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Alejandro Magno y las filosofías helenísticas

Análisis del impacto de la transformación política de Grecia de la mano de Alejandro Magno el desarrollo del estoicismo y el epicureísmo



 

ALEJANDRO MAGRNO Y LA

IDENTIDAD GRIEGA


 


Hasta la llegada de Alejandro al poder, el ciudadano griego definía su identidad mediante su pertenencia a una polis entendida como un conjunto específico de ciudadanos. En este sentido, la polis no era un lugar geográfico ni una ciudad determinada – de hecho muchas polis cambiaron su ubicación- sino que se refería más bien al conjunto de normas políticas, éticas y sociales que definían e identificaban a un grupo de ciudadanos.



Esta forma de organización y de construcción de la identidad personal de los griegos de la época clásica fue absolutamente disuelta por la nueva política monárquica y hegemónica instaurada por el rey macedonio que inauguró un nuevo sistema de gobierno en el cual la voluntad que estructuraba todo el ámbito legal y político era la del propio Alejandro.


 

Antes de continuar con nuestro estudio del impacto de la figura de Alejandro Magno sobre la formación de las escuelas de filosofía escéptica, estoica y epicúrea, si estás interesado en profundizar en el conocimiento de esta capital etapa de la historia de la filosofía, te recomendamos estos dos excelentes cursos online.




 


En este nuevo marco el antiguo ciudadano griego perdió completamente su identidad, ya que, literalmente, no sabía cómo definirse a sí mismo al haber perdido su punto de referencia central: la polis.


El mundo cerrado de los griegos, en el cual todos los ciudadanos se conocían entre sí desapareció como consecuencia de una descomunal ampliación territorial en la cual el eje central del foro político se había expandido hacia

el Este.



 

LA AMPLIACIÓN DE LOS LÍMITES

HACIA EL ESTE


 


Alejandro Magno no sólo se limitó a conquistar otros pueblos sino que también se dedicó a fundar numerosas ciudades – llamadas todas ellas Alejandrías- en las que invirtió gran parte de los fondos de sus conquistas para atraer a nuevos pobladores y crear nuevos oficios y puestos de trabajo, hecho que estimuló, por primera vez en la Antigüedad, un significativo tránsito territorial promovido por intereses económicos.


Un ejemplo de ello es la fundación del Museo en la Alejandría de Egipto, en el cual se financiaba con fondos públicos el trabajo de los filósofos.


Como consecuencia de la gran crisis económica que sucedió a la muerte de Alejandro – debida a los inmensos gastos producidos por enfrentamiento bélico entre sus antiguos generales- apareció una enorme inseguridad ciudadana. En las pequeñas polis de la etapa anterior la inseguridad era prácticamente inexistente y se limitaba a casos concretos de piratería en el Mediterráneo. No obstante, la crisis económica y la pérdida de los puestos de trabajo fomentó el crecimiento de la marginalidad y la delincuencia en las megalópolis fundadas por Alejandro.


Por otro lado, las guerras entre los generales produjeron un número cada vez más elevado de bajas civiles, hecho completamente insólito en la etapa anterior. Para los griegos del periodo clásico la guerra era un proceso altamente ritualizado en el cual intervenían sólo soldados voluntarios que luchaban uno a uno y siempre con contrincantes del mismo rango social. En la Grecia de Sócrates o Platón no luchaban los esclavos y tampoco se empleaba ningún tipo de mercenario.


Alejandro transformó completamente el modo de hacer la guerra, organizando

ejércitos profesionales dirigidos por una estrategia fría en la cual la ritualización perdió todo su sentido.


Este nuevo contexto llevó a la filosofía a tener que dar respuestas a inquietudes que antes no existían. La transformación histórica había dado lugar a una situación generalizada de miedo que tenía que resolverse por medio de algún camino que pudiera ofrecer algo de tranquilidad anímica.



 

EL ESPACIO POLÍTICO


 

Desde el punto de vista de la consideración del espacio político, la filosofía ofreció tres respuestas diferentes que corresponden a las tres grandes corrientes de pensamiento que dominaron el periodo helenístico.



