Explicación detallada de los principios del maniqueísmo, una de las corrientes de pensamiento más importantes de la alta Edad Media
El maniqueísmo
Agustín de Hipona polemizó en su obra con tres doctrinas muy importantes en su tiempo:
- El maniqueísmo (que abrazó antes de convertirse al Cristianismo),
- el donatismo
- y el pelagianismo
Durante el periodo antiguo hubo muchas formas distintas de maniqueísmo pero, esencialmente, es la doctrina filosófica y religiosa que afirma que existen dos principios: uno del bien y otro del mal.
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Esta doctrina procedía de fuentes de religiosidad oriental y de la olímpica donde se halla una narración de estos elementos como principios. Esto nos lleva a pensar que el movimiento de las religiones va ligado a esta polémica. En el Judaísmo (y en consecuencia en el Cristianismo) esto no es así. En la Gnosis se anunciaban dos principios bajo dos formas: dos divinidades o principios espirituales, uno bueno y otro malo, que se enfrentan hasta que uno de los dos triunfa y se constituye en el Dios del Cristianismo, aunque el principio derrotado, el del mal mantiene su presencia y es el origen de todo el mal de la creación, ya que esta en sí misma no puede ser mala. En la doctrina del Cristianismo esto aparece en el Ángel Caído.
La otra forma de Maniqueísmo es más filosófica, y dice que hay que separar el mundo del espíritu del de la materia. Dios como principio del bien solo puede ser principio del espíritu, ya que la materia no tiene espíritu y por ello es el mal. De esto surge el problema del origen de la materia. En el Neoplatonismo se considera que la materia es el mundo de la oscuridad, ya que esta es el elemento más bajo. Para Aristóteles, la cuestión de la materia era distinta, porque esta adquirirá su ser en unión con la forma. Los seres espirituales no están del todo despojados de la materia, aunque habrá un ser que será forma pura. Este ser constituye el problema teológico de Aristóteles.
Los medievales se encuentran con la misma cuestión: en el mundo pagano surge el Neoplatonismo plotiniano, que la resolverá con la tesis del Uno, del que deriva toda realidad, de forma que se teologiza la ontología. Pero el propio Neoplatonismo topa con la existencia de la materia, que resolverá diciendo que procede del Uno en cuanto existencia. En clave alegórica, el ser se dará como luz, es decir, la iluminación divina es lo que confiere a las cosas su entidad. Agustín se apoyará en una lectura alegórica, aunque también echará mano de la científica, igual que el Neoplatonismo.
En esta última lectura se hallarán elementos aristotélicos. Agustín se enfrentará al Maniqueísmo desde una concepción neoplatónica en al que insiste en que no pueden existir dos principios separados, sino que el principio único se manifiesta como armonía y unidad, y solo puede ser así. Esto es estrictamente neoplatónico, ya que el Bien siempre es unidad y armonía, y el Mal disgregación y desorden (aristotélico). Entonces Agustín concluye que el mal no puede proceder de Dios, ya que Él solo puede ser origen del ser. Los maniqueos opinaban que sí podía ser así. Aquí aparece la doctrina de los trascendentales, en el sentido de atravesar. En el mundo cristiano se concebirá que Dios ha creado la materia, y que el mal es no-ser.
El máximo mal para el hombre es la ausencia de Dios, el pecado. La causa de ese pecado debe ser el hombre con sus actos de desobediencia a Dios, dando con ello un mal uso de la voluntad, de la libertad. El mal radical es la ausencia absoluta de Dios, que sufrirán los condenados.
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