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¿Son falsos los diálogos platónicos?

Descubre cómo los especialistas han datado y analizado los textos platónicos que han llegado hasta nosotros



La complejidad de la transmisión de los textos platónicos a lo largo de la historia hace inevitable que surjan dudas acerca de la integridad con la que los diálogos han llegado hasta la actualidad. Estas dudas también florecieron entre los estudiosos del siglo XVIII y XIX, quienes iniciaron la labor de crear las ediciones modernas de los textos platónicos.


Las enormes lagunas temporales en la transmisión hacen aún más difícil la labor de despejar estos enigmas. En la transmisión de los manuscritos, se mencionaba que habían pasado más de quinientos años entre la época en la que Platón escribió sus textos en el siglo IV a. C. y la fecha del manuscrito medieval completo más antiguo que se ha conservado, del siglo IX. En realidad, pasaron casi 1200 años. En la edición del video se observó el error, que podría haberse corregido, pero se decidió dejarlo como ejemplo genuino de ese factor humano que afecta la transmisión de textos: pequeños errores, a veces involuntarios, otras veces modificaciones deliberadas, que se acumulan inevitablemente a lo largo del tiempo.



 

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En este caso, el problema no es grave y puede corregirse de inmediato, poniendo una fe de erratas o contrastando la información con diversas fuentes bibliográficas accesibles. Sin embargo, hace doscientos años, esto no era posible porque no había suficientes copias de los manuscritos para contrastar versiones, ni había especialistas, filólogos o historiadores dedicados a analizar, datar y corregir los textos. Además, el acceso a las bibliotecas era extremadamente complicado, lo que resultaba en que muchos de estos fallos pasaran desapercibidos durante siglos.

La filología como tal y el criterio histórico en la interpretación de los textos comenzaron a desarrollarse en Europa hasta bien entrado el Renacimiento. Con anterioridad a los primeros humanistas, es casi imposible hablar de una sensibilidad histórica en los pensadores a la hora de leer e interpretar los textos. Por tanto, casi diecisiete siglos de traducciones, copias, exégesis y comentarios fueron realizados con las mejores intenciones, pero sin el rigor que hoy en día tienen los especialistas en esta rama del saber, como los filólogos clásicos, historiadores, arqueólogos, conservadores, entre otros.

Estos vastos dos milenios que separan del Platón histórico han hecho que los investigadores se pregunten por la autenticidad y la verdadera autoría de los diálogos. ¿Cómo se puede estar seguros de que todas las obras atribuidas a Platón fueron realmente escritas por él en la Atenas clásica? ¿Cómo saber si no han sido sustituidas por otras incorrectamente atribuidas o si no son directamente falsificaciones?

Este es un tema capital que no puede ser ignorado si se desea estudiar filosofía y comprender el desarrollo histórico de las ideas que han llegado hasta hoy. Ante la pregunta sobre la autenticidad de los diálogos platónicos, de las nueve tetralogías conservadas, es decir, de los nueve conjuntos de cuatro, constituidas por 35 diálogos y un último volumen con 13 cartas, los únicos textos cuya autenticidad nunca ha sido discutida a lo largo de la historia son: Fedón, Banquete y República. Todos los demás textos atribuidos a Platón han despertado en algún momento de la historia pequeñas o grandes dudas entre los especialistas.

La lista de los diálogos

Antes de abordar el problema de la autoría, es importante responder a una pregunta clave: ¿cómo se conocen los nombres de los diálogos platónicos? ¿Cómo ha llegado hasta la actualidad la lista de los libros que escribió Platón?

Platón ha sido uno de los pensadores más influyentes en la historia del pensamiento europeo occidental precisamente porque su filosofía ha sido extremadamente popular a lo largo de la mayor parte de la vida intelectual de Europa. Prácticamente no hay siglo en el que alguien no estuviera leyendo, traduciendo o comentando a Platón, destacándolo como una figura clave para la sabiduría. Fue popular en la Antigüedad y el periodo helenístico, fue capital durante la Alta Edad Media en el mundo judío y musulmán, y extremadamente influyente en la Baja Edad Media para los cristianos. En el Renacimiento, Platón se transformó en el pensador más admirado y tuvo un impacto directo en algunas de las mentes más brillantes de la modernidad, sobre todo entre matemáticos como Descartes o Kepler.

