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La polis o ciudad estado griega

Análisis del surgimiento del modelo de organización política autónoma desarrollado por los griegos antiguos bajo la forma de la polis.


Tras las invasiones dorias y los ataques de los Pueblos del Mar la rica, compleja y refinada cultura que había comenzado a fraguarse en el Egeo de la mano de los minoicos y que fue continuada por los micénicos se derrumbó completamente hundiéndose en más de cuatro siglos de oscuridad de los cuales apenas nos quedan registros históricos.



No sólo despareció el arte, las grandes edificaciones como los palacios y las fortalezas o las opulentas necrópolis sino que, muchísimo más grave para el desarrollo de la cultura occidental, desapareció la escritura. El lineal B fue olvidado para siempre y durante más de 400 años el Egeo volvió al analfabetismo que, se sumó a un gran número de conflictos y penalidades, cambios políticos, sociales y culturales de gran calado.


 

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El primero y uno de los más importantes, fue la fractura y hundimiento de los modelos palaciales monárquicos. La población superviviente a las invasiones y racias huyó hasta regiones aisladas orográficamente bien protegidas donde creó pequeñas comunidades. El modelo de gobierno micénico, que si bien no llegaba al tamaño de los grandes imperios orientales, se basaba en la centralidad del poder, fue sustituido por micronúcleos separados que sólo mantuvieron lazos con su glorioso pasado por medio los cantos y las epopeyas orales. El mundo minoico y micénico comenzaron lentamente a desdibujares de la memoria de los griegos siendo casi olvidados. Sólo algunos de sus rastros quedaron protegidos en los versos de Homero, a modo de voces confusas.



Así, la Edad Oscura es el periodo comprendido entre los siglos XIII y el siglo VIII a.C que representó una tortuosa involución hacia la barbarie y una péridida de todos los logros alcanzados en los milenios anteriores en el Egeo.

Las investigaciones arqueológicas, mucho más difíciles de realizar debido a la virtual falta de registros, han demostrado que el rasgo más característico de este periodo fue, literalmente, el movimiento, el desplazamiento constante y abrupto de grandes masas de población empujadas por el hambre, el miedo y la necesidad.


Pero la ausencia de puntos de población estabilizada y de paz, así como la desaparición de todas las redes de comercio naval minoico hizo imposible la creación de una producción artística o material relevante.

Hubo regiones que perdieron hasta el 90% de su población, circunstancia que, de algún modo si quedó salvaguardada en la memoria de los griegos del periodo clásico ya que Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso hace referencia a este fenómeno migratorio:


“Es evidente que lo que actualmente se denomina Grecia no estaba habitada de forma estable antiguamente, sino que al principio había migraciones, y todos abandonaron sus asentamientos forzados por otros puebos cada vez más numerosos (…) y como pensaban que conseguirían en cualquier parte el sustento necesario de cada día, pot rodo ello emigraban con facilidad y, en consecuencia, no eran poderosos ni por la importancia de sus ciudades ni por ningún otro tipo de recursos.”


Es decir, las poderosas huestes micénicas y sus ricos habitantes se convirtieron literalmente en mendigos y merodeadores, al menos durante la primera etapa de la Edad oscura.


Si embargo, esta misma dispersiónhizo que se produjera una profunda descentralización del poder, factor que influyó directamente en la aparición de un nuevo y particular sistema de gobierno del cual nacería, siglos más tarde, la democracia.



 

EL NACIMIENTO DE LA POLIS


 



Frente a los inmensos imperios regidos por un solo rey-dios, los griegos -diezmados y desperdigados- comenzaron a reunirse bajo la forma de las polis, es decir, en pequeñas comodidades independientes y autogobernadas formadas por una única ciudad con un territorio propio. La aparición de este modelo de gobierno data aproximadamente del siglo VIII a.C, es decir, del final de la Edad Oscura y ya aparece claramente esbozado en la Odisea de Homero.


