Explicación detallada de los puntos fundamentales de la filosofía de Baruch Spinoza con especial atención a su ética
ÉTICA DEMOSTRADA
SEGÚN EL ORDEN GEOMÉTRICO
La Ética demostrada según el orden geométrico -Ethica more geométrico demonstrata- constituye la obra de Spinoza con mayor influjo sobre el pensamiento posterior. En ella podemos encontrar una clara ejemplificación del espíritu moderno absolutamente centrado en la meta de someter y reducir todos los aspectos de la realidad a nociones matemáticas y cuantificables. En esta obra hallamos el ideal profundamente cartesiano de reducir el conocimiento del mundo a la objetividad y exactitud de las matemáticas.
Las cinco partes de la Ética están dedicadas, cada una, a un tema específico. La primera trata de Dios. Sin embargo, es necesario aclarar en este punto que el Dios de Spinoza es profundamente diferente al Dios del teísmo, es decir, al Dios de las religiones.
Para Spinoza Dios se identifica con la naturaleza (deus sive natura), es decir, son dos términos sinónimos. Este dios-naturaleza es concebido primariamente como una potencia infinita de creación que, sin embargo, no tiene ninguno de los rasgos voluntaristas de la divinidad cristiana tales como la inteligencia, la bondad o la justicia. Tal como veremos a lo largo de nuestro viaje por el pensamiento moderno, cada uno de los pensadores ofrecerá su propia concepción particular de la divinidad conformando las características de lo que se conoce como “dios filosófico” que no debemos confundir, en ningún caso, con las concepciones religiosas.
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La importancia que Spinoza, fiel seguidor de Descartes, ofreció al método matemático en el desarrollo de la filosofía puede comprobarse en la propia estructura de la ética conformada, de modo sistemático, por axiomas, definiciones, proposiciones, corolarios, escolios y conclusiones. Todo el sistema intenta seguir un orden lógico férreo con el fin de definir con la máxima racionalidad y universalidad posibles el camino para alcanzar la felicidad.
El libro primero de la Ética empieza con las definiciones de los conceptos básicos, los más simples de todo el sistema. En la primera y la segunda parte de la obra Spinoza explica la estructura metafísica del mundo, que es previa y necesaria para el verdadero interés de la obra, que como su título indica es eminentemente ético, moral.
LA DEFINICIÓN GENÉTICA
Es decir, el objetivo perseguido es hallar el camino para alcanzar la felicidad, la alegría, gracias al conocimiento de Dios y a la fusión en él. No obstante, para poder alcanzar este logro es necesario poseer previamente un conocimiento correcto acerca de la estructura del mundo.
Para Spinoza sólo hay un tipo correcto de definición: la definición genética. Este tipo peculiar de definición consiste en describir una cosa atendiendo a su origen o causa. Es decir, no se trata de enumerar cualidades o de definir su utilidad, sino de determinar la causa de su existencia o causa próxima.
Pero si la única definición correcta es la que se remonta a la causa próxima del ente por el que preguntamos, entonces para no caer en un regressus ad infinutum, necesariamente deberemos empezar por aquel ente que es su propia causa próxima: la causa de sí o causa sui, es decir, Dios-naturaleza.
La definición 1, la de causa sui, tiene dos partes: la primera es ontológica, la segunda epistemológica.
I. Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello, cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente.
Causa de sí (Dios-naturaleza) es, en primer lugar, aquel ente cuya propia definición entendida como perfección implica la posesión de todas las cualidades y propiedades posibles entre las cuales, evidentemente, se halla la existencia. Por tanto, la esencia o definición de la causa sui implica necesariamente su existencia. En segundo lugar, causa sui es también aquello cuya esencia sólo puede ser pensada o concebida como existiendo. Es decir, al igual que no podemos pensar en un círculo cuadrado, desde el punto de vista lógico tampoco podemos definir algo como “poseedor de todas las propiedades posibles” y negarle, al mismo tiempo, la propiedad de la existencia.
