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Los sofistas y el relativismo ético

¿La defensa del relativismo cultrual por parte de Protágoras desde el punto de vista ético implica la posibilidad de afirmar que cualquier punto de vista es válido?

La primera consecuencia que se saca de estas apreciaciones epistemológicas es la conclusión de Protágoras de que todas las opiniones son verdades. Es decir, dado que nuestra opinión acerca de las cualidades del mundo está basada en nuestra percepción sensorial no podemos decir que una percepción del mundo es más verdadera que otra. La miel es dulce y la miel es no dulce (amarga) son dos proposiciones igualmente verdaderas, porque es vivida así por sujetos diferentes o por el mismo sujeto en estados distintos.

Pero si todas las opiniones deben ser aceptadas como igualmente verdaderas ¿ello quiere decir -extapolando la cuestión, al mundo de la moral, la política o la ciencia- que todo vale? ¿Es decir, que son igualmente aceptables y válidas las opiniones de toda persona respecto a cualquier cosa?¿Que nadie tiene un criterio superio a otro?

La respuesta de los sofistas es que ello no es cierto y es su célebre pragmatismo -y no la apelación a la verdad- la clave para salvar el entuerto y escapar de la arbitrariedad radical en el ámbito social. La clave es la siguiente: el criterio que debemos emplear para clasificar opiniones no debe basarse en la verdad -porque esta es inalcanzable- sino en el bienestar y la utilidad. Por ello no cualquier opinión vale y no cualquiera puede considerarse sabio o experto:



Que cada hombre sea la medida de lo que es y de lo que no es no significa que todos los criterios sean iguales desde un punto de vista práctico. Ahí es donde está el valor del sabio y la vredadera función intelecual en el contexto social de la educación. La palabra sabido, dice Protágoras, se debe usar para designar al que puede efectuar un cambio en alguno de nosotros, de tal manera que, en lugar de parecerle y ser para él lo malo, le parezca y sea lo bueno.

No es incompatible que todas las opiniones sean verdaderas con la existencia de expertos en distintas artes. A ti se te aparece la arcilla como uan cosa blanda e informe, pero yo te puedo enseñar cómo trasnformarla en una vasija y como no se puede trasnformar en una espada. Hay una función educativa en el realtivismo de Progágoras, porque éste no elimina al experto. El sofista puede contribuir a cambiar una mala disposición del sujeto por otra mejor. Mientras que el médico produce este cambio con sus drogas, el sofista lo hace por medio de sus discursos. Es decir, la palabra puede conducir a reinterpretar las sensaciones y esto es increíble.

Así el eduador debe actuar sobre el individuo e influir en la ciudad para que le parezca justo lo beneficioso en lugar de lo perjudicial. Si bien cada uno tiene su opinón verdadera, en el sentido que es verdaderamente lo que percibe y eso no se puede negar, hay opiniones más beneficiosas y útiles a una democracia, a una sociedad como la democrática y otras menos. Para otros tipos de modelos políticos lo beneficioso será otra cosa. La obediencia, el silencio…etc.

Desde el punto de viste epistemológico todas las opiniones parecen estar al mismo nivel de verdad. Pero desde el punto de vista moral y político no todas son igualmente útiles. Algunas resultan peligrosas para la vida y el bienestar de otras personas. El racismo, por ejemplo. Asi, esto es lo importante, dentro del relativismo, a nivel político hay un espacio para el criterio.y no todo vale. El hecho de que todos tengan su opinión no quiere decir que toda opinión vaya a ser aplicable al conjunto. El relativismo no es desorden, el relativismo es reconocimiento de una realidad plural, al mismo tiempo que una perspectiva política comunitaria. Vale que tu consideres que es bueno comer todos los días 10Kg de azúcar, pero tenemos que ver qué es útil y bueno para el bienestar de la mayoría y, en lo que hace a las leyes generales aplicar normas orientadas a eso, aunque tu en lo privado puedas comer toneladas de lo que quieras. El experto que ve todos los días qué hace y qué no hace el azúcar tiene más percepciones que tú que basas tu opinión en imaginaciones o en percepciones muy parciales. Solamente referidas a ti o a tu familia. No hay una verdad última ni definitiva pero hay comportamientos más útiles y beneficiosos que otros.

El recoocimiento de estas diferencias no resta un ápice de coherencia al convencionalismo de Protágoras. Lo que a cada ciuad le parece justo y recto, lo es en efecto para ella en tanto que lo juzgue así. Pero el relativismo epistemológico tiene un límite en la idea de utlilidad social, lo cual lo aleja del inmoralismo que hemos encontrado en otros representantes posteriores del movimiento sofista.


No debemos legislar basándonos en verdades porque las verdades son inalcanzables, sino en intereses, conveniencias y utilidades. Las necesidades cambian, las circunstancias y los momentos, las verdades cque tomamos como tales son inamovinles. Un sistema democrático aspira a la flexibilidad, a la plasticidad y a atender a los deseos de sus ciudadanos. Unos desesos que, tal como demuestra la historia, cambian por diversos factores; contacto con otros, experiencias traumáticas que fractuan valores antiguos…etc. Si se legisla sobre verdades inamovibles la ley es rígidad, si se basa en intereses provisionales y modificables, el sisteam democrático se moldea a la velocidad de la cultura. Una visión extremadamente interesante y muy iluminadora para nuestros días.


