Análisis de los rasgos fundamentales del sistema esclavista ateniense y sus diferencias principales con respecto a otras polis como Esparta
Durante el periodo clásico, Atenas no sólo floreció a nivel intelectual, artístico y político sino que también mostró una cara habitual entre las civilizaciones antiguas. Conviviendo con sus espectaculares medidas democráticas y de sus reformas políticas en busca de la isonomía, un tercio de su población de más de 300.000 habitantes eran esclavos. Y a medida que el desarrollo económico de la polis florecía a lo largo del siglo V, también aumentó significativamente el número de esclavos.
En primer lugar debemos preguntarnos de dónde procedían estos esclavos. Acabamos de ver que con las reformas de Solón y Clístenes cualquier forma de esclavitud entre los propios ciudadanos atenienses había quedado eliminada. La mayoría de la mano de obra esclava que trabajaba en Atenas era de origen no griego y se trataba de personas capturadas como prisioneros de guerra, sobre todo procedentes de las regiones orientales controladas por los persas: Siria, Tacia, Lidia y las costas del mar negro. Lejos de lo que suele dibujar el imaginario social la mayoría de los esclavos traídos a Atenas no eran varones fuertes en la plenitud de su juventud, sino mujeres y niños. Los hombres eran usados principalmente en las canteras o como remeros en las naves, pero solían evitar que permanecieran en la ciudad a no ser que tuvieran habilidades artesanales especiales, como veremos en seguida.
Sin embargo, si bien las guerras fueron la principal fuente de eclavos, su adquisición no se realizaba en el campo de batalla sino que a lo largo del Egeo se organizó una importante red de mercados de esclavos en la que destacaban, sobre todo las islas de Quíos, Samos y Chipre. No obstante, a lo largo del siglo V a.C el mercado de esclavos más importante del Mediterráneo no fue otro que el de Atenas. Cada semana en el ágora y cada luna nueva en el puerto del Pireo se celebraban semanalmente subastas de esclavos.
La mayor parte de estos esclavos (doulos) eran adquiridos bien por el Estado ateniense o bien por aristócratas ya que el precio de una mujer, por ejemplo, podía superar las 150 minas, lo que equivale a tres veces el salario anual de un ciudadano medio. Se trataba de bienes de lujo y, por ello, sólo las clases más adineradas ponían permitirse tener esclavos domésticos y esclavos de trabajo.
Respecto a su estatus jurídico, los esclavos no formaban parte de ninguno de los privilegios extendidos por las reformad democráticas y ello porque técnicamente no tenían ante la ley es estatus de personas sino de simples propiedades o mercancías como podría serlo una casa o un burro. En numerosas ocasiones se insiste en que no eran considerados seres humanos y ello no es cierto. Por supuesto que se consideraban miembros de la misma especie, dotados de las mismas capacidades. La esclavitud era una condición jurídica, no onotológica. Vamos a ver a lo largo del curos varios ejemplos de ello como es el caso del esclavo Menón al que Sócrates trata como un interlocutor más en sus reflexiones.
En ocasiones también confundimos la imagen del esclavo en Roma o Esparta, que los sometía a condiciones terribles con el esclavo ateniense. Si bien el amo podía encargar cualquier tarea a sus esclavos y someterlo a cualquier nivel de esfuerzo, la ley ateniense prohibía explícitamente su asesinato. De hecho, en caso de que el maltrato del amo fuera abusivo y excediese los límites poniendo en peligro su vida, los esclavos urbanos atenienses podían recurrir a un curioso sistema de protección religiosa ofrecido por el templo de Hefesto y el santuario de las Euménides a los cuales podía pedir asilo. El esclavo que recurría a la protección de estas deidades no era devuelto a su amo anterior, sino revendido a otra persona. Los éranoi podían también, usar parte de sus tesoros para conceder préstamos a los esclavos para comprar su libertad.
Dentro de las diversas categorías de esclavos que existían en el Ática destacan, ante todo los esclavos artesanos y mercaderes que disfrutaban de una vida extremadamente cómoda y de numerosas libertades. Podían vivir separados de sus amos e incluso tener su propia familia, siempre y cuando pagaran mensualmente una suma determinada extraída del fruto de su trabajo.
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