Explicación detallada del lugar de la idea de belleza en la teoría de las ideas de Platón
LA BELLEZA:
¿EN QUÉ CONSISTE LO BELLO?
En el diálogo Hipias Sócrates dialoga con el sofista que da nombre al texto, el cual se presentaba a sí mismo bajo la figura del sabio omnisciente.
¿Qué es la belleza? le pregunta Sócrates a Hippias y éste comienza a enumerar toda una larga lista de cosas bellas: una muchacha que se baña en el mar, esa estatua que está en el ágora, la escultura de Fidias...etc. Sin embargo, Sócrates le responde que él no le está pidiendo que le de ejemplos de cosas bellas sino que le diga qué es la belleza.
Pero aquí aparece un problema:
¿qué es lo que tienen en común todas las cosas bellas?
Acerca de la belleza lo primero que sostiene Sócrates es que es, en cierto modo,
subjetiva. Aquí por subjetivo no hemos de entender lo que habitualmente
comprendemos por este término, es decir, “lo que a mi me parece bello a ti te puede parecer feo”, esta no es la tesis de Sócrates sino la del sofista Protágoras quien sostenía que la belleza es una especie de emoción que despierta en nosotros determinadas cosas y que igual que la temperatura o el sabor de un plato, depende de los gustos relativos de cada uno.
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Sócrates sostiene que la belleza más que subjetiva es relativa y ello porque todos los ejemplos ofrecidos por Hipias son ejemplos de cosas bellas y feas simultáneamente. La relatividad de la belleza consiste en que todos los ejemplos que pone Hippias son mixtos, es decir, mezcla de belleza y de fealdad y ello porque no hay nada que podamos señalar en el mundo sensible que sea plenamente bello.
Sócrates le recuerda a Hipias la famosa frase de Heráclito:
“El mono más bello es más feo que el más feo de los hombres y la muchacha más bella es fea comparada con las diosas.”
Este es el rasgo peculiar que, según Platón, tiene el mundo sensible: ninguna de las cosas que lo componen merece realmente el nombre que se le da porque las cosas físicas simplemente son imitaciones de ciertos paradigmas (eidos o ideas) que nunca consiguen alcanzar.
No obstante, habitualmente hablamos de belleza y ello indica que algún tipo de conocimiento hemos de tener de dichos modelos, de lo contrario ¿cómo podríamos habla de cosas más o menos bellas? A pesar de que no podamos ofrecer una definición de la belleza, tal como defiende Platón, podemos, sin embargo, distinguir las cosas bellas de las feas.
EL BIEN Y LA
TEORÍA DE LA REMINISCENCIA
Siguiendo la tradición platónica, el filósofo británico Georges Edward Moore analizó en uno de sus libros el problema de qué es “lo bueno”. Según Moore a esta cuestión se puede contestar dando ejemplos de actos buenos: ayudar al desvalido, devolver lo prestado…etc. No obstante, esta forma de contestar nos llevaría al problema anterior de Hipias que no daba una definición de belleza sino meramente ejemplos de cosas bellas.
Moore decidió buscar el rasgo común que tenían que tener todos los actos para poder ser llamados buenos, tomando en consideración una teoría común en su tiempo: “Lo bueno es lo placentero”.
Esta afirmación, si bien puede ser interesante no es, sin embargo, una respuesta a qué es “lo bueno”. Moore está preguntando acerca de la definición de bueno y con la afirmación anterior se está respondiendo que “todas las cosas buenas son también placenteras” pero no se está diciendo que bueno signifique placentero.
En una definición, el contenido de la definición y lo definido han de ser siempre lo mismo. Por tanto, aunque aceptemos que todo lo placentero es bueno e incluso si aceptamos que sólo lo placentero es bueno, no es lo mismo “bueno” que “placentero”.
Placentero sería una propiedad que coincide con la propiedad bueno, que se da
siempre unida a ella, pero “placentero” no es lo mismo que “bueno”. La prueba de que ésta no es la respuesta a la pregunta es el propio hecho de que todavía tiene sentido preguntar si realmente lo placentero es bueno.
La conclusión que sacan tanto Platón como Moore de esta cuestión es que “lo bueno” o “el bien” es indefinible. Que sea indefinible no quiere decir que no podamos predicar de nada la cualidad de bueno, de hecho lo hacemos a diario y estamos seguros de nuestros juicios, decimos que sabemos lo que es bueno aunque no lo podemos definir.
Según Platón esta imposibilidad se debe al hecho de que bueno es un eidos, un
paradigma o modelo que conocemos pero no a través de los sentidos. Puedo señalar cosas bellas o cosas buenas pero no puedo señalar en el mundo sensible con el dedo “lo bueno” o “lo bello”.
Entonces ¿cómo lo conocemos? Según Platón a través de otra vía que no es la
sensorial. Tal y como hemos señalado más arriba, en Platón hay un dualismo por el cual se defiende la existencia de un mundo de cosas sensibles que están en continuo cambio y un mundo de las ideas en el que se hallan los eidos o paradigmas.
Este dualismo existente en la realidad tiene su reflejo también en el ser humano, el cual está dotado de la capacidad sensible de conocer – los sentidos- y de la capacidad intelectiva – la mente o la razón- que consiste en una captación directa de cosas no sensibles.
Es mediante esta segunda vía cómo Platón explica el conocimiento de las ideas. No obstante, nuestro filósofo no afirma que los eidos estén de hecho en la mente humana sino que éstos, tal y como hemos señalado, permanecen en una región de la realidad completamente separada del mundo sensible. Pero si los eidos no habitan en nuestra mente ¿cómo los conocemos?
Para resolver esta cuestión Platón introdujo la teoría de la anamnesis o reminiscencia, altamente influenciada por las creencias órficas de su momento según las cuales los seres humanos estaban dotados de un alma capaz de transmigrar y de encarnarse en varios cuerpos a lo largo del tiempo. Según esta teoría, en un momento dado, todas las almas humanas – carentes de cuerpo- han habitado el mundo de las ideas, lugar en el
cual han conocido de primera mano estos paradigmas.
Al volver a encarnarse, las almas sufren un gran trauma por el cual olvidan sus vidas anteriores y con ello su contacto directo con las ideas. Es por ello que, cuando intuimos estos paradigmas, lo que se produce en nuestra mente, según Platón, es una especie de recuerdo de nuestra visión de las ideas, una superación de la amnesia y un retorno momentáneo al conocimiento de los eidos.
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