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La filosofía de Epicuro

Te explicamos en detalle y de forma rigurosa la filosofía de uno de los pensadores más originales del periodo helenístico: Epicuro




 

BIOGRAFÍA DE EPICURO

 

El principal texto que tenemos para conocer la vida de Epicuro es La vida de los filósofos ilustres redactada por Diógenes Laercio.


Lo más importante de esta obra es que Diógenes copió íntegramente dos cartas de Epicuro, siendo estos dos textos lo único que conservamos de este autor.

Epicuro nació en la isla de Samos en el año 341 a.C, pero en realidad era ciudadano ateniense.


Su familia emigró debido a la pobreza de Atenas de esos momentos. El

joven Epicuro tuvo un rápido interés por la filosofía, en Samos estaba Pánfilo

posiblemente platónico. Es curioso saber que su primer contacto con la filosofía fuera el platonismo ya que, de forma breve, podríamos decir que el pensamiento de Epicuro es la oposición absoluta respecto del pensamiento de Platón.



 

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EPICURO VS PLATÓN


 

Como acabamos de mencionar, el pensamiento de Epicuro es completamente opuesto a las propuestas platónicas. Veamos detalladamente en qué puntos se oponen:


Tesis de Platón


1. Dualismo ontológico: existencia de dos órdenes de la realidad (mundo de las

ideas y mundo de las cosas)


a. Epicuro: Sólo existe el mundo de las cosas (materialismo)


 

2. Dualismo antropológico: el ser humano es la unión entre un cuerpo material y un alma inmaterial.


a. Epicuro: sólo existe el cuerpo. El hombre es pura corporalidad.


 

3. Dualismo epistemológico: hay dos fuentes de conocimiento que son los

sentidos y la razón.


a. Epicuro: no hay más fuente de conocimiento que los sentidos

(empirismo)


 

4. El sentido de la vida humana está en una aspiración al más allá consistente en

una reintegración en el mundo de las ideas. Ética trascendente.


a. Epicuro: la realización humana se da necesariamente en este mundo

(ética inmanente)


 

5. Necesidad de la integración del individuo en la estructura política para ser feliz.

a. Epicuro: no se puede ser feliz en el contexto político de tal forma que la

felicidad exige la renuncia por parte del individuo de cualquier vida

integrada en una polis.


 

Su vida dio un vuelco en el año 323 a.C, a los 18 años, momento en el que tuvo que regresar a Atenas a hacer la efebía (la educación necesaria para alcanzar el grado definitivo de ciudadano). Epicuro pudo leer allí todas las obras de Aristóteles y de Platón.



A continuación regresó a la ciudad de Samos lugar del cual fueron expulsados

hacia Colofón donde, en Ceos, había un seguidor de Demócrito, en último gran filósofo presocrático y creador del atomismo.


El atomismo establecía que toda la realidad es material, no hay nada más que materia, y además esta realidad está organizada en corpúsculos indestructibles e inseparables que son los átomos.



 

EL JARDÍN DE EPICURO

 


Esta será precisamente que adoptará Epicuro en física. Finalmente

en el año 306a.C haciendo gala de su condición de ateniense y de su posibilidad de comprar legítimamente tierras en el ática regresa a Atenas junto a un grupo de familiares y amigos y adquiere una casa con un jardín anexo y se establecen allí como comunidad.


El jardín, sin embargo, no era una academia como sí lo era el centro de

estudios de Platón sino algo más parecido a una comunidad de gente que decide

apartarse del mundo y de vivir de un modo casi monástico sin ningún componente religioso. En el jardín se diluyeron las barreras jerárquicas de la sociedad griega incluyendo esclavos y mujeres.


De su obra conservamos la carta a Heródoto en la cual expone en líneas generales su sistema filosófico y la carta a Meneceo donde expone su ética, de una inmensa belleza.


 

LA FILOSOFÍA DE EPICURO


 

Epicuro consideró la filosofía como una terapia para la vida o, tal como dijo Sócrates, una especie de medicina del alma de tal forma que su valor no consiste en otorgarnos una concepción del mundo sino que nos puede conceder la felicidad.


Es decir, el valor del filósofo se expresa en el hecho de que su doctrina nos permite vivir felices. Epicuro se sentía legitimado como filósofo con el hecho de que sus doctrinas permitían la autorrealización en el sentido de la autosuficiencia a las personas que se la tomaban en serio. Durante mucho tiempo en la antigüedad Epicuro fue venerado como un maestro de felicidad.



