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El volcán Thera y el fin de los minoicos

Estudio detallado de la teoría de la explosión del Thera como causa que llevó a la desaparición de la civilización minoica




Toda civilización, como bien señaló Plutarco, por muy bella, poderosa y rica que sea encuentra en un momento del tiempo su final. Nada sobrevive eternamente al flujo del tiempo ni al avance inexorable de la historia y los minoicos no fueron, en este inexorable destino, una excepción.

Entre los siglos siglos XV y XIV antes de nuestra era se produjo el terrible hundimiento de la civilización minoica marcado por la destrucción completa de sus grandes palacios y la desaparición de todo vestigio de su exquisito arte.

Las razones que explican la repentina desaparición de una civilización tan floreciente y desarrollada constituyen uno de los grandes enigmas de la arqueología, que ya comenzó a intrigar a Arthur Evans en el momento en el que inició sus primeras excavaciones.



 

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En nuestros días los arqueólogos no han llegado todavía a un consenso definitivo respecto a los motivos que condujeron a su declive ya que, como ocurre en muchas ocasiones, seguramente no fue un único factor sino la confluencia de varias circunstancias la que produjo la muerte definitiva de la cultura minoica.



SPYRIDON MARINATOS


El primer especialista en atreverse a formular una teoría sobre este final fue el discípulo de Arthur Evans -y uno de los más relevantes arqueólogos del siglo XX-, Spyridon Marinatos que, basándose en su inmenso talento e intuición, formuló una teoría sorprendente.

Sustentando su posición en el análisis de los suelos de Creta, Marinatos propuso la hipótesis de que el atardecer minoico tuvo que haber sido provocado por una brutal catástrofe natural de una violencia inimaginable: la erupción del volcán de la vecina isla de Thera, actual Santorini.

Efectivamente, las investigaciones que comenzaron a realizarse tras la propuesta de Marinatos -y que siguen desarrollándose en nuestros días- han demostrado que en el arco temporal que incluye el periodo de desvanecimiento de la cultura minoica, el Mediterráneo sufrió una de las mayores catástrofes conocidas en la historia occidetnal.


La actual Isla de Santorini, hoy punto central del atractivo turístico de las islas griegas y rebautizada así por los medievales en honor a Santa Irene, no presentaba esta caprichosa forma hace más de 3000 cuando su nombre era Thera, sino que en su centro se yerguía un inmenso volcán activo.

La isla se encuentra situada en el arco sísmico helénico y por debajo de ella las placas Africana y Euroasiática se presionan por subducción generando grandes concentraciones de magma en la corteza.


En trono al año 1630 a. C. esta imponente montaña de fuego que forma parte del conjunto activo de volcanes del Mediterráneo oriental al que pertenecen también el Etna o el Vesubio que arrasó Pompeya, literalmente estalló, reventó por una colosal explosión. Es decir, en vez de entrar en erupción y expulsar lava por la cumbre, toda la cámara magmática se vacío al desprenderse la bóveda y colapsar llevándose consigo todo el interior de la isla y dejando visible el contorno circular que puede verse hoy.

Thera que, se encuentra situado a apenas 112 km de Creta la casa de los minoicos, tenía inicialmente unos 16 km de diámetro y se elevaba casi 1.500 m sobre el mar Mediterráneo, perdió más del 80% de su masa y la cumbre del volcán hoy no supera los 300 metros de altura.

Por cierto volcán que sigue muy activo, conocido hoy en día Nea Kameni, y que tuvo su última erupción en 1956. Los geólogos y vulcanólogos han mostrado que se trata de un volcán de comportamiento eruptivo cíclico, así que seguramente le quedan bastantes capítulos en la historia.


La erupción, o mejor dicho, el estallido del Thera nada tuvo que ver con las frecuentes sacudidas a las que los pueblos del Mediterráneo estaban acostumbrados sino que tuvo un impacto colosal a nivel planetario.

La fuerza del fenómeno ha sido catalogada con un valor de entre 6 y 7 en la escala de explosividad volcánica que llega hasta el 8. Es decir, la explosión del Tehera se considera como una de las más potentes conicidas, oscilando etre el nivel colosal o super colosal con una frecuencia estimada entre los 500 y los 1000 años.


Fue tan grande que según los últimos estudios de toda la región han colocado el material expulsado, que en un principio se tasó en aproximadamente en 39 Km3en unos impresionantes 100 Km3



 

FASES DE LA ERUPCIÓN

Las investigaciones de las capas de sedimentos han hecho a los expertos poder diferenciar claramente cuatro fases claramente diferenciadas en la erupción del Thera que se separan, desde la primera hasrta la última por una capa de 60 metros de sedimentos de diversos tipos, lo que equivale aproximadamente a un edificio de 20 pisos, o para imaginárnoslo mejor, habría llegado a la primera altura de la torre Eiffel.



La primera fase está representada en los sedimentos por una banda de cenizas finas y piedra pómez de 7 metros de altura que constituiría el primer aviso del comienzo de la erupción y que habría generado, para poder acumular tanto material, una columna de ceniza que habría alcanzado lo 35 metros de altura alcanzando la estratosfera, punto en el que comenzó a diseminarse por toda la atmósfera terrestres debido a las corrientes de gran altura.