1. ESTOICISMO: Dado que el espacio de la polis ha desaparecido y se ha

transformado en un imperio exageradamente amplio, el espacio de interacción

ética también debe seguir la misma línea. En este sentido, no sólo hay que

preocuparse, en términos éticos, por los más cercanos sino por todos los

individuos que forman la cosmópolis (la totalidad del mundo). Es decir, aparece

la idea de la búsqueda de una unidad ética y política global bajo la convicción

de que todos somos iguales, todos ciudadanos del mundo.


2. EPICUREÍSMO: Dado que la polis ha desaparecido, en vez de ampliar el ámbito ético, lo que debe hacerse es reducirlo radicalmente al ámbito estricto de los más íntimos y cercanos: los familiares y amigos. La responsabilidad ética, por tanto, sólo debe abarcar a un pequeño grupo de allegados y dar la espalda al

gran universo político creado por Alejandro. El ser humano debe apartarse de

la política en la cual ya no es posible intervenir de forma activa y directa y

recluirse al margen de la sociedad para buscar su propia felicidad.



3. ESCEPTICISMO: La tercera posición representa una postura intermedia entre las dos anteriores, en la cual se opta por eliminar completamente el elemento

político manteniendo, no obstante, la visión universal de la ética de los

estoicos.



 

EL ASPECTO FILOSÓFICO


 

En lo que respecta a la transmisión de la filosofía podemos encontrar también tres opciones diferentes en la visión de estas corrientes.


1. ESTOICISMO: El estoicismo recibe su nombre del lugar en el cual los miembros de esta escuela impartían sus clases, la stoa, un pórtico pintado que estaba ubicado en una de las plazas públicas de Atenas. De esta forma los estoicos tomaron el espacio público como marco de sus enseñanzas impulsados por la idea de que la filosofía tenía que ser accesible a todos los seres humanos por igual, fueran estos hombres o mujeres, esclavos, nobles, metecos o soldados.



2. EPICUREÍSMO: El epicureísmo optó por la reclusión de un pequeño grupo de amigos y familiares en la casa privada de Epicuro que contaba con un gran

jardín rodeado por un muro, de ahí que la escuela fuese conocida

posteriormente como “El jardín”. Aislados por completo de la sociedad, los

epicúreos también aceptaban a cualquier clase social siempre y cuando los

integrantes estuvieran unidos por lazos familiares o de amistad. Para los

primeros estoicos existían dos estados emotivos contradictorios en el ser

humano: el placer, definido como ausencia de dolor y el dolor entendido como

ausencia de placer. Las escuelas posteriores introdujeron la idea de que la

neutralidad también es un tipo de placer (es decir aquel estado que se produce,

por ejemplo tras saciar la sed y antes de que esta se sienta de nuevo), por lo

tanto, el objetivo de la vida buena debe ser el de prolongar la neutralidad

controlando los dolores.



3. ESCEPTICISMO: Los escépticos no tuvieron una sede determinada sino que

intentaron entrar siempre en las escuelas de los demás para poder poner en

práctica sus críticas. Debido al hermetismo del epicureísmo los escépticos no

pudieron jamás discutir sus posiciones. Sin embargo, sí pudieron acercarse a la

stoa, infiltrarse entre el público sin ser identificados y discutir con ellos. La

consecuencia fundamental de esta interacción entre escépticos y estoicos fue

la modificación y mejora constante por parte de ambas escuelas de sus teorías

y argumentos. En un plazo muy breve de tiempo las tesis estoicas

evolucionaron notablemente. De hecho, sabemos que Crisipo, uno de los

principales estoicos del periodo helenístico, llegó a escribir más de 90 libros

llegando incluso a redactar diez o doce versiones de un solo texto en las cuales

iba perfeccionado y mejorando sus argumentaciones.


Tal como hemos señalado, el epicureísmo no era una escuela abierta y su estructura interna de funcionamiento estaba lejos de parecerse a la de la Academia o al Liceo de Aristóteles en las cuales los alumnos podían hacer preguntas y tener voz.


