Una combinación cada vez más de moda - empresa y filosofía - que sin embargo tiene un lado oscuro que resulta interesante conocer
La filosofía está de moda. Es un hecho incuestionable que, sin embargo, no implica ninguna novedad. Este fenómeno se produce cíclicamente coincidiendo con periodos de desorientación e inestabilidad económico-social.
Así ocurrió en la Antigua Grecia cuando nació la filosofía, en Roma y la misma tendencia puede ser rastreada sin dificultad a lo largo de la historia.
Pero cuando algo comienza a causar interés y a difundirse con un poderoso mensaje en la sociedad empiezan también a proliferar los interesados en aprovechar su impulso para llenarse los bolsillos.
Con el auge de la filosofía se han multiplicado las supuestas empresas -y algún que otro autoproclamado gurú- que pretenden usar las bondades de esta disciplina académica no sólo para curar los fallos de una corporación sino para elevarla a los altares de la maximización de beneficios. Contradictio in terminus, dirían los latinos.
"Los supuestos gurús de la filosofía prometen salvar las empresas mediante fórmulas que combinan el método filosófico con la maximización de beneficios"
Si en tu empresa te estás planteando probar algo como esto. Un consejo: ¡huye!
Generalmente este tipo de propuestas suelen proceder de personas no vinculadas académicamente con la filosofía - es decir, que no han cursado jamás estudios filosóficos- sino con las distintas formas de su mercanilización y banalización (centros privados, editores de libros coloridos...etc.)
Para afianzar su imagen suelen apoyarse en profesores universitarios -funcionarios de estado- que, por una buena comisión, le dan al conjunto el aire serio que se busca.
No obstante, el resultado final no es ni por asomo algo ni lejanamente parecido a la filosofía, disciplina que lleva inspirado a la humanidad en la crítica y la duda durante más de 2500 años.
Una propuesta así -un híbrido monstruoso- sólo nace de las necesidades económicas de los funcionarios que, por ley, deben centrarse en la docencia y la investigación, cada vez peor pagados y de los intereses de aquellos que aprovechando la precariedad de los docentes quieren enriquecerse engañando a ambas partes.
Esta práctica es peligrosa tanto para los funcionarios - que tienen un régimen muy estricto de compatibilidades que les prohíbe realizar actividades privadas en su horario laboral descuidando sus clases y obligaciones académicas- como para la imagen de las empresas contratantes de estos servicios que, sin saberlo, puede quedar empañada por un escándalo de fomento de la corrupción académica.
Es conveniente que, en el caso de contratar servicios en los que participen funcionarios de estado, la empresa siempre solicite las autorizaciones oficiales de compatibilidad de los funcionarios participantes. Autorizaciones que sólo pueden ser concedidas por los órganos de control de las universidades. Con una simple llamada al rectorado de la universidad implicada para comprobar que todo está en regla nos ahorraremos muchos dolores de cabeza.
"Esta práctica es peligrosa tanto para los funcionarios que pueden sufrir graves penalizaciones por incumplir las leyes de compatibilidad como para la imagen de las empresas que, sin saberlo, contratan sus servicios."
Fenómenos parecidos han ocurrido en el mundo de la empresa con la psicología - ridiculizada y banalizada hasta la náusea en algunos casos-, el mindfulness o diversas formas de pensamiento oriental que han sido retorcidas y deformadas para servir, con calzador, a objetivos que literalmente contradicen su misma naturaleza.
La filosofía no es para la empresa, la filosofía es para la persona, para el individuo curioso que ama el conocimiento, que disfruta descubriendo nuevas vías de pensamiento.
La filosofía exige lectura, meditación y tiempo. Su objetivo es la puesta en crítica de todos los valores, el análisis y el estudio crítico de la realidad. Usarla como cortina de humo para hacer espectáculos vacíos de pirotecnia intelectual no sólo la degrada sino que aleja definitivamente de ella a los que pensaban que era...otra cosa.
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