Esta situación ha hecho que, prácticamente desde su muerte, se pueda seguir una estela de discípulos, admiradores o críticos que han dejado referencias a sus diálogos. La lista más antigua en la que se basan los especialistas, y que ofrece los títulos de todos los diálogos conocidos de Platón, se encuentra en el célebre libro Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, escrito por el historiador griego del siglo III Diógenes Laercio.

Este texto, conocido generalmente como Las vidas de los filósofos, es la mayor y más rica fuente de información que ha legado la antigüedad acerca de las biografías y la producción intelectual de los filósofos griegos desde los presocráticos hasta Sexto Empírico. Sin embargo, debido a la dificultad de acceder a las fuentes y la ausencia de métodos científicos, historiográficos y filológicos, la precisión de la información contenida en esta obra puede ser limitada. Diógenes hizo lo que pudo.

El libro es, además, muy entretenido y cuenta muchas anécdotas de los filósofos griegos, pero todo lo que Diógenes relata debe tomarse con precaución, ya que no es una crónica aséptica de hechos comprobados o basados en documentación de la época, sino más bien una mezcla de tradiciones orales, datos históricos e invenciones cosidas entre sí para hacer un texto atractivo e interesante para la lectura. La intención de Diógenes no era solo recopilar anécdotas del pasado acerca de un conjunto de filósofos aún célebres en su época, sino también conseguir vender su obra. Y lo logró, ya que el libro fue extremadamente popular.

En el libro tercero de Las Vidas, Diógenes Laercio se ocupa de Platón, comenzando con una larga biografía del pensador, seguida por una parte centrada en su herencia, testamento y discípulos, y luego por un fragmento importante donde se señala:


“Dícese, pues, que el primero que escribió diálogos fue Zenón de Elea. Y Aristóteles, en el libro de los poetas, dice lo fue Alexameno Estireo o Teyo, lo que también afirma Favorino en sus Comentarios. Pero, en mi sentir, pulió Platón su forma y estilo de manera que no se le pueda negar con justicia la gloria de la invención. El diálogo es un ‘discurso compuesto de preguntas y respuestas sobre cosas filosóficas y políticas, con decencia de costumbres en las personas introducidas en él y ornato en las palabras’. La dialéctica es ‘arte de disputar, por la cual refutamos o defendemos alguna cosa por medio de preguntas y respuestas entre los que disputan’. El carácter del estilo de Platón en sus diálogos es de dos maneras, y en ambas excelente: uno, interpretativo expositivo; y el otro, inquisitivo. El interpretativo se divide en otros dos caracteres: uno especulativo y práctico. Y aun el especulativo se divide también en dos, que son: físico y lógico, y el práctico en moral y político. (…) Sé que algunos distinguen de otra manera los diálogos de Platón: llámanlos a unos dramáticos, a otros narrativos y a otros mixtos; pero éstos dan una distinción de ellos más propia de la escena trágica que de la escuela filosófica. De estos diálogos, pues, unos versan sobre la física, como el Timeo; otros sobre la lógica, como el Político, el Crátilo, el Parménides y el Sofista; otros sobre la moral, como la Apología, el Critón, el Fedón, el Fedro, el Banquete, el Menexeno, el Clitofón, las Epístolas, el Filebo, el Hiparco y el Anterastes; otros sobre la política, como son la República, las Leyes, el Minos, el Epinomis y el Atlántico. Otros versan sobre la institución, como los Alcibíades, el Teages, el Lisis y el Laques. A los de proyectos pertenecen el Eutifrón, el Menón, el Ion, el Cármides y el Teeteto. Acusativo es el Protágoras, y el Eutidemo, los dos Hipias y el Gorgias son destructivos. Baste esto acerca de la naturaleza y diferencias del diálogo.”