En el Jardín de Epicuro solamente hablaba el maestro. Esta forma de organización era muy parecida a la de las corrientes orientales, al igual que la consideración de Epicuro como un personaje sabio – casi santo- y no como alguien que aspira a serlo.



El centro de las especulaciones de Epicuro fue fundamentalmente práctico ya que el tema principal de su filosofía fue la felicidad y el modo de alcanzarla. Para Epicuro el ser humano está atormentado por tres tipos de miedos que le impiden ser feliz.



a) El miedo a los dioses

b) El miedo al destino

c) El miedo a la muerte


Todos y cada uno de estos miedos se liberan, según el epicureísmo, estudiando y

profundizando en el conocimiento del mundo. Este conocimiento es el que permite comprender que los tres miedos anteriormente citados son absurdos y carecen de sentido.


a) No se debe temer a los dioses ya que si estos son realmente perfectos

entonces no necesitan interactuar con los seres humanos de ninguna manera,

ni para beneficiarlos ni para dañarlos.


b) Tampoco se debe tener miedo al destino ya que la creencia en él es una mera

superstición derivada del desconocimiento de que todo el mundo está regido

por el azar. No hay nada que nos espere de antemano.


c) En lo que respecta a la muerte, Epicuro sostiene que no debemos temerla

porque “mientras nosotros estamos, ella no está y cuando ella está, nosotros

ya estamos.”


La liberación de este tipo de miedos que producen intranquilidad da lugar, según Epicuro, al llamado estado de ataraxia, que consiste en la ausencia total de

preocupaciones y en el logro de un equilibrio pleno en el cual nada nos puede afectar.


El camino para alcanzar la ataraxia consiste en la liberación del dolor. El dolor es, por tanto, un motivador ético que nos mueve a evitar nuestro propio sufrimiento y el de nuestros allegados.



El concepto epicúreo de ataraxia muestra un gran parecido a la noción budista del nirvana. Este hecho encuentra una explicación histórica que nos permite comprender el grado de relación y contagio que hubo entre oriente y occidente en la época del helenismo.



Uno de los filósofos más próximos al epicureísmo – no fue epicúreo sino un físico democríteo que tuvo gran peso en la escuela de Epicuro- fue voluntario en la campaña de Alejandro Magno y estuvo presente cuando las tropas se encontraron en el Hundú Kush con los gimnosofistas (término que significa literalmente “sabios desnudos”).


Alejandro se reunió con Cálano, el líder de un grupo de brahmanes que solían actuar como consejeros de los reyes en temas políticos. En la conversación que ambos mantuvieron, y que hoy en día conservamos, hablaron de todo tipo de cuestiones: filosofía, política, ética, pero también sobre la propia naturaleza de la campaña de Alejandro. Asombrado por la llegada del rey macedonio a unas tierras tan lejanas, Cálamo le preguntó qué le había llevado a hacer algo así. Alejandro contestó basándose en la idea de la tranquilidad del alma: su objetivo final era la conquista completa del mundo para poder, finalmente, sentirse tranquilo.



Si bien Alejandro no quedó muy impresionado con el ascetismo de los brahmanes – que consideraba fruto de la mera excentricidad- algunos de sus soldados filósofos sí que asimilaron muchas de sus ideas.


Uno de los más importantes partícipes en la campaña de Alejandro fue Pirrón de Elis, fundador de la escuela escéptica que se quedó fascinado por la incomodidad aparente en la que vivían los gimnosofistas (dormían sobre el suelo, al raso de noche, no se protegían del sol, apenas comían y bebían) que, a pesar de ello, afirmaban ser felices.

Influenciados en la misma media por el pensamiento de los gimnosofistas y el

pensamiento budista, los epicúreos establecieron que el problema fundamental del ser humano son los deseos cuya satisfacción conduce inevitablemente al dolor.


