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Aristóteles: mundo sublunar

Actualizado: 25 mar 2019

Explicación de las características y rasgos fundamentales del mundo sublunar tal y como es definido en la física de Aristóteles




 

EL MUNDO SUBLUNAR EN LA FÍSICA DE ARISTÓTELES


 

La abrumadora regularidad de la mayor parte de los fenómenos naturales atrajo la atención de Aristóteles, un filósofo centrado en lo cotidiano que no gustaba de lo excéntrico o maravilloso.

Para nuestro autor la verdadera maravilla de la naturaleza estaba en su regularidad indoblegable, en su orden eterno y en su capacidad de mantenerse indefinidamente en el tiempo sin degradación aparente. Que el mundo haya sido, sea y siga siendo tal y como es, resultaba mucho más sobrecogedor que aquellos despliegues singulares de irregularidad accidental.



Los únicos cuerpos que habitan el mundo supralunar son, según Aristóteles, las estrellas fijas, las errantes y las esferas de ahí que todo lo relativo a la aparición de otro tipo de fenómenos celestes -tales como los cometas o las auroras boreales-, no pueda ser interpretada más que como el desarrollo de procesos que tienen lugar en el espacio físico de los compuestos mixtos. Es decir, si bien parece que este tipo de apariciones están “altas en el cielo” la distancia que hay entre ellos y nosotros no puede superar, en ningún caso, la región delimitada por la esfera de la Luna.



 

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La dicotomía ontológica que caracteriza el sistema físico aristotélico obliga a entender que procesos poco frecuentes, que exhiben desplazamientos irregulares y que parecen sufrir diversos tipos de alteraciones en su desarrollo no pueden pertenecer a la región propia de lo eterno e inmutable. Tanto la composición material como la explicación de los movimientos de todos estos de objetos celestes debe ser remitida a los cuatro elementos sublunares.

Sin duda, las noticias respecto a la observación de cometas y otros fenómenos lumínicos debió llamar la atención de Aristóteles, sin embargo, su sistema físico basado en la necesidad y la cognoscibilidad de lo natural impedía tomar dichos casos como objetos dignos de un estudio detallado.


No obstante, a pesar del poco interés que Aristóteles demuestra respecto de aquello que, en la Edad Media, vendría a ser conocido como fenómenos praeternaturales o anómalos, dedicó parte de los Meteorológicos a exponer su opinión acerca de ellos. No debemos olvidar, por tanto, que el tratamiento superficial y breve que ofrece a cuestiones que posteriormente pasaron a convertirse en el eje de las preocupaciones de la ciencia moderna no se debe a una incapacidad teórica, sino al difícil encaje que tiene el estudio de lo que ocurre raras veces en el sistema natural aristotélico. De hecho, al comienzo de los MeteorológicosAristóteles advierte que va a comenzar a hablar de fenómenos que se desarrollan “de manera más desordenada que la del primero de los elementos corpóreos” (Meteor. I 1,338b1-3).


El desorden, por tanto, impide alcanzar la máxima efectividad explicativa esperada para una ciencia como la física porque las capacidades cognoscitivas humanas fallan ante la inmensa cantidad de variables accidentales que lo conforman. Aristóteles mismo confiesa que “para algunas de estas cuestiones carecemos de explicación, otras, en cambio, llegamos a comprenderlas en cierto modo” (Meteor.I 1, 339a6).


Fuente: Minecan, Ana Maria C., Fundamentos de física aristotélica, Ediciones Antígona, Madrid, 2010.

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