 

OBJETIVOS DE LA FILOSOFÍA DE EPICURO


 

Proporcionar un sentido a la existencia humana basado en el conocimiento racional de la realidad. Entender mediante la razón, filosóficamente, la realidad nos sirve para elaborar un proyecto de vida humana. Si la filosofía nos desvela la estructura de la realidad y nuestro lugar en esa estructura conseguiremos, en primer lugar, desterrar los prejuicios – cualquier concepción falsa sobre el mundo y nosotros mismos que nos puede llevar a modos de vida falsa y, con ello, infeliz- en segundo lugar, con el que se consigue acabar con la angustia con la que el ser humano vive y que es siempre fruto de la ignorancia y, en última instancia acabar con la infelicidad.


Epicuro está convencido, por tanto, de que la filosofía es un instrumento de liberación. Epicuro consigue esto desarrollando una filosofía sistemática que se propone en primer lugar explicarnos cómo está organizada la sociedad, qué es el ser humano en esa realidad y finalmente en qué consiste la felicidad. Por tanto, su filosofía tiene tres disciplinas: canónica, física y ética.


Las tres disciplinas de la filosofía de Epicuro


a. Canónica: es la teoría del conocimiento. Aclarar cómo podemos llegar a

conocer la realidad.


b. Física: la explicación de la estructura de la realidad.


c. Ética: aplicación de todos estos conocimientos al logro de una vida feliz. (El

conocimiento acerca de en qué consiste la felicidad y cómo lograrlo).





 

CANÓNICA

 

En la canónica lo esencial de Epicuro es que es un empirista, por tanto, considera que todo nuestro conocimiento proviene de la experiencia sensorial. En este proceso podemos hallar cuatro fases:



1. Las puras sensaciones: son aquellas que tenemos cuando dejamos que nuestros sentidos, de forma pasiva, capten la realidad. No todas estas sensaciones remitan a cosas que existen realmente –pueden ser alucinaciones- pero algunas sí.

Es decir, podemos estar seguros de que algunas de nuestras sensaciones son tal como nos las representamos. Según Epicuro determinadas sensaciones tienen un grado tal de claridad que hace que no podamos dudar de que las cosas que percibimos son exactamente así. En ellas está la fuente d

toda la verdad en lo que respecta a nuestro conocimiento acerca del mundo.



2. La memoria: capacidad de conservar sensaciones pasadas. Gracias a esto

podemos establecer comparaciones entre lo que tienen en común sensaciones

presentes y otras pasadas. Por tanto, podemos descubrir elementos comunes a

diferentes sensaciones y a partir de ahí elaboramos preconceptos.


3. Preconceptos: son representaciones de rasgos comunes a diferentes cosas

(azul, ser humano, silla) que al asociarse al lenguaje desarrollan el

conocimiento humano.



Según Epicuro hay en nosotros una cosa más, lo que él denomina proyecciones

imaginativas del entendimiento. Esto significa que a lo mejor hay cosas que no veo pero que tengo que postular que existen porque es la única forma de explicar lo que sí Veo, siendo este el salto de Epicuro al atomismo.





 

EL EMPIRISMO DE EPICURO


 


Epicuro fue uno de los primeros empiristas, es decir, un filósofo que consideraba que todo nuestro conocimiento

proviene de la experiencia sensible.


Gracias a este método Epicuro llegó a la conclusión, racionalmente fundada, de que los cuerpos que captamos a través de la experiencia en realidad son cuerpos compuestos respecto de cuya configuración resulta necesario postular la existencia de un conjunto de cuerpos – los átomos inobservables- como principio explicativo de la experiencia ordinaria.


Dos clases de cuerpos


Por tanto, para Epicuro, existían dos clases de cuerpos:


a. Aquellos que nosotros captamos por nuestros sentidos: los compuestos


b. Aquellos que constituyen la base material de los compuestos: los átomos

Lucrecio denominó, en latín, a los átomos elementa haciendo referencia a las primeras tres letras del abecedario romano (LMN) con el fin de expresar que dichos átomos no son más que los constituyentes últimos de la realidad, al igual que las letras son los últimos elementos del lenguaje.



