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Centro de Estudios Filosóficos
ALÉTHEIA
RESUMEN DE LA SESIÓN:
A lo largo de la primera parte de nuestro ciclo hemos tenido la oportunidad de conocer el profundo influjo que tuvo el reino faraónico de Egipto sobre la formación de las primeras teorías de la filosofía griega. Asimismo, pudimos conocer de cerca el peso de las aportaciones caldeas, asirias y babilónicas, así como las de misteriosa religión órfica que había proyectado algunas de sus ideas más importantes sobre la metafísica pitagórica.
No obstante, a todos estos notables impactos del exterior en Agrigento -ciudad natal de Empédocles- se unió algo muy diferente:
los llamados cultos ctónicos.
La isla de Sicilia -en cuyo centro ruge el volcán Etna- era, en tiempos de Empédocles, la morada de un conjunto de rituales dedicados a la adoración de los dioses del inframundo conocidos como cultos ctónicos.
El término kthon en griego clásico hace referencia literalmente a lo que se oculta en la tierra profunda, a lo telúrico.
Así, en contraste con la religión que se practicaba en Atenas, donde se adoraba principalmente a Zeus, Poseidón y a la luminosa diosa Atenea, en Agrigento se honraba más bien a los dioses del Hades, a los guardianes del inframundo... a los llamados señores de la muerte.
Los griegos que habitaban esta isla al final del período arcaico, pensaban que el cráter del Etna era literalmente uno de los portales de acceso al inframundo y por ello se sentían mucho conectados que ninguna otra región de toda la Hélade con estas divinidades del panteón Olímpico.
Los cultos tónicos se distinguían, además, por centrarse en un aspecto muy concreto de la realidad humana: la muerte. Esta no era considerada por los ciudadanos de Sicilia como algo irreversible, sino más bien como un Estado que se podía controlar.
Es decir, a través de los rituales tónicos se contemplaba la posibilidad de revertir y controlar la muerte por medio de encantamientos y sacrificios que se debían realizar siempre al abrigo de la noche.
Así, frente al modelo clásico de sacrificio -que hemos estudiado en nuestra lectura de la Odisea- llevado a cabo por Néstor sobre un altar en honor a la diosa Atenea, en los cultos tónicos los animales nunca se podían sacrificar sobre un altar situado en alto sino que necesariamente se les debía dar muerte sobre un pozo o sobre cualquier tipo de estructura que se adentrara la tierra. Sus cuerpos tenían que ser completamente inicinerados y sus cenizas enterradas para que pudieran llegar a las regiones inferiores del Tártaro.
En esta sesión profundizaremos en los textos conservados acerca de estos misteriosos rituales mediante la lectura del Himno homérico a Démeter y fragmentos de Las argonáuticas para, finalmente, conocer todos los puntos en los que los cultos ctónicos influenciaron la filosofía de Empédocles.