Llegando a este punto, la mayor parte de la columna de ceniza colapsó y comenzó a caer sobre sí misma en forma de flujos piroclásticos ardientes.



En la segunda fase, el volcán expulsó una nueva columna de cenizas y vapor de agua – al haber entrado agua en la cámara- dando lugar a una capa de 12 metros de espesor formada por materiales más grandes y pesados.


En la tercera fase los depósitos en el borde de la caldera son de hasta 35 metros y cada vez son de grano más grueso y ricos en elementos líticos según la erupción seguía su curso. Podemos ver claramente en esta imagen los asombrosos acantilados de sedimentos blancos en los que predomina la piedra pómez.



En la cuarta última fase, la más devastadora, la caldera del Thera se derrumbó sobre sí misma provocando un enorme tsunami que los expertos calculan en unos 60 metros de altura que barrió todos los pueblos costeros de la zona.

Pueden verse pruebas de la violencia de esas olas en Amnisos donde las paredes de los edificios quedaron desplazadas por las fuerzas de las olas.

Investigadores de la Universidad de Haifa han estudiado los efectos del tsunami en un lugar tan alejado como Israel. El equipo ha excavado en la ciudad de Cesarea, una ciudad costera de época romana poco poblada en el momento de la erupción de Thera donde han identificado claros signos de los efectos del tsunami en rocas volcánicas, fósiles y piedras similares a los encontrados en Thera. 


A esta horrible imagen apocalíptica se unió la onda sónica provocada por le estallido que pudo oírse a miles de kilómetros de distancia. Hay registros del brutal rugido del Thera en Egipto, Escandinavia, el Golfo Pérsico o Gibraltar.


A consecuencia de la inmensa cantidad de material en suspensión sol se ocultó y la temperatura descendió gradualmente en las Islas al menos dos grados centígrados.


Este fenómeno alteró el clima en todo el mundo y durante meses la ceniza yla piedra pómez flotaron en el mar dificultando la navegación. Toda la fauna y la flora de Thera queron exterminadas y, según los estudios, sólo lograron sobrevivir al un par de especies de caracol y algunos lagartos, serpientes e insectos que habitaban la cota más elevada de la isla. Los ríos, los manatiales y los suelos quedaron envenenados y yermos durante generaciones.

Mientras que la isla de Thera saltaba en pedazos, los minoicos habitantes de Creta recibían las embestidas de las olas de los tsunamis y la lluvia de sedimentos y cenizas ardientes. Los estudios han demostrados que los pueblos situados en el Este y centro de Creta que sobrevivieron al tsunami fueron diezmados por una serie de grandes incendios que destruyeron todos los palacios y casi todas las construcciones.




 

AKROTIRI: LA POMPEYA MINOICA.

Las intuiciones de Marinatos acerca de supuesto desastre natural que terminó con los minoicos eran buenas pues, como acabamos de ver, los geólogos finalmente han demostrado que hubo una gran explosión pero la comunidad científica de su tiempo le exigió pruebas de modo que el brillante arqueólogo griego comenzó a excavar en la isla de Thera, en un posible asentamiento colonial minoico.


Exactamente igual que sucedió siglos después con las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, completamente sepultada bajo metros de ceniza, Mariantos encontró prácticamente intacta la ciudad de Akrotiri, a la que pertenecen algunos de los frescos que hemos estudiado en clases anteriores.

Llama la atención los enormes escalones que vemos en esta foto, de un grosor y una anchura impresionantes partidos como galletitas saladas por una fuerza descomunal.

Lo más interesante es que los trabajos en esta ciudad, que sólo ha sido escavada en un 10% no han encontrado ningún resto humano ni ningún objeto de valor. Todo parece indicar que al comenzar la explosión los habitantes de Akotiri huyeron hacia los puertos. No obstante, los expertos consideran que seguramente no les acompañó la buenas suerte sino que los fijos piroclásticos y las cenizas les acabaron asfixiando bien en el propio puerto bien en los barcos que lograron zarpar.




 

LOS MICÉNICOS

La teoría del desastre natural de Marinatos, si bien es absolutamente estremecedora, es incompleta y no nos cuenta toda la historia acerca del desvanecimiento de la cultura minoica.

Los últimos descubrimientos han podido corroborar que, sobre las capas de ceniza que cubrieron Creta tras el desastre se levantaron nuevas construcciones por lo que podemos afirmar que los minoicos, aunque maltrechos y diezmados, sobrevivieron a la erupción y a los tsunamis.



No obstante, el desastre del Thera produjo una dislocación económica pues las grandes olas seguramente destruyeron por completo su flota naval hecho que desmoronó sus redes de comercio haciendo colapsar su sociedad.

Esta debilidad y desequilibro en la sociedad minoica propició las condiciones favorables para que un nuevo pueblo, sediento de poder, los invadiera. Las pruebas han demostrado que a mediados del siglo XV en Creta eran los micénicos los que ocupaban los antiguos palacios minoicos y que éstos habían puesto en el trono a sus príncipes.

Un nuevo pueblo, completamente diferente, guerrero y violento pasó así a ocupar el lugar hegemónico en el Mediterráneo. Se termina con ello la edad de los descendientes de Minos y comienza ahora el amanecer de los aqueos.

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