Los cuerpos compuestos, según esta teoría, lejos de ser estructuras continuas y

homogéneas están formados por conglomerados de átomos discretos mezclados con una enorme cantidad de vacío.


 


Una segunda característica de los átomos es su indivisibilidad. Tal como señala

Lucrecio, si bien poseen un cierto tamaño – en el sentido de que cada uno posee una forma geométrica diferenciada- dicha magnitud no puede ser ulteriormente dividida o separada de facto.


En segundo lugar, los átomos existen en número infinito en un espacio vacío que los alberga y que se caracteriza por ser igualmente infinito.

La combinación de estas dos condiciones llevó a Epicuro a la conclusión de que,

además de nuestro mundo – entendido aquí como universo- existen otros muchos mundos que coexisten simultáneamente con el nuestro, separados unos de otros por regiones vacías. Por tanto, si el espacio es infinito y el número de átomos es infinito se sigue necesariamente la existencia de otros múltiples mundos.




Los átomos poseen, además, tres propiedades matematizables, es decir, que pueden expresarse numéricamente como magnitudes cuantitativas. Estas propiedades son el tamaño, la forma y el peso.



Es posible, por tanto, distinguir entre un innumerable (pero no infinito) conjunto de tipos de átomos que se distinguen entre sí por sus diversas formas, tamaños y pesos.


Esta última característica, el peso, posee un papel fundamental en la teoría física de Epicuro ya que constituye la base primera para la explicación de la agregación de los compuestos.


Así, según Epicuro, el movimiento que describen los átomos en el vacío puede denominarse “caída” en el sentido de que todos ellos caen como una especie de

lluvia constante. En su movimiento – derivado del peso propio de cada elemento- los átomos chocan unos contra otros. En algunas ocasiones el choque produce simplemente un rebote – una interacción nula a efectos generativos- mientras que otras veces se enganchan y, al hacerlo, generan diversos tipos de moléculas. Por tanto, entre el nivel macroscópico de los cuerpos y el nivel microscópico de los átomos, Epicuro establece un paso intermedio consistente en la composición molecular.



Como resultado de estos enganches que generan diversos tipos cadenas moleculares se produce una agregación que da lugar a los distintos cuerpos que podemos observar.


Cabe destacar, en este punto, que según Epicuro el inmenso complejo atómico

entendido como la totalidad del cosmos posee una lógica interna por la cual es posible distinguirlo de la totalidad del vacío omniabarcante. Es decir, una vez generados los distintos compuestos estables – ya que en muchas ocasiones los productos de los choques no dan lugar a seres viables- dicha conformación es transmitida a los demás cuerpos de la misma especie.



No obstante, dicho esto, cabe preguntarse qué significa caer y cómo se da el proceso de combinación en un cosmos en el que todos los átomos caen a la misma velocidad y siguiendo la misma dirección. Respecto a esta cuestión Epicuro introdujo una idea brillante y revolucionaria que, en nuestros días es postulada por la física cuántica para la explicación del nivel subatómico.




 

EL CLINAMEN


 


Según Epicuro, de vez en cuando los átomos experimentan un clinamen, es decir, una desviación puramente indeterminada de sU trayectoria que posibilita los choques.


De esta forma, Epicuro introduce un principio de indeterminación en el espacio

atómico (no predecible ni deductible de las propiedades intrínsecas de cada átomo) que permite explicar la realidad en su nivel macroscópico. En este sentido, si los átomos no se desviaran de su camino, jamás habría realidad ya que nunca se llegarían a enganchar entre ellos.



Si bien esta teoría puede parecer extraña, a pesar de que como ya hemos mencionado, el principio de indeterminación constituye una de las premisas fundamentales de la física cuántica, podemos pensar otro ejemplo que nos ayude a entender la teoría epicúrea.



Si bien, en nuestros días, los avances en materia física, química y biológica son

notables, la ciencia todavía no ha sido capaz de ofrecer una respuesta definitiva a

cómo se ha creado la vida. Partiendo de la hipótesis de que ésta se haya originado en la Tierra – hipótesis que puede ser extendida igualmente a cualquier región del espacio tal y cómo es entendido por la física contemporánea- es necesario explicar cómo un

conjunto de compuestos inertes e inorgánicos dieron lugar a las primeras moléculas orgánicas y, después, a organismos vivos.




