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La ética de Aristóteles

Completa explicación de la teoría ética aristotélica





 


LA ÉTICA DE ARISTÓTELES


 

Para Aristóteles la ética es un saber y lo primero que tenemos que hacer es situarlo en el marco del sistema de saberes establecido por nuestro filósofo. En primer lugar, Aristóteles distingue los saberes en tres clases: teóricos, prácticos y productivos.


Los saberes teóricos son aquellos que consisten en la contemplación, en la pura teoría. El objetivo de este tipo de saberes son las cosas necesarias, es decir, aquellas que no pueden ser de otra manera a como son actualmente y en las cuales el ser humano no puede intervenir de ninguna. Objetos de los saberes productivos son, por ejemplo, la trayectoria de los planetas o los teoremas matemáticos.




 

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Los saberes productivos son aquellos que consisten en la fabricación y producción de objetos que, por tanto, pueden ser de otra manera. En esta clasificación se encuentra la técnica (teché término traducido al latín como ars) en la cual Aristóteles incluye las artes útiles (medicina, ingeniería, arquitectura…) y las bellas artes. Aristóteles dedicó dos obras a este tipo de saberes: la Retórica dedicada a la construcción de buenos discursos y la Poética dedicada a la teoría literaria, específicamente a la tragedia. Según las referencias antiguas que conservamos Aristóteles habría escrito un segundo libro dedicado a la comedia que, sin embargo, no ha llegado hasta nuestros días.


Finalmente encontramos los saberes prácticos que se refieren al obrar, a la acción. Este tipo de saberes se caracterizan por el hecho de que la acción es su propio fin y no buscan producir algo distinto de la acción misma. Para Aristóteles la vida es praxis, acción o, tal como lo dijo Ortega, “la vida es un quehacer” que puede ser de diversas maneras y que, por ello, es susceptible de ser modificada por el ser humano.


La plenitud de la vida, por tanto, sólo puede alcanzarse mediante el desarrollo de un conjunto de acciones que, como veremos, deben estar orientadas por la razón. A todo ello se añade la convicción de Aristóteles de que el ser humano es una criatura esencialmente social (el hombre es un animal político), en el sentido de que sólo puede desarrollarse en sentido pleno en el marco de la comunidad civil.


La ética, por tanto, forma parte de los saberes prácticos. A esta disciplina Aristóteles dedicó tres obras fundamentales, dos de ellas de autoría confirmada y una dudosa. Las que se atribuyen sin lugar a dudas a Aristóteles son la Ética a Nicómaco y la Ética a Eudemo. La tercera es el texto titulado Magna moralia que, según los estudios historiográficos, debió ser redactada por un discípulo estoico.




 

LA ACCIÓN


 


Para Aristóteles la acción humana está caracterizada por dos rasgos fundamentales. En primer lugar, toda acción es intencional, es decir, se lleva a cabo con vistas a un fin y por tanto cabe, ante ella, la pregunta “por qué o para qué”. En segundo lugar, toda acción está dirigida a conseguir un tipo de bien. Sin embargo, aquí aparece el problema de que aquello que cada individuo denomina “bien” puede ser muy diferente.


Para algunos el bien es el placer, para otros el dinero, el poder o la fama. Sin embargo, según Aristóteles, ninguno de estos bienes son definitivos sino que todos ellos deben ser considerados como medios para alcanzar aquello que si puede ser calificado de fin final para la vida humana: la felicidad. Así la eudaimonía o felicidad es, según Aristóteles, el fin supremo de la vida humana consistente en la capacidad de desarrollar una vida digna y satisfactoria. Es decir, en poder realizar no actos, sino una vida completa que merezca la pena ser vivida.


No obstante, sobre la felicidad, de nuevo, hay diversas opiniones. ¿Qué es o en qué consiste la felicidad? En este punto la respuesta ofrecida por Aristóteles evidencia la separación de su pensamiento respecto a su maestro Platón. Para


Aristóteles en lo que respecta a los saberes prácticos sólo cabe la opinión. Frente a Platón, que había desprestigiado y rechazado las opiniones en favor de la primacía del conocimiento cierto y verdadero – la episteme- Aristóteles lleva a cabo en su ética una revalorización de las opiniones. Así, respecto a qué es la felicidad sólo podemos atender a opiniones ya que no podemos tener acceso a un saber definitivo, necesario y universal en este campo.


No obstante, ello no quiere decir que todas las opiniones al respecto sean válidas. Aristóteles establece como primer criterio de demarcación la opinión de la mayoría. Es decir, si un gran número de personas piensa que un estilo de vida es bueno debe ser por algo y ello ha de ser tenido en cuenta y analizado en detalle. Sin embargo, por encima de la opinión de la mayoría es aún más importante la opinión de los sabios y, entre ellos, la de los más acreditados. Es importante subrayar que Aristóteles no quiere significar que lo dicho por los sabios deba convertirse en un dogma respecto a la orientación de nuestra conducta sino que su opinión es la que debe ser tenida en cuenta y analizada antes que cualquier otra. Por tanto, a la hora de aclarar nuestras dudas respecto a una acción determinada tendremos que valorar la opinión mayoritaria y después consultar la opinión sobre lo más expertos en el tema para analizar su conveniencia en el caso concreto que nos atañe.



 

LA PRUDENCIA


 

El hombre ético o el hombre excelente en el ámbito práctico es denominado por Aristóteles phronimós término que hoy en día traducimos como “prudente” pero que no debemos confundir en ningún caso con el significado ordinario de la palabra. El hombre prudente, para Aristóteles, es aquel que es capaz de orientar su acción en búsqueda de la felicidad – que es el único y verdadero fin de la vida- haciendo un uso excelente de las dos condiciones que le caracterizan frente al resto de seres vivos: su razón y sus pasiones.


La razón es la facultad humana cuya actividad fundamental consiste en el conocimiento, las pasiones, en cambio no razonan pero si pueden obedecer a la razón. Vivir racionalmente consistirá en ejercitar la acción de la razón, es decir, el conocimiento, la contemplación, la sabiduría y la cultura con el fin de hallar los caminos más adecuados para orientar nuestra acción en cada caso particular. La buena vida o la vida ética para Aristóteles consiste en vivir racionalmente de un modo excelente y perfecto.



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