Por tanto, en conclusión, desde el punto de vista epistemoógixo la tesis del homo mensura nos demuestra que no podemos hablar de verdades inmutables captables por los sentidos o la mente humana porque la realidad es puro flujo cambiante del devenir. La ausencia de esta estabilidad ontológica revela, en segundo lugar, que las cualidades que atribuimos a las cosas del mundo tienen carácter relacional y que el lenguaje representa una forma de generalizar el uso de convenciones sobre ellas. Estas afirmaciones impactan directamente sobre el plano moral y político ya que ponen en cuestión la validez universal de los antiguos valores morales griegos, que, mucho antes de que aparecieran en escena los sofistas ya habían sido cuestionados con la instauración de la democracia y el desprecio hacia los antiguos valores aristocráticos.

La sofística ha sido interpretada, por ello, como la causante de la negación de todas las leyes morales de validez universal. Un movimiento que niega la posibilidad del saber y que al someter a crítica la tradición, solo deja en pie el obrar contingente del individuo, la arbitrariedad y la ventaja personal.

Las normas que una ciudad se otrorga a sí misma son justas sólo porque la sociedad así lo ha determinado y mientras esta lo considere oportuno. En realidad, las leyes positivas que ienen una validez sujeta a circunstancias de tiempo y lugar no pueden considerarse fundadas en la naturaleza ni en un orden invariable ni inmutable.


“Protágoras: Aquellas cosas que parecen justas y honorables a cada ciudad son justas y honorables mientras piense que lo son"


No obstante, la constatación de este hecho no da, para Protágoras, via libre para el incumplimiento de las leyes ni justifica pretensiones de eliminar toda forma de legalidad. Protágoras sostenía, por el contrario, que cada ciudadano debía respetar las leyes de su propia ciudad porque dichas leyes son las que permiten la creación de un Estado en el que la convivencia sea posible y en el que la injusticia sea castigada. Una sociedad sin leyes ni tribunales es puro salvajismo. La esencia de la democracia es la idea de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, pero sin la protección de esta misma ley lo único que prima es el derecho del más fuerte. Por tanto, y esto es importante, el hecho de que el contenido moral y legislativo de una sociedad sea realtivo no resta importancia a su existenica ni exime de su cumplimiento. La necesidad de la la ley para el ser humano es expresada por Protágoras por medio de un mito en el diálogo platónico homónimo:


Para Protágoras, por tanto, todos los seres humanos están dotados de una capacidad innata para comprender y razonar acerca de cuestiones morales y políticas. De hecho, la propia democracia es posible porque todos los hombres están dotados por igual de la capacidad de desarrollar el sentido de la moral y la justicia, imprescindible para la convivencia. Pero el hecho de que todos podamos hacerlo – porque no todos podemos cantar como una soprano- no quiere decir que poseamos innatamente todo el conocimiento necesario para el adecuado gobierno. La creación de las leyes, por ejemplo, es un saber técnico riguroso que sólo dominan aquellos que están formados en ello. En este sentido, la comprensión de la justicia en toda su dimensión y el sentido moral son perfectibles, es decir, pueden ampliarse, agudizarse y perfeccionarse por medio de la educación.


Pero el relativismo de Protágoras esconde, tal como revela el mito, otro elemento revolucionario sobre la concepción de la ley: una temprana versión de la teoría contractualista. Del mismo modo que lo hará Hobbes siglos más tarde, Protágoras sostiene que en estado de naturaleza la vida del ser humano es salvaje y peligrosa, todos conspiran y luchan contra todos. El contrato social, como construcción artifical, se establece la organización política de los individuos como única solución al caos. Los individuos se ven entonces obligaso a pactar, a crear leyes y a distribuir el poder. Pero el origen de estas leyes no está en los dioses o en cualquier otra fuerta superior o atemporal, sino de forma clara, pública y evidente en las manos de los legisladores que las pueden reformular y derogar según las exigencias del momento. El consentimiento es la fuente de su justificación y validez, solo el consentimiento y el deseo libre de unión es lo que las sostiene.

Si la política democrática puede integrar las exigencias colectivas con las personales, el hombre «autónomo» hace literalmente suya la fuerza del orden Las restricciones ya no son impuestas por el antiguo orden aristocrático, sino que se conciben ahora impuestas por uno mismo. Protágoras se propuso demostrar esta manera democrática de integrar las exigencias personalesy políticas, según la cual «la interacción política constituye el ejercicio del poder a través de la expresión y la consecución del orden por medio del control colectivo de los diversos individuos»'^l Su aportación, sin precedentes en la antigüedad, es la explicitación de la idea de pacto entre cada persona y el
orden político como fundamento de la justificación del acatamiento de las leyes'^''. La teoría convencionalista del Estado, al ensalzar los valores comunes y poner la conveniencia general como criterio supremo, tiende a invadir la esfe- ra de lo individual: exige sacrificios personales en razón del bien común. El contrato social se sostiene si tiene como condición que su observancia, además de ofrecer la oportunidad de triunfar alcanzando fama y honor (lo que logran sólo unos pocos), comporte siempre ventajas para la mayoría de los individuos.


Protágoras no fue el único en plantear este nuevo tipo de teorías sobre el origen de la sociedad y de una visión evolutiva progresista y positiva de la humanidad. De forma menos mitológica hallamos rastros de estas


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