“En torno a nuestra ciudad se alza una muralla fortificada; hay un puerto seguro a cada lado de la ciudad, de entrada angosta; las naves cóncavas llegan allí por las dos partes, porque cada hombre tiene su propio amarradero; hay también un lugar para la celebración de las asambleas junto al bello templo de Poseidón y una plaza cubierta con grandes piedras hincadas en la tierra.” Odisea, 6, 262.


La referencia a la asamblea del texto puede sorprendernos pero fue precisamente durante la Época Oscura cuando se comenzó a fraguar el sistema político griego que marcaría no sólo la historia antigua sino también el modo de comprender la política en nuestros días.


Los dos órganos centrales de la toma de decisiones eran la asambleacelebrada en el ágoray formada por todos los varones adultos y la bouléo consejo de ancianos constituida por las cabezas de las principales familias nobles.

Las decisiones se tomaban ante el pueblo aunque todavía no había ningún tipo de votación. En esta toma de decisiones compartida, en la que no había una única autoridad -sino que los ancianos actuaban como representantes de los diversos clanes con sus propios intereses que conformaban la sociedad-, era necesario llegar a acuerdos y consejos y para ello el uso de la palabra y de la persuasión en el debate público eran capitales.


Los asuntos eran discutidos primero en el consejo de ancianos y después en la asamblea del pueblo que oía las decisiones del consejo y las ratificaba.

Los cabeza de familia o basileustenían también una función capital en el ámbito de la justicia ya que, además, encargaban de dirimir las disputas entre la gente, modelo que intituyó las bases de las futuras leyes griegas que inspirarían al derecho romano y con este nuestro propio sistema judicial. Las disputas solían resolverse con un modelo de arbitraje público narrado de forma brillante por Homero en la Ilíada78, 497.

“El pueblo estaba reunido en el ágora, porque había estallado una disputa y dos hombres discutían por el precio que había que pagar por la muerte de otro. Uno alegaba la haber pagado la cantidad necesaria, haciendo partícipe al pueblo de sus declaraciones; el otro se negaba a aceptar el dinero. Ambos querían obtener una solución de boda de alguna autoridad. El pueblo apoyaba a amos, dividido en dos bandos, y los heraldos apaciguaron el tumulto, Mas los ancianos, sentados en los sillones de piedra, en el círculo sagrado, sostenían los cetros en sus manos. Se levantaron luego, uno a uno y emitieron su juicio.” Homero, Ilíada, 78, 497 ss.


Esta sorprendente situación combina algo que nos resulta familiar y algo que nos es completamente ajeno. Efectivamente, el homicidio en esta época se compensaba con una multa económica y sólo en caso de que el agraviado no aceptara la cantidad, con el destierro de aquel que lo había cometido. Así, el mismo Homero lo relata:


“Un hombre ha aceptado la compensación que le ofreciera el asesino de su hermano o de su hijo; el asesino puede continuar en su casa, en su pueblo, despúes de pagar un alto precio, mientras el corazón y la ira justa del otro se aplacan por la compensación recibida.” Ilíada, 9632 ss.


Al mismo tiempo, vemos cómo el pueblo griego comienza a diseñar un sistema de control de la violencia que contrasta con la fiereza descontrolada de los castigos de otras civilizaciones.


Los griegos rompieron muy rápido con el concepto primitivo de la ley del Talión y comenzaron a sustituir los castigos especulares con leyes que regulaban compensaciones.


De esta forma la ley, entendida como universal, permitía contener la rabia desmedida de las personas en momentos determinados regularla y ofrecer una justicia universal y proporcionada.


Esta es una evolución, como es evidente, capital en el desarrollo de occidente que debemos directamente al pueblo griego. En el momento en el que las leyes se interponen entre la víctima y el culpable, leyes iguales para todos, leyes meditadas y surgidas de conocimiento y la razón y no del impulso y la furia, las sociedades comienzan a estabilizarse de tal modo que sus miembros ya no temen las reacciones particulares del individuo sino que pueden proyectar sus aspiraciones sobre un futuro más estable y pacífico.

La pluralidad de visiones, de creencias, de formas de comprender la vida comienza a aprender a convivir pacíficamente gracias a las leyes griegas que nacieron, precisamente, en la etapa más osucra de su historia.

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