Esta lista, datada en torno al año 220-230 d. C., ofrece una visión de los diálogos platónicos. No obstante, Diógenes continúa y hace referencia a otras listas conocidas, concretamente a la organización de Trasilo en tetralogías, en grupos de cuatro, que se convirtió en la clasificación más utilizada hasta el Renacimiento. Esta clasificación es la misma que recogen los manuscritos del siglo .. IX mencionados anteriormente. Trasilo de Alejandría, consejero del emperador Tiberio, elaboró esta clasificación en el siglo I d. C. La lista es la siguiente:

  1. Eutifrón, Apología, Critón y Fedón.

  2. Crátilo, Teeteto, Sofista, Político.

  3. Parménides, Filebo, Banquete, Fedro.

  4. Alcibíades mayor, Alcibíades menor, Hiparco, Amantes rivales.

  5. Teages, Cármides, Laques, Lisis.

  6. Eutidemo, Protágoras, Gorgias, Menón.

  7. Hipias mayor, Hipias menor, Ion, Menexeno.

  8. Clitofonte, República, Timeo, Critias.

  9. Minos, Leyes, Epínomis y las 13 cartas.



Frente a esta versión, Diógenes nos ofrece una lista claramente más nutrida, pero sorprendentemente, a continuación, expresa sus dudas respecto a la autoría de algunos diálogos, poniendo sobre la mesa el problema de los espurios, es decir, de las falsas atribuciones.


“Así distribuye Trasilo, con algunos otros, los libros de Platón. Pero otros, de cuyo número es el gramático Aristófanes, dividen los diálogos en trilogías. El primero contiene la República, el Timeo y el Critias. El segundo contiene el Sofista, el Político y el Crátilo. El tercero, las Leyes, el Minos y el Epínomis. El cuarto, el Teeteto, el Eutifrón y la Apología. El quinto, el Critón, el Fedón y las Cartas. Los demás van separados y sin orden especial. Algunos empiezan, como ya se dijo, por la República; otros, por Alcibíades mayor; otros, por Teages; otros, por Eutifrón; otros, por Clitofonte; otros, por Timeo; otros, por Fedro; otros, por Teeteto, y otros, finalmente, empiezan por la Apología. 34. Se tienen por espurios los diálogos siguientes: el Midón o Hipostrofo, el Eurixias o Erasístrato, el Alción, el Acéfalo o Sísifo, el Axioco, el Feaces, el Demódoco, el Quelidón, el Séptima, y el Epiménides, de los cuales el Alción parece ser de un tal León, según afirma Favorino en el libro V de sus Comentarios.”

Este Favorino al que hace referencia Diógenes es Favorino de Arlés, un filósofo sofista del siglo II, que también parece haber comentado el orden y la autenticidad de los diálogos platónicos. Lamentablemente, su obra se ha perdido, y solo se conoce por medio de referencias indirectas en otros textos como este de Diógenes, Filóstrato o la Suda, una enciclopedia bizantina del siglo X.



El problema de las falsificaciones no es una cuestión surgida a raíz de las investigaciones contemporáneas o de finales del siglo XVIII, sino que ya era considerado por los antiguos. La pregunta que surge ahora es: ¿por qué falsificaciones? ¿Para qué querría alguien hacer pasar por platónicos textos que no lo eran?

Esta cuestión lleva a una de las épocas más fascinantes de la antigüedad: la rivalidad entre las bibliotecas de Alejandría y Pérgamo durante los siglos II y III de nuestra era. La competencia entre los reyes ptolemaicos y los atálidas en todos los niveles los llevó a emprender una carrera para crear el mayor centro de saber del mundo conocido, y para ello necesitaban llenar las salas de sus grandes bibliotecas de libros. Las técnicas para conseguirlos fueron muy variadas e incluían desde el robo y el expolio, hasta la compra pacífica de manuscritos. Vender un libro raro o desconocido a una de estas bibliotecas podía ser un negocio muy lucrativo para los editores y libreros del momento, por lo que no es sorprendente que proliferara la creación de falsos diálogos platónicos, tratados aristotélicos y todo tipo de textos atribuidos a figuras destacadas del pasado.