 

Dado que la simple mezcla de todos los elementos químicos que conforman una célula no dan lugar a una célula, una de las corrientes biológicas actuales –apoyada precisamente por nuestro conocimiento del nivel cuántico- supone que en un momento, y de forma completamente indeterminada, varios compuestos inertes se asociaron para dar lugar a moléculas orgánicas.


¿Por qué? La única respuesta racionalmente válida es, precisamente, el clinamen epicúreo. Es decir, en el nivel subatómico suceden procesos absolutamente indeterminados – de forma constante – que, de vez en cuando dan lugar a estructuras estables que consiguen, posteriormente, perpetuarse.



Sin adentrarnos mucho más en estas cuestiones, cabe señalar que la física cuántica ha descrito un gran número de principios – sólo aplicables a nivel subatómico- que rompen completamente las reglas de la lógica macroscópica tales como el entrelazamiento cuántico, el principio de incertidumbre de Heisenberg, la supersposición cuántica, la coherencia cuántica o la teoría de campos (en la que se halla incluido el famoso bosón de Higgs).




En este sentido, las teorías más contemporáneas parecen indicar la

necesidad de este factor de indeterminación como condición necesaria para poder explicar la realidad física.


Con la introducción de la noción de clinamen Epicuro creyó dar solución a otro gran problema derivado de las teorías materialistas-deterministas: la libertad humana. En un cosmos puramente material el ser humano no es nada más que un conjunto de átomos pero en la medida en que todos y cada uno de los movimientos estuvieran determinados la libertad sería imposible. La solución a esta cuestión, por parte de Epicuro, consistió en señalar que la materia que conforma la mente humana también

se ve sometida al clinamen de tal forma que, de vez encunado, en los procesos

corporales atómicos que llamamos mente se producen desvíos que permiten que emerja la posibilidad de actuar desde la indeterminación.



 

Cabe llamar la atención, en este punto, sobre la forma en la que Epicuro entiende la libertad ya que si la oposición derivada de la teoría se establece entre determinación e indeterminación, los actos libres son, en sentido estricto, actos indeterminados.



Para los griegos – y antes de la llegada del cristianismo- no existía la noción de libertad tal y como nosotros la entendemos hoy en día. En el caso de Aristóteles que postuló un cosmos absolutamente determinado por un conjunto de leyes inalterables sólo es posible distinguir entre actos voluntarios e involuntarios. En este sentido, la imputabilidad de nuestras acciones sólo depende de si aquello que hemos hecho ha sido deseado y deliberado o no.



Para Epicuro, en cambio, libre significa no sometido a las leyes constantes del cosmos, pero de ello no se sigue que libre sea “elegido”. El clinamen se produce de forma espontánea y no por la voluntad del sujeto que lo padece en su mente. En este sentido, las decisiones surgidas por efecto de la indeterminación atómica no son verdaderas decisiones o actos deseados sino consecuencias, una vez más, de la mecánica atómica. En este sentido no es posible hablar de libertad como libre albedrío –concepto introducido por el cristianismo- y consistente en la elección voluntaria y controlada por el individuo de diversos caminos de acción.





Por tanto, Epicuro explica el hecho de que no todos actuemos de la misma forma en las mismas situaciones pero no el sentido contemporáneo que le damos a la noción de libertad. Finalmente cabe señalar que esta opción, según la cual los actos libres son una mera interpretación subjetiva (una fantasía) de cadenas causales de interacciones electroquímicas constituye, hoy en día, una de las corrientes neurobiológicas más consolidadas.




Según Epicuro, el ser humano se distingue de las demás criaturas por el hecho de tener sensaciones a partir de las cuales es capaz de elaborar toda una serie de contenidos mentales superiores como los conceptos que analizamos la clase anterior. El ser humano, es, para Epicuro, un constructor material dotado, a diferencia del resto de seres, de alma.




No obstante, el alma epicúrea no tiene nada que ver con esa sustancia inmaterial que podemos hallar en Platón sino que se trata de otro complejo material

formado por átomos de fuego, aire y una tercera sustancia sutilísima compuesta por átomos completamente esféricos que le permiten desplazarse a la máxima velocidad (teoría con la cual se quiere explicar el hecho de que el pensamiento es el movimiento más rápido de nuestro cuerpo)




Por tanto, el ser humano es la unión material de un conjunto de átomos corporales toscos y de unos peculiares átomos de alma. Los átomos del alma, a su vez, existen de dos maneras: en primer lugar, están diseminados por todo el cuerpo haciendo posible que en toda la superficie de nuestra piel exista sensación y, en segundo lugar, concentrados en una enorme cantidad en el corazón, entendido como centro de todas

las sensaciones y donde se realizan los procesos mentales superiores.