Por tanto, el control del dolor exige, en primer lugar, un conocimiento específico de todos los tipos de deseos que son propios del ser humano. Según Epicuro, los deseos se pueden dividir en dos grandes grupos:



a) Deseos naturales: proceden de la naturaleza o de nuestra constitución biológica natural como es el caso del deseo de beber agua cuando se tiene sed.


a. Necesarios:

i. Para la vida

ii. Para la salud

iii. Para la felicidad


b. No necesarios


b) Deseos no naturales: estos deseos no proceden de la naturaleza sino de otras

fuentes como es el caso del deseo de fama y prestigio que tiene su origen en la

sociedad.


La clave para alcanzar la felicidad es, según Epicuro, cumplir la menor cantidad posible de todos estos deseos logrando, con ello, el menor dolor asociado. Los deseos naturales necesarios hay que evitar cumplirlos en la medida en que no colisionen uno con otros. Es decir, si comer puede dañar nuestra salud porque, por ejemplo, deteriora la dentadura, es sin embargo necesario para la vida, por tanto hay que cumplir dicho deseo siempre que sea con medida. Los naturales no necesarios –que pueden cumplirse o no sin consecuencias graves para la felicidad, como el deseo de reproducirse- hay que intentar no saciarlos siempre que ello sea posible.



Finalmente, los deseos no naturales deben evitar ser cumplidos siempre y sin excepción. Los estoicos, por su parte, no hablaron de deseos sino de pasiones. Para ellos, todo lo que no proceda directamente de la razón, que es la guía de la virtud humana, es malo en términos éticos.



La filosofía estoica está marcada, además, por un alto nivel de fatalismo. No importa lo que hagamos; actuemos racional o irracionalmente el ser humano no será capaz jamás de cambiar absolutamente nada del curso y las leyes del logos. La vida humana es, para los estoicos, como un río: la podemos vivir nadando a favor de la corriente o en contra. Si lo hacemos a favor llegaremos con comodidad al mismo punto, la muerte, pero si lo hacemos en contra también llegaremos a la muerte, pero con dolor y

cansancio.

Pirrón de Elis trajo de su contacto con los gimnosofistas en la campaña de Alejandro Magno un lema que vertebraría toda su filosofía: “nada es más”. Con ello, Pirrón se refería a que “nada es más positivo que negativo”, “nada es más correcto que incorrecto”, “nada es más verdadero que falso”. Es decir, respecto de cualquier cosa siempre se podrá argumentar suficientemente su contrario.



Una de las críticas constantes que se le han hecho a lo largo de la historia al

escepticismo es su falta de coherencia, ya que parecería que los escépticos sostienen que no existe ninguna verdad excepto aquella según la cual la filosofía escéptica es la verdadera.


Esto, sin embargo, responde a un error de interpretación que no se

corresponde con la verdadera teoría escéptica ya que un filósofo escéptico nunca iniciaba una conversación, nunca afirmaba una premisa inicial sino que esperaba a que otro sostuviera una tesis y, sólo entonces, comenzaba a defender lo contrario.


Así, si un interlocutor ofrecía tres argumentos sólidos para defender una determinada postura, el escéptico desarrollaba otros tres argumentos contrarios igualmente coherentes generando siempre un equilibrio que impedía decantarse por una u otra opción.


El objetivo del escéptico no era el de destruir la tesis del contrario para

imponer la suya sino el de mostrar que, sea cual sea la cuestión tratada, jamás hay argumentos suficientes para decantarse definitivamente por una u otra oposición. De ello se concluye, precisamente, que no se puede llegar a ninguna conclusión y que el único camino válido es la “suspensión del juicio”. Es decir, abandonar toda pretensión de sostener verdades.


Este estado, el de la epojé o suspensión del juicio es el que precisamente produce la felicidad. Es decir, para los escépticos la búsqueda constante de verdades y soluciones a los distintos problemas es lo que genera angustia en el ser¡ humano. Dado que jamás llegaremos a saber nada, el abandono de toda pretensión de juicio es lo único que realmente nos puede conducir a la calma buscada.

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