Existen numerosos testimonios antiguos de plagios, robos de obras de otros autores y técnicas que consistían en atribuir una obra a un autor más conocido y famoso. Esta es una de las razones fundamentales por las que se encuentran tantos diálogos espurios atribuidos a Platón y listas tan diferentes.

Qué se salva de la lista de Diógenes Laercio

Ante este panorama, surge la pregunta: ¿qué es auténtico y qué no lo es? Aunque no existe un consenso universal al respecto, de forma general, desde mediados del siglo XX, la situación es la siguiente:

Los diálogos que han sido completa y unánimemente rechazados como falsas atribuciones a Platón son: Alcibíades II, Hiparco, Amantes o Rivales, Teages, Clitofón y Minos. Curiosamente, los especialistas indican que todos ellos fueron redactados en la época de Platón, es decir, fueron contemporáneos porque presentan características propias de la escritura ática del momento, salvo el Alcibíades II, que parece ser muy posterior. Por tanto, quizá no fueran plagios deliberados, sino obras de algunos de sus discípulos que emularon simplemente el estilo del maestro y que, siglos después, fueron atribuidas al propio Platón.

En segundo lugar, existe un grupo de diálogos discutidos, es decir, aquellos textos en torno a los cuales todavía hay debates y que la mayoría de los especialistas tienden a considerar también falsos, aunque unos pocos sí los dan por auténticos. Los dudosos son: Alcibíades I, Ion, Menexeno, Hipias mayor, Epínomis y la mayoría de las 13 Cartas. Solamente las cartas 6, 7 y 8 son generalmente aceptadas como auténticas.

Finalmente, la autenticidad de los otros diálogos parece aceptable, aunque no hay un consenso completamente unitario al respecto. Simplificando mucho los debates académicos sobre la cuestión, se podría decir que 24 diálogos serían ciertamente de Platón.

Cronología

Aunque se ha decidido tomar provisionalmente como auténticos los 24 diálogos reconocidos generalmente por la mayoría de los historiadores, los problemas no terminan aquí. Al disponerse a leerlos, surge otra duda importante: ¿por dónde empezar? Es decir, ¿cuál es la cronología, el orden de los diálogos?

Lamentablemente, Platón no dejó ninguna pista ni indicación al respecto, y esto no es un problema menor. Como se verá en detalle en próximas sesiones, el pensamiento de Platón no fue estático. El filósofo tuvo la suerte de vivir muchos años, según las fuentes, 80, y escribió durante gran parte de su vida. Con el paso del tiempo, su forma de comprender el mundo cambió, por lo que no se puede tomar la obra platónica en bloque y afirmar que “Platón pensaba A o pensaba B”. Siempre que se pretenda hablar de su pensamiento, será necesario referirse con precisión a la etapa de su vida en la que pensaba eso y, para ello, es fundamental conocer el orden en el que fueron escritos sus diálogos. Este problema ha dado trabajo y dolores de cabeza a los historiadores y filólogos durante los últimos 220 años.

Cómo determinar la cronología

Desde finales del siglo XVIII, especialistas de diversos campos se han dedicado a la ardua tarea de intentar ordenar cronológicamente la obra platónica, utilizando diversas técnicas, entre las cuales destaca la estilometría o método estilométrico, que se ha ido refinando a lo largo del tiempo.