Esta formulación nos recuerda claramente al argumento ontológico medieval: Dios es aquello que tiene entre sus perfecciones existir, porque si no, no sería perfecto. No obstante, esta premisa tiene un sentido completamente diferente en el pensamiento de Spinoza. Para Spinoza la esencia o perfección es equivalente a la potencia. Esta potencia, llamada por nuestro autor conatus, es el impulso propio de todo ente a permanecer en el ser y a aumentar su dignidad ontológica, su potencia (a costa de los demás. Así, lo propio de la esencia de Dios es tener una potencia o conatus infinito de tal modo que su actividad consiste en una infinita autoproducción. Pero al consistir su esencia en producirse, en mantenerse en la existencia, entonces no puede no existir. De este modo Spinoza transforma el estático argumento ontológico, de carácter lógico, en una exposición del carácter incesantemente autoproductivo de Dios.
De esta concepción dinámica de la existencia se sigue la idea de que todo ente tiene que ser continuamente salvado del abismo de la no existencia a través de un esfuerzo ontológico propio o ajeno. Si este esfuerzo, que es el conatus, no existe, el ente deja de existir. En las Meditaciones metafísicas Descartes había establecido que el existir requiere una fuerza equivalente a la que se necesitaría a ser re-creado constantemente, abriendo de este modo las puertas a los ocasionalistas. También la concepción spinozista de la existencia parte de aquí.
Una de las consecuencias más importantes que se siguen de esta definición de causa sui es el hecho de que toda relación de causalidad tiene un efecto y una causa.
Si ello es así, también Dios como causa es diferente a Dios como efecto. Dios como causa es definido por Spinoza como Natura naturans (naturaleza productiva, un Dios productivo), mientras que como efecto es Natura naturata (naturaleza producida, el mundo, pasivo, causado y no causante). No hay nada fuera de esto. Todos nosotros y todo cuanto vemos pertenece a esta natura naturata, causada. En este sentido todo lo que existe es parte de Dios.
Si bien esta concepción de la divinidad puede parecer algo oscura y complicada, no debemos olvidar que el planteamiento de Spinoza es monista, es decir, para nuestro pensador no hay nada fuera de la causa sui, que es Dios, la única sustancia existente. Las los individuos y objetos particulares pasan a definirse, por ello, como meros modos o accidentes de esta única sustancia.
Esta visión de la divinidad y de la condición de los entes particulares es lo que ha hecho que al pensamiento de Spinoza se le haya denominado como “monismo panenteísta” ya que postula que hay un único Dios y que todo está “en Dios”.
La definición 2 nos presenta una concepción agonal, bélica de la existencia.
II. Se llama finita en su género aquella cosa que puede ser limitada por otra de su misma naturaleza. Por ejemplo, se dice que es finito un cuerpo porque concebimos siempre otro mayor. De igual modo, un pensamiento es limitado por otro pensamiento. Pero un cuerpo no es limitado por un pensamiento, ni un pensamiento por un cuerpo.
Si la esencia es equivalente al conatus, que es la potencia mediante la que un ente se mantiene en el ser, entonces todos los entes pugnan por aumentar su potencia, su conatus, para aumentar su perfección y ganar así en dignidad ontológica. Ahora bien, cada aumento de potencia-perfección-esencia por parte de un ente implica una disminución recíproca por parte de otro. Es decir, lo que hallamos en Spinoza es una especie de "ley del más fuerte" en el terrero ontológico. Y esto vale tanto para el atributo pensamiento (ideas) como para el atributo extensión (cosas) de Dios. En ambos terrenos, el aumento de perfección de una idea o de una cosa se produce siempre a costa de la disminución o separación de otra.
Siguiendo la segunda definición, por “género” hemos de entender “atributo”. Los atributos son las maneras en la que el entendimiento finito, el nuestro, puede conocer la sustancia, la causa sui. Concretamente, los seres humanos sólo podemos conocer dos tipos de expresiones o atributos de Dios: el pensamiento y la extensión. Es decir, sólo podemos alcanzar a captar el mundo de los objetos físicos y el de las entidades mentales.
Sin embargo, la esencia infinita de Dios está conformada por infinitos atributos que nosotros no podamos percibir. Empleando la metáfora de la estructura anatómica de un pulpo podríamos decir que Dios-causa sui es la cabeza del pulpo que nunca se ve y sus atributos un infinito número de tentáculos que se extienden desde el centro. Lo que es, la estructura última de la realidad, se manifiesta en infinitos modos de expresión.
