Exposición detallada del origen del sistema monetario en el Mediterráneo del siglo VII a.C. y análisis de algunas de las piezas más bellas del arte numismático griego
Uno de los soportes más icónicos del arte griego fueron sus monedas. Objetos clave del desarrollo económico occidental que hallaron su origen y momento de expansión en el periodo de la gran colonización griega del Mediterráneo.
La Hélade -aquello que de forma un tanto laxa e incorrecta llamamos Grecia Antigua-, jamás estuvo unificada sino que se articuló en más de 500 ciudades estado que acuñaron sus propias monedas escogiendo para cada una de ellas el peso, valor y forma que consideraron más oportuno.
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No obstante, la moneda no nació en Grecia sino que vino de oriente. Los arqueólogos sitúan su origen en los reinos de lidia en torno al 650 .C. siendo importnt saber que antes de esta fecha no hay constancia en euroasia del uso de un sistema monetario. Los intercambios se realizaban por medio de complicadas equivalencias imaginarias de diversos productos como la sal, las plumas, los metales o las piedras preciosas.
Sin embargo, las primeras monedas orientales, nada tenían que ver con lo que nosotros llevamos hoy en los bolsillos, sino que eran, en su forma primaria, meras pepitas de electro con un peso determinado que medía su valor.
El electro o electrum no es sino una aleación de oro y plata, que los antiguos llamaban oro blanco, con trazas de otros minerales, que se encuentra naturalmente en los ríos auríferos.
Iniciado su uso para las transacciones económicas, estas pepitas se extendieron rápidamente por todo el Mediterráneo conviriténdose en la herramienta perfcta para ajustar los valores de las transacciones e intercambios de bienes a pequeña y gran escala. El oro, fundamentalmente, aunque también la plata y de forma muy tardía el bronce, comenzaron a ser la medida de la vida comercial y económica del mundo Egeo. La economía de las exportaciones e importaciones a gran escala acababa de nacer.
Aquí podemos ver otro ejemplo de lingotes de electro, donde podemos ver claramente los cortes limpios que se les ha realizado para ajustar su valor. Las monedas primitivas no eran, por tanto, más que pequeños pegotes de oro homogéneos en su peso.
No obstante, con el paso del tiempo, estas vulgares y deformes pepitas, comenzaron a redondearse y a adoptar formas más estandarizadas, regulares y elegantes. En algunas de ellas, como vemos en este ejemplo procedente de Asia menor, del 650 a.C. comenzaron a aparecer pequeñas marcas que determinaban su origen.
Fue este preciso momento en el que el arte puso su mirada sobre ellas y los más refinados artistas comenzaron a realizar bellísimos y complejos diseños destinados a elevar el valor y el prestigio del estado emisor troquelando en sus dos superficies las efigies de sus dioses, reyes y personajes mitológicos y convirtiendo estos objetos en emblemas de sus creencias y cultura.
Fueron los templos griegos, las primeras “casas de la moneda” es decir, los primeros centros encargados de la administración y el control del acuñado, peso y valor porque en ellos, como ya hemos visto, se solía guardar el tesoro de la ciudad, es decir, las reservas de oro publicas.
No es en absoluto coincidencia que la expansión de la moneda coincida perfectamente desde el punto de vista cronológico con la gran expansión colonial de los griegos por el Mediterráneo, que fue uno de los factores que hicieron que la cultura griega evolucionase y se enriqueciese para transformarse en la semilla intelectual de numerosos pueblos.
Dentro de la numismática griega antigua existía un sistema de valores basado en los metales y sus pesos.
Así, la unidad o medida base era el dracma. El término dracma viene del griego
. que equivalía a 6 óbolos, una medida que equivalía a seis piezas alargadas de bronce.
100 dracmas, aproximadamente 400 gramos de oro, equivalían a 1 mina y 50 minas, 1 talento.
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