Trayectoria intelectual y vital del filósofo alemán Gottfried Leibniz
Gottfried Wilhelm Leibniz (Leipzig, 1646-1716), matemático y estadista alemán, fue uno de los mayores intelectuales del siglo XVII. Comenzó siendo un niño prodigio que utilizaba la enorme biblioteca de su padre, profesor de filosofía moral. De esta forma, aprendió por sí mismo latín y griego a una edad muy temprana y a los 15 años estuvo preparado para entrar en la universidad de Leipzig, donde estudió teología, leyes, filosofía y matemáticas.
La universidad le negó la posibilidad de doctorarse en leyes porque era demasiado joven, tenía veinte años, así que para graduarse tuvo que ir a Nuremberg, donde rehusó la oferta de una plaza como profesor en leyes. En 1672 inventó una máquina de calcular capaz de sumar, restar, multiplicar, dividir y extraer raíces cuadradas. Aunque la tecnología de la época limitó las prestaciones de este dispositivo, la teoría era sólida y aplicable. Es, por ello, considerado un pionero en el desarrollo de la lógica matemática y precursor del cálculo automático.
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En 1673 marchó a París, donde encontró la oportunidad perfecta en la persona de Christian Huygens (1629-1695) para aprender las tendencias contemporáneas de las matemáticas (según propias palabras de Leibniz, su formación matemática se limitaba a las obras maestras de la época clásica). Cuando Leibniz abandonó París en 1676, ya había descubierto por sí mismo los principios fundamentales del cálculo de tangentes y áreas.
En 1676 volvió a Londres para demostrar sus nuevos cómputos mecánicos. En su segunda estancia aprovechó para hacer la presentación oficial de su máquina de calcular, en la que llevaba trabajando algún tiempo. Allí tuvo la oportunidad de leer el De analysi de Newton, lo que le dio la oportunidad de entablar una amistosa correspondencia, intercambiando puntos de vista sobre las series infinitas.
La contribución de Leibniz a las matemáticas fue la enumeración de los principios de cálculo infinitesimal publicado en 1684. Esta explicación se produjo con independencia de los descubrimientos de Newton, cuyo sistema de cálculo fue inventado en 1666 y publicado en 1687. Los resultados obtenidos por Leibniz eran similares a los que Newton había obtenido pero que no había publicado. La disputa que surgió a raíz de las afirmaciones de primacía en la invención del cálculo amargó sus últimos años de vida. En 1676 fue designado bibliotecario y consejero privado en la corte de Hannover, donde trabajó durante los 40 años siguientes.
Su obra aborda no sólo problemas matemáticos y filosofía, sino también teología, derecho, diplomacia, política, historia, filología y física. Es entendido a menudo como el último gran universalista, con un marcado interés por la lógica y los fundamentos del lenguaje universal. Esto quizá se haga evidente sabiendo que el lenguaje del cálculo que hoy utilizamos proviene básicamente de Leibniz.
El tiempo que no dedicaba a la prioridad del origen del cálculo, lo empleó Leibniz en la gran variedad de empeños que caracterizaron su vida. Intentó establecer los orígenes de la genealogía de la aristocracia y se convirtió en un experto en sánscrito y en cultura china.
Leibniz intentó desarrollar un sistema perfecto de lógica formal basado en un “alfabeto del pensamiento humano”, sentando las bases de la “lógica simbólica”. Fue el presidente de la Academia de Berlín que él mismo contribuyó a crear. Finalmente murió en 1716 y se cuenta que a su funeral sólo asistió un criado de confianza, pues sus amigos se habían trasladado a Londres con la Corte. Un final injusto que contrasta con la pompa y el reconocimiento que tuvo su contrincante Isaac Newton.
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Leibniz escribió principalmente en tres idiomas: latín escolástico, francés y alemán. Durante su vida publicó muchos panfletos y artículos académicos, pero sólo dos libros filosóficos, De Ars combinatoria y la Teodicea. Sus textos fueron frecuentemente publicados como anónimos, en nombre de la Casa de Brunswick, entre los que se destaca De jure suprematum, una importante consideración sobre la naturaleza de la soberanía. Otro libro sustancial apareció póstumamente: Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, el cual había evitado publicar tras la muerte de John Locke.
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Hasta 1895, cuando Bodemann completó su catálogo de los manuscritos y la correspondencia de Leibniz, no se esclareció la enorme extensión de su legado: aproximadamente 15.000 cartas a más de 1000 destinatarios, además de 40.000 ítems adicionales, sin contar que muchas de dichas cartas tienen la extensión de un ensayo. Gran parte de su vasta correspondencia, en particular las cartas fechadas después de 1685, permanecen inéditas.
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