Análisis detallado del mito o símil de la línea empleado por Platón para explicar su teoría del conocimiento en la República
El segundo símil empleado por Platón en la República para explicar su teoría del conocimiento o epistemología –de una enorme relevancia histórica para el pensamiento filosófico– es el de la línea, en el cual se desarrolla una explicación simultánea de las divisiones del mundo y del conocimiento.
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La división platónica del mundo
Platón propone tomar una línea y dividirla en dos partes desiguales. La primera, situada en la región superior de la división es la que corresponde al mundo de las ideas, la segunda situada por debajo de la división es la que se refiere al mundo físico de lo visible.
a. El mundo físico
Iniciaremos el estudio del símil de la línea analizando, en primer lugar, la región correspondiente al mundo físico. Tal como se expone en el texto de la República, esta región de la realidad se subdivide, a su vez, en dos partes. Por abajo el mundo de las imágenes reflejadas y, por arriba, el mundo de las realidades físicas que son el referente de dichos reflejos.
Lo que Platón viene a decir es que en el mundo natural que nos rodea podemos reconocer la existencia de dos tipos de formas de realidad: la que corresponde a los objetos y la que corresponde a las imágenes de esos objetos.
Si comparamos una naranja y la imagen de dicha naranja reflejada en un espejo, podremos concluir que el reflejo es un tipo de realidad inferior y derivada del objeto material al que corresponde.
De modo similar, en el conocimiento podemos distinguir entre la percepción sensible que capta objetos físicos y la imaginación que se maneja con las huellas o imágenes que dichos objetos dejan en nuestra mente. Si comparamos imaginación y percepción, habremos de concluir que lo percibido tiene una entidad superior a nivel cognoscitivo que lo meramente imaginado porque en la imaginación nuestra mente puede operar libremente creando cualquier tipo de combinación mientras que en la percepción la
mente parece limitarse a percibir las cosas tal como son en el entorno natural exterior.
Respecto a este orden de realidad sólo corresponde, según Platón, el conocimiento entendido como mera opinión. La opinión falsa es la que toma por verdaderas las imágenes reflejadas y la opinión verdadera la que se corresponde a las entidades físicas.
De ello se sigue, por tanto, que respecto de la naturaleza el hombre no puede alcanzar un saber cierto y verdadero sino meras opiniones siempre parciales y no fundamentadas. En este sentido, la ciencia física para Platón no sería más que un discurso verosímil cuyo fundamento último es inalcanzable para el ser humano.
b. El mundo inteligible
Por encima del mundo sensible se sitúa el mundo inteligible en cuya cúspide se halla la idea de Bien. Desde el punto de vista ontológico, es decir, considerando el tipo de seres o entidades que habitan este mundo, Platón establece una nueva subdivisión. Por abajo encontramos los entes matemáticos respecto de los cuales es posible establecer un conocimiento discursivo y, por encima, las ideas a las que corresponde el conocimiento dialéctico o filosófico.
El conocimiento discursivo o matemático opera de la siguiente forma: parte de axiomas indemostrables y, a partir de ellos, deduce teoremas y conclusiones. Es decir, las matemáticas tienen su fundamento en un conjunto de verdades cuya demostración última desconoce.
Tomemos como ejemplo los Elementos de Euclides, en este tratado de geometría –cuya vigencia en occidente se mantuvo hasta el desarrollo de las llamadas geometrías noeculidianas en el siglo XX- se parte de un conjunto de axiomas, denominados “postulaos” que no demuestran, a partir de los cuales se deduce toda la geometría. Estos postulados son los siguientes cinco:
1. Dos puntos cualesquiera determinan un segmento de recta.
2. Un segmento de recta se puede extender indefinidamente en una línea recta.
3. Se puede trazar una circunferencia dados un centro y un radio cualquiera.
4. Todos los ángulos rectos son iguales entre sí.
5. Por un punto exterior a una recta, se puede trazar una única paralela.
En ningún momento de su obra Euclides se detiene a explicar por qué todos los ángulos rectos son iguales entre sí o por qué la sucesión de dos puntos generan una recta. Los cinco postulados se toman como inicio incuestionable de la teoría y a partir de ahí, sin crítica y sin cuestionamiento alguno, se deduce la geometría.
El conocimiento dialéctico, en cambio, opera de forma completamente inversa. Es decir, toma como base los axiomas del conocimiento discursivo y, a partir de ellos, se eleva hacia su demostración. En este sentido la filosofía, tal como Platón la entiende, es aquel tipo de conocimiento que demuestra y fundamenta todos los demás basándose en el conocimiento de lo verdaderamente real, eterno y universal que son las ideas.
¿QUÉ ES EL CONOCIMIENTO DIALÉCTICO?
Esta sorprendente capacidad que Platón atribuye a la filosofía resulta, sin embargo, oscura ya que cabe preguntarse en qué consiste exactamente el conocimiento dialéctico. ¿Cómo se realiza esta efectiva fundamentación de las hipótesis matemáticas y de todos los otros tipos de saberes?
A lo largo de la historia se han ofrecido tres interpretaciones principales de qué puede significar la dialéctica. Algunos pensadores han considerado que la dialéctica se refiere a un método, a una capacidad o al modo de saber propio del filósofo.
La idea de que la dialéctica haga referencia a un método o capacidad ha sido interpretada, a su vez, de tres formas diferentes. Así, Platón podría referirse con ello simplemente al arte del diálogo que desarrolla en su propia obra y que consiste en el análisis minucioso de cada cuestión hasta llevarla al límite descartando todas las opiniones falsas.
Podría referirse también al método de la reunión y división que consiste en distinguir entre especies y géneros, es decir, en el método capaz de identificar la pluralidad en la unidad y viceversa pudiendo alcanzar finalmente una descripción genérica del objeto estudiando. O bien podría referirse al método de las hipótesis que se establecen para poder deducir a partir de ellas la fundamentación de los principios.
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