizás sí les podrían ayudar a salvar su vida y quizá también su alma. Comenzaron a preguntarse qué otro método, qué otras prácticas religiosas podrían ayudar a limpiar Europa de la degradación espiritual y detener la ira divina.
Hostigamiento de los judíos
Otra de las consecuencias de este estado absoluto de desesperación ante el cual los europeos no encontraban ningún tipo de solución ni explicación clara, fue el comienzo de la búsqueda de chivos expiatorios, que, como en otras muchas otras ocasiones de la historia de Europa, desembocaría en el hostigamiento de las comunidades judías.Los cristianos empezaron a observar que morían muchos menos judíos que cristianos como consecuencia de la peste y movidos por la desesperación algunos empezaron a pensar que quizá, la causa de la enfermedad no era la ira de dios, sino que los judíos estuvieran envenenando el suministro público de agua.A consecuencia de estos miedos, sospechas y, finalmente, acusaciones directas, comunidades judías enteras fueron exterminadas durante el siglo XIV.
Según han podido averiguar los especialistas, parece que los cristianos tenían razón en algo, efectivamente morían bastante menos judíos que cristianos como consecuencia de la peste. Sin embargo, los estudios han revelado que esto pudo haberse debido al simple hecho de que gracias a sus prácticas rituales, religiosas, estas comunidades estaban menos expuestas a la pulga debido a su costumbre de airear las sábanas, la ropa y de ventilar las casas todos los sábados. El lavado de manos, las reglas estrictas en la manipulación de alimentos y los entierros muy rápidos de los fallecidos, pudieron haber contribuido también a reducir el contacto con los focos de contagio.Según la tradición judía el entierro debe realizarse lo más pronto posible, idealmente dentro de las 24 horas posteriores al fallecimiento, mientras que los cristianos tenían la costumbre de velar los cuerpos hasta tres días, lo cual aumentaba enormemente las posibilidades de contagio.
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