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El utilitarismo de John Stuart Mill

Exposición detallada de los fundamentos teóricos de uno de los libros más influyentes sobre el pensamiento ético contemporáneo



El Utilitarismo de John Stuart Mill


Esta obra se publicó en el año de 1863 y consta de cinco capítulos en los que se expone la doctrina correspondiente a este sistema ético, desde algunas puntualizaciones importantes, la definición, un acercamiento teórico, hasta su relación con la justicia. Se dice de este libro, que es la mayor obra filosófica del autor, donde fundamenta dicha doctrina mostrando su pensamiento ético. 

Stuart Mill se pronuncia a favor de una corriente que ninguna de las escuelas de pensamiento puede rechazar, sosteniendo que, “la influencia de las acciones sobre la felicidad es la consideración más voluminosa e incluso la predominante, en muchos de los detalles de la moral, por poco que se encuentren inclinadas a reconocerla como principio de la moral y fuente de la obligación moral”. Desde aquí postula que para cualquier argumento moral, es necesaria la postura utilitarista. Crítica la postura kantiana y su imperativo categórico, al ser un fracaso por contener contradicciones al intentar establecer un principio universal que trae como consecuencia que en su adopción sea imposible de realizar.



 

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