De ello se sigue que, para Epicuro, estar vivo consiste precisamente en poseer átomos de alma en el cuerpo, de tal forma que, cuando estos átomos se separan, el cuerpo muere. Por tanto, la vida es el resultado de una determinada configuración atómica al igual que una sal es el resultado de otro tipo de configuración atómica.



Es fácil deducir de todo ello que, para Epicuro, no hay ningún tipo de

trascendentalidad o de vida posterior a la muerte porque absolutamente nada

sobrevive al cuerpo puramente material. Ello explica, según Epicuro, por qué carecen de sentido los miedos al más allá y a la

muerte. No debemos temer a una vida ulterior a la muerte sencillamente porque no existe y no debemos temer a la muerte porque, por definición, ésta no se puede experimentar ni sentir.


Cuando la muerte llega hemos perdido los átomos sensitivos, así que no será algo que padezcamos. Tal como sentencia su famosa frase: Cuando nosotros estamos, ella (la muerte) no está y cuando ella está, nosotros no estamos.

En lo que respecta a los dioses en la teoría epicúrea, es necesario hacer una precisión previa. Los dioses eran empleados en Grecia para dos cosas fundamentales:


- Para los filósofos, como Platón, los dioses eran la explicación del orden en el

sentido de que el orden que podemos percibir en la naturaleza sólo puede

considerarse como causa de un ser inteligente. No obstante, Epicuro explica, en

su teoría el orden sin hacer uso de ningún dios ni de ningún ser inteligente al

cual haya que remitir la configuración de la realidad. Todo lo que existe, para

Epicuro, puede explicarse por la interacción de los átomos.



- Para la religión popular los dioses tenían una doble función

o Explicar fenómenos naturales concretos (el rayo es generado por Zeus).

Sin embargo, esto no es necesario en la filosofía de Epicuro porque, tal

como hemos visto, los fenómenos físicos son el simple resultado del movimiento de los átomos.




 

LA ÉTICA EPICÚREA


 

Para Epicuro el bien es la felicidad – ética típicamente griega de corte eudaimonista- y la virtud constituye el medio para la consecución de dicha felicidad.


El hombre virtuoso, por tanto, es aquel que sabe cómo hacerse con la felicidad y conseguir aquello que llamamos bien.



Durante toda la antigüedad los filósofos que precedieron a Epicuro debatieron sobre qué es el bien, para Platón el bien era la verdad, para Aristóteles la vida contemplativa. No obstante, Epicuro señala que hay un indicativo

del bien: el placer. En este sentido, lo bueno o el bien es aquello que produce placer individual.


Por tanto, el objetivo último del sabio ha de ser llevar una vida placentera.

Sin embargo esto no es algo sencillo ya que, constantemente hemos de elegir entre diversos tipos de placeres.


El problema ético para Epicuro no es tener que elegir entre placer y otra cosa sino determinar qué tipo de placer es el que conduce a la felicidad. La vida moral, por tanto, consiste para Epicuro en un cálculo de placeres que ha de esclarecer, en cada momento, qué tipo de placeres son los más convenientes.


Nuestro filósofo distingue al respecto cuatro categorías de placeres según dos criterios diferenciados.



- El placer corporal: relativo a la comida, la sed o la sexualidad. (Necesidades

biológicas)

- El placer mental: aquel que es obtenido, por ejemplo, al resolver una ecuación

matemática, componer un poema o escuchar música.


El placer cinético: aquel que es obtenido en el proceso de estar satisfaciendo una necesidad. (El placer que sentimos mientras estamos

comiendo)


El placer estático: aquel que es obtenido cuando hemos satisfecho una necesidad. (El que se siente cuando hemos terminado de comer y nos

sentimos saciados.


Este doble criterio nos indica, según Epicuro, que los placeres sumamente preferibles y convenientes para alcanzar la felicidad son los placeres mentales estáticos los cuales son capaces de generar el estado que Epicuro denomina “imperturbabilidad de ánimo”

y que, en definitiva, coincide con la felicidad.

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