Cada uno de los atributos o modos de expresión de la esencia de Dios no se relacionan ni se afectan entre sí: el pensamiento no afecta al mundo físico y el mundo físico no afecta al pensamiento. La relación sólo se da entre los elementos internos de cada uno de los atributos. Es decir, las cosas físicas interactúan movidas por el impulso del conatus con otras cosas físicas y lo mismo ocurre con las ideas.
Sin embargo, en este punto cabe preguntarse –dado que no hay ningún tipo de relación entre ambas expresiones- por qué nuestras ideas coinciden con el mundo físico de la extensión. Claramente parece haber una correspondencia entre lo que pensamos y lo que experimentamos con los sentidos pero, hasta ahora, la teoría nos impide ofrecer una explicación satisfactoria del fenómeno.
Recordamos que este fue el mismo problema al que Descartes quiso dar solución con su famoso postulado de la glándula pineal que actuaba como el punto en el cual el cuerpo físico y la mente interactuaban. No obstante, esta solución es imposible en el sistema de Spinoza. Para resolverlo, nuestro autor, introdujo la teoría del paralelismo o isomorfismo según la cual el orden y conexión que existe entre las ideas tiene una estructura idéntica al orden y conexión que tienen los objetos físicos entre sí. Es decir, cada uno de los atributos o expresiones de la divinidad vendrían a ser imágenes especulares de un mismo esquema lógico de relaciones.
LA LIBERTAD
La felicidad ética se alcanza cuando, dejando a un lado las pasiones que nos constriñen, es decir, los aspectos pasivos de la vida, somos capaces de entender el mundo desde la perspectiva de Dios, de la eternidad. Así, la felicidad según Spinoza vendría a consistir en una unificación con la sustancia o causa sui desde el punto de vista intelectual.
VII. Se llama libre a aquella cosa que existe en virtud de la sola necesidad de su naturaleza y es determinada por sí sola a obrar; y necesaria, o mejor compelida, a la que es determinada por otra cosa a existir y operar, de cierta y determinada manera.
La libertad consiste, tal como Spinoza la entiende en la séptima definición, como aquella condición en la cual nada presiona, nada somete ni rivaliza con la potencia de un ente. En este sentido, el único ser absolutamente libre es Dios, pero el hombre también puede aspirar, al menos teóricamente, a alcanzar este ideal. Si bien ello no pueda lograrse de modo permanente o definitivo, la posición de Spinoza está en el camino señalado por el estoicismo: sólo cuando comprendamos la verdadera estructura de la naturaleza y de nuestro propio ser dejaremos de sentir el peso de nuestras pasiones y podremos alcanzar la felicidad. Libre significa no sometido, no compelido y no determinado por lo ajeno. Libre es aquel que conoce el orden de las
cosas y sabe que en él no hay intencionalidad, ni bien ni mal, sino simplemente sucesión procesual de acontecimientos que, por ello, no deben entristecer nuestras vidas.
Otra de las ideas fundamentales del pensamiento de Spinoza es la que sostiene que “toda determinación es negación” (en latín: omnis determinatioest negatio.) Esta frase vendría a indicar que para determinar o definir algo, hay que explicar las relaciones de pugna o conatus que constituyen la verdadera esencia de cada cosa. Es decir, la identidad o determinación de cada entidad no está en ella misma sino en lo otro que se le opone, que le constriñe, que marca y fija su contorno. Dicho de otra manera, lo que nos define no son nuestros amigos, sino nuestros enemigos. Es por esta concepción negativa de la identidad que Hegel y Marx vieron a Spinoza como el padre de la dialéctica, y la razón por la que está a la base de buena parte del pensamiento revolucionario y socialista actual.
Confrontando esta visión con la biografía del propio Spinoza podemos entender, en gran parte, muchas de sus actitudes y su empeño por mantener posiciones extremadamente divergentes para su época. La esencia de un ser humano no está en aquello que acepta, en aquello que asimila sino en los puntos en los cuales se contrapone y diferencia respecto de los demás.
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