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Kant las inclinaciones y el deber

Actualizado: 12 mar 2021

Exposición detallada del papel de las inclinaciones en la determinación del carácter de las acciones en la ética del deber de Immanuel Kant




¿Tiene sentido la ética?


En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres Kant se plantea una sorprendente pregunta: ¿tiene sentido la ética?


Quizá, podría ocurrir, que la naturaleza haya sido tan benévola e inteligente que nos haya concedido unos instintos suficientes de tal forma que baste con seguirlos para alcanzar la felicidad y que lo mejor sea dejar de racionalizarlo todo. Aquí Kant se enfrenta a todas esas fórmulas y máximas que dicen que para ser feliz no hay que pensar, o hay que pensar menos: “La ignorancia da la felicidad”


 

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Así, respecto a la necesidad o no de la razón en lo relativo a cuestiones éticas, Kant señala:


“En realidad, encontramos que cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de gozar la vida y alcanzar la felicidad, tanto más el hombre se aleja de la verdadera satisfacción; por lo cual muchos, y precisamente los más experimentados en el uso de la razón, acaban por sentir -sean lo bastante sinceros para confesarlo - cierto grado de misología u odio a la razón, porque, computando todas las ventajas que sacan de las (…) encuentran, sin embargo, que se han echado encima más penas y dolores que felicidad hayan podido ganar y más bien envidian que desprecian al hombre vulgar, que está más propicio a la dirección del mero instinto natural y no consiente a su razón que ejerza gran influencia en su hacer y omitir. Y hasta aquí hay que confesar que el juicio de los que rebajan mucho y hasta declaran inferiores a cero los rimbombantes encomios de los grandes provechos que la razón nos ha de proporcionar para el negocio de la felicidad y satisfacción en la vida, no es un juicio de hombres entristecidos o desagradecidos a las bondades del gobierno del universo; que en esos tales juicios está implícita la idea de otro y mucho más digno propósito y fin de la existencia, para el cual, no para la felicidad, está destinada propiamente la razón; y ante ese fin, como suprema condición, deben inclinarse casi todos los peculiares fines del hombre."


Hay aquí una diferencia radical respecto de la ética aristotélica pues vemos cómo claramente Kant considera que el objetivo de la ética no es la felicidad humana sino un fin todavía superior a ésta, el único bien supremo es la buena voluntad, alcance esta la felicidad o no.


Es decir, todos somos conscientes de que consideramos superior a un hombre bueno y noble que no ha alcanzado la felicidad en la vida que a un asesino traidor que goza te la felicidad en su grado más pleno. Así, para Kant, la razón humana ha de estar al servicio de producir una voluntad buena – repleta de deseos moralmente buenos – y no la simple felicidad. Leamos:


“Resulta que el destino verdadero de la razóntiene que ser el de producir una voluntad buena, no en tal o cual respecto, como medio, sino buena en sí misma. (…)

Esta voluntad no ha de ser todo el bien, ni el único bien; pero ha de ser el bien supremo y la condición de cualquier otro, incluso del deseo de felicidad.”

4. La deriva de las inclinaciones



LAS INCLINACIONES Y EL DEBER



No obstante, una vez dicho esto queda, sin embargo, un poco ambigua la idea de la “buena voluntad” y aún podemos preguntarnos con sentido ¿Cuándo es buena una voluntad?Es decir, cuáles son los criterios mediante los cuales podemos declarar como bueno el querer de un individuo de forma incondicional y sin los peligros de que esté torcido por intenciones viciosas. Para aclarar este punto, Kant introduce dos de sus términos más célebres y conocidos, las nociones de inclinacióny deber.


De forma simplificada, podemos decir que la tesis central de Kant es la siguiente: una voluntad es buena cuando obra por deber y no por inclinación. Perovamos a analizar con detenimiento qué quiere decir esta afirmación.


- Las inclinaciones

Las inclinaciones no son, según Kant, sino el conjunto de apetitos que no dependen inmediatamente de la razón sino de la dimensión psicológico–corporal o dimensión empírica del ser humano: hambre, sed, deseo de seguridad, pulsión sexual…etc. Todos los deseos empíricos están vinculados con las necesidades de nuestro cuerpo y nuestra mente y constituyen unos resortes extremadamente poderosos de la conducta. Simbolizan, de algún modo, la parte vegetativa y animal del hombre que por ser primaria resulta difícil de controla. (cerebro mamífero, reptiliano y neocórtex)

Dar cumplimiento y satisfacción a estos deseos fomenta en nosotros la felicidad. No hay nada como un buen trago de agua fresca cuando estamos muertos de sed.


No obstante, según Kant, cuando el sujeto busca sólo la realización de aquello hacia lo que está inclinado, su conducta es egoísta y no estrictamente ética. Por ello, habrá que usar de la única facultad propiamente humana para corregir esa inclinación a comer, usar cualquier medio para lograr seguridad, o relacionarnos sexualmente con lo primero que pase para satisfacernos. Lo único que puede reglar nuestras inclinaciones es, según Kant – y con él también Aristóteles- la RAZÓN.






NO TODA INCLINACIÓN ES NEGATIVA


Cabe señalar que no toda conducta hecha por inclinación es negativa. Por ejemplo: el comerciante que no engaña a sus clientes porque su honestidad es necesaria para la buena marcha de su negocio tiene una conducta conforme al deber (pues no se debe engañar) pero no por deber sino por inclinación (pues la honestidad aquí es una condición de posibilidad para su éxito comercial y en último término su felicidad).

“Prescindo aquí de todas aquellas acciones conocidas ya como contrarias al deber, aunque en este o aquel sentido puedan ser útiles; en efecto, en ellas ni siquiera se plantea la cuestión de si pueden suceder pordeber, puesto que ocurren en contra de éste. También dejaré a un lado las acciones que, siendo realmente conformes al deber, no son de aquellas hacia las cuales el hombre siente inclinación inmediatamente; pero, sin embargo, las lleva a cabo porque otra inclinación le empuja a ello. En efecto; en estos casos puede distinguirse muy fácilmente si la acción conforme al deber ha sucedido por deber o por una intención egoísta.


Mucho más difícil de notar es esa diferencia cuando la acción es conforme al deber y el sujeto, además, tiene una inclinación inmediata hacia ella.

Por ejemplo: es, desde luego, conforme al deber que el mercader no cobre más caro a un comprador inexperto; y en los sitios donde hay mucho comercio, el comerciante avisado y prudente no lo hace, en efecto, sino que mantiene un precio fijo para todos en general, de suerte que un niño puede comprar en su casa tan bien como otro cualquiera. Así, pues, uno es servido honradamente. Mas esto no es ni mucho menos suficiente para creer que el mercader haya obrado así por deber, por principios de honradez: su provecho lo exigía; mas no es posible admitir además que el comerciante tenga una inclinación inmediata hacia los compradores, de suerte que por amor a ellos, por decirlo así, no haga diferencias a ninguno en el precio. Así, pues, la acción no ha sucedido ni por deber ni por inclinación inmediata, sino simplemente con una intención egoísta.”

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