La estilometría consiste en una tarea centrada en analizar las diversas características y niveles de un texto con el fin de determinar su autoría. Fundamentalmente, es una técnica de cuantificación estadística capaz de establecer una relación directa entre el estilo de escritura de un texto y los datos contenidos en él, como su curva emocional o su fecha de redacción. Este método tiene en cuenta diferentes aspectos lingüísticos, como el léxico, la morfología, la sintaxis y la semántica. Asimismo, se consideran los aspectos históricos del texto, si hace referencia a hechos, personajes o lugares que se pueden datar temporalmente, y el aspecto filosófico, que revele semejanzas con la esencia de la filosofía de Platón o discrepe de ella. Sin embargo, el criterio más utilizado para ordenar los diálogos ha sido el análisis del propio lenguaje de los textos, ya que la forma en que cada persona escribe, habla o se expresa, tiene una serie de giros inconscientes, una serie de tendencias de construcción, repeticiones y muletillas que son tan únicas e identificativas como una huella dactilar.

El primer especialista en estudiar la obra platónica desde este punto de vista fue el teólogo y filólogo alemán Friedrich Schleiermacher (1768-1834), quien publicó una edición completa de las obras platónicas entre 1804 y 1828. Schleiermacher buscó las hapax legomena, es decir, palabras que solo aparecen una sola vez en un contexto muy determinado. En 1867, Lewis Campbell utilizó un método distinto, centrado en la cadencia rítmica del texto, el uso de palabras inusuales y el empleo de los puntos y aparte. Dittenberger (1881) investigó la aparición de diversos usos de τί μήν (como respuesta afirmativa) y de diversos tipos de partículas comparativas, analizando las tasas relativas de uso de cada una. Morris Schanz estudió el uso que hace Platón de varios sinónimos para expresar "realmente" o "verdaderamente", y Walbe descubrió que el uso que Platón hacía del adjetivo σύμπας (que puede traducirse como "todo junto") aumentaba con el tiempo. Kaluscha creó un método para contar cláusulas en las sentencias, descubriendo 32 variedades diferentes y rastreó la frecuencia de su aparición en cada diálogo. Afirmaba que en las Leyes, Platón favorecía cinco cláusulas específicas.

En el siglo XX, en 1956, se realizaron los primeros estudios con ordenador y software especializado en Nueva York, como es el caso de la investigación de Booth y Cleave. Hoy en día, los filólogos están trabajando para integrar las enormes capacidades de la inteligencia artificial para encontrar patrones en los textos y ayudar a comprenderlos mejor. Cada trabajo ha dado resultados semejantes en algunos aspectos y diferentes en otros, por lo que nadie ha logrado todavía una lista definitiva e incuestionable, manteniendo vivos los debates en congresos y publicaciones especializadas.

Conclusión

Ante toda esta complejidad, es necesario tomar decisiones para poder avanzar. Por ello, se ha optado por basar el estudio de la filosofía de Platón en el orden cronológico de la edición Burnet, que es la edición en la que se basan la inmensa mayoría de traducciones que se encuentran hoy en día en las librerías. Este enfoque permite un acceso más sencillo a los textos para cualquier persona interesada, sin necesidad de recurrir a libros descatalogados o accesibles solo en bibliotecas especializadas.

Se tomará este orden como provisional, dejando a los especialistas la labor de seguir explorando estas fascinantes cuestiones sobre los textos platónicos. Sin embargo, se avanzará siempre con una perspectiva consciente de la enorme dificultad que implica estudiar el pasado y la razón por la que es imposible hacer afirmaciones categóricas sobre lo que pensó o no pensó Platón.

Pretender que existen lecturas definitivas o interpretaciones ciertas e incuestionables de su pensamiento es anticientífico y contrario a todo sentido académico. Aunque aquellos que estudian para un examen o una oposición no tendrán más remedio que repetir apuntes, la interpretación de un profesor o la información de un manual, es importante no confundir lo que es una simplificación con la verdadera profundidad del asunto.

En futuras clases, se explorarán además otros factores que han moldeado la visión de la filosofía platónica, como los puntos de vista de los grandes intérpretes y comentaristas, las traducciones, los contextos religiosos o los intereses políticos que han influido enormemente en la interpretación de su pensamiento. Desde Agustín de Hipona, pasando por Avicena, Marsilio Ficino, Galileo o Derrida, cada época ha ofrecido una visión distinta de los diálogos platónicos. Esto es solo el comienzo.


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