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Aristóteles: el motor inmóvil

Explicación de las propiedades y el lugar que ocupa el motor inmóvil en la filosofía aristotélica





 

EL MOVIMIENTO Y LA NECESIDAD DEL MOTOR INMÓVIL


 


La concatenación de todo el movimiento natural que se defiende en la Física llevó a Aristóteles a tener que postular la existencia de un mecanismo capaz de mantener en marcha todas las mutaciones sin caer, al mismo tiempo, en un absurdo regreso al infinito: el motor inmóvil.


Para comprender el papel de este principio responsable, en último término, de la permanencia en el ser de todo lo natural, hemos de recuperar la argumentación aristotélica en torno a la estructura del proceso de generación de todo movimiento. Según el Estagirita, todo movimiento exige la existencia de dos elementos: algo que mueve y algo que puede ser movido (Fís.VII 1, 241b1). Ahora bien, todo motor se mueve al mover. Cuando la mano lanza una piedra hace que ésta se mueva como consecuencia del movimiento del brazo, de modo que sin el primer movimiento no podría existir el segundo.



 

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De la misma forma, cada una de las esferas –los motores intermedios– mueve o arrastra por contacto a la siguiente moviéndose ella misma como consecuencia del arrastre producido por la esfera que la engloba. En este sentido, el movimiento es transmitido mecánicamente de un motor a otro por contacto directo y mediante un proceso en el cual tanto lo movido como lo que mueve están en movimiento (Fís.VII 2, 243a30-35).


Sin embargo, no es posible postular un número infinito de motores que muevan moviendo sino que debe establecerse un corte en la cadena que funcione a modo de inicio de todo el movimiento. Si hubiera un número ilimitado de motores, el movimiento jamás lograría llegar al mundo sublunar porque tendría que recorrer precisamente aquello que no puede ser recorrido, el infinito, hecho que abocaría al mundo natural a la absoluta desintegración.


El regreso al infinito debe detenerse pero para ello, el punto de corte o principio de todo movimiento debe ser, necesariamente, inmóvil porque si se moviera sería imprescindible señalar la causa de su movimiento y, de nuevo, otro motor anterior. “Puesto que es preciso que haya siempre movimiento y que no se interrumpa jamás, tiene que haber necesariamente algo eterno que mueva primero, y lo que primero mueva, sea uno o más, tendrá que ser inmóvil." (Fís.VIII 6, 258b10-15)


Pero si el primer motor ha de permanecer en reposo mientras mueve su constitución no puede ser material porque todos los motores materiales comunican movimiento moviéndose, de ahí que Aristóteles se vea obligado a establecer, por coherencia lógica, la inmaterialidad del primum mobile.


No obstante, surge aquí otro problema porque si el primer motor no es un cuerpo ¿cómo puede transmitir su movimiento en un sistema físico en el que no existe la acción a distancia? El carácter inmaterial del primer motor impide que pueda estar en contacto con la esfera de las estrellas fijas compuesta por materia etérea porque el contacto sólo se da, por definición, entre los cuerpos físicos. La forma en la que el primer motor transmite su movimiento debe ser, por tanto, distinta a cualquier proceso natural.


Para hallar la explicación que Aristóteles ofrece de este extraño modo de actuar es necesario abandonar la Físicay adentrarse en el libro XII de la Metafísicadonde nuestro autor sostiene que el efecto producido por el primer motor es un tipo de atracción inmaterial derivada de su perfección.


Según el Estagirita el principio que mueve eternamente es forma y actualidad pura ya que si en él hubiera un ápice de potencialidad podría sufrir algún cambio para actualizarse completamente y, con ello, dejar de ser inmóvil. El modo en el que este primer motor mueve es semejante al efecto que tiene lo deseable y lo inteligible sobre la voluntad del ser humano que son capaces de alterar sin moverse ni ser, a su vez, movidos (Met.XII 7, 1072a25-30). Es decir, los objetos de deseo pueden provocar nuestra atracción sin que entren en contacto de ninguna manera con nosotros. Un ejemplo de ello podría ser el deseo de un individuo de convertirse en un gran pintor.


Dicho deseo carece de cualquier tipo de consistencia material, no ocupa un lugar ni se le puede atribuir, como tal, un cuerpo y, sin embargo, puede llevar al individuo a realizar toda una inmensa cantidad de acciones que le lleven finalmente a su cumplimiento. En este sentido, es posible constatar la existencia de un peculiar tipo de motores de la acción que, sin tener una consistencia material, sin alterarse de ningún modo y sin estar, propiamente, en contacto con el objeto al que infunden movimiento, son capaces de producir cambios en él.

El objeto de los deseos suele ser siempre, según Aristóteles, lo bello y lo deseable que son, al mismo tiempo, idénticos a lo inteligible es decir, a la esencia. De esta forma el pensamiento es animado primero por algo inteligible que después pone en marcha al cuerpo para lograr el fin perseguido. Si esto se extrapola al caso del motor inmóvil que ha sido definido como esencia pura, su actualidad perfecta lo convierte en el objeto más bello y deseable de todos.


Las esferas –y con ellas la totalidad de lo natural– se mueven finalmente gracias a este motor que actúa para ellas como como causa final, es decir, como objeto máximo del deseo. De ahí que Aristóteles sostenga que “el ser inmóvil mueve con objeto del amor, y lo que él mueve imprime el movimiento a todo lo demás.” (Met.XII 7, 1072b2) Es decir, la perfección del primer motor actúa a modo de atracción erótica para las esferas que intentan alcanzarlo constantemente sin poder llegar a hacerlo nunca porque su materia las obliga a girar siempre en círculos perfectos fuera de los cuales no pueden salir.


Fuente: Minecan, Ana Maria. C,. Fundamentos de física aristotélica, Antígona, 2018.

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