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La metafísica de Aristóteles

Análisis de los puntos fundamentales de la concepción metafísica de Aristóteles



 

¿Qué es la metafísica de Aristóteles?


 

La vasta producción intelectual de Aristóteles incluye la creación de varias disciplinas específicas como es el caso de la lógica y la metafísica. En el caso de la segunda, no hay referencia alguna anterior a Aristóteles a una ciencia parecida.


Por tanto, el primer rasgo diferenciador que Aristóteles concede a esta disciplina es que se trata de una ciencia que no tiene que ver con ninguna otra.


Cabe señalar que la palabra metafísica no es aristotélica sino que se acuñó varias décadas después de su muerte gracias a la labor de interpretación de la tercera generación de sus discípulos. Para referirse a su nueva ciencia Aristóteles suele emplear las expresiones “la ciencia que estamos buscando” o “la sabiduría”.




 

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Las definiciones de metafísica


 

En el tratado de la Metafísica encontramos tres definiciones fundamentales de esta disciplina estando la primera directamente conectada con el aspecto epistemológico de la especie humana.


Así, en el capítulo primero del libro primero de la Metafísica Aristóteles parte del hecho trivial y sorprendente de que hay conocimiento. Tanto los animales como los seres humanos poseen capacidades perceptivas que constituyen el punto de partida mismo de la reflexión filosófica. Dentro del conocimiento en sentido general pueden distinguirse una gran variedad de formas y niveles que Aristóteles diferencia en virtud de dos criterios fundamentales: su generalidad o universalidad y su capacidad de ofrecer conocimiento o no respecto de las causas.


Las formas más elementales del conocimiento – la percepción- son aquellas que nos dan información particular. Sin embargo, si sólo tuviéramos conocimientos particulares perceptivos sería imposible elaborar teorías o explicaciones generales de las cosas. Es decir, si el ser humano sólo pudiera conocer sensorialmente lo particular no podría haber ni juicios ni ciencias.

La Metafísica arranca con una de las frases más célebres de la historia de la filosofía: “todos los hombres por naturaleza desean saber”.


Con esta expresión Aristóteles quiere hacer ver la existencia de una tendencia natural hacia el conocimiento en los seres humanos, tendencia que alcanza su consumación en el desarrollo de todas las ciencias y éstas, a su vez, en la ciencia primera.


El deseo de conocimiento (órexis) es, por tanto, la fuente de toda ciencia pero no todo tipo de conocimiento se dirige específicamente a la construcción de teorías. En muchas ocasiones la satisfacción de la curiosidad, la percepción o la comprensión de las causas nos genera una enorme satisfacción que no tiene un por qué ulterior. Es decir, según Aristóteles hay contextos muy amplios de la vida humana en los cuales el conocimiento es buscado por sí mismo. Ejemplo de ello son, por ejemplo, las artes estéticas que se dedican a crear cosas que sirven sólo para que sean contempladas o las enormes cantidades de dinero que todos invertimos en viajar para, simplemente, poder percibir o contemplar un paisaje o un monumento.


Sin embargo, nuestra tendencia natural al saber no se consuma meramente en la percepción sino que trasciende el ámbito de conocimiento particular y apunta a síntesis cada vez más complejas de cosas y estados de cosas. La curiosidad del ser humano, por tanto, no se agota en el ver sino que va más allá hacia la pregunta por el por qué de las cosas.


 

Universalidad y causalidad


 

Imaginemos que encontramos un cristal roto y al lado una piedra. Ante este estado de cosas automáticamente concluimos que el cristal se ha roto porque una piedra ha golpeado contra él. Esta respuesta es meramente particular: este cristal se ha roto porque esta piedra lo golpeó, pero implica un enorme conjunto de juicios universales sin los cuales no podríamos concluir esto.


Juicios acerca del orden causal y temporal de los acontecimientos, juicios acerca de la interacción propia de la materia, sobre la resistencia de los objetos, sobre sus propiedades específicas y generales…etc.


La explicación causal, por tanto, es aquella en la cual se conectan los hechos particulares con estructuras nomológicas generales o, lo que es lo mismo, con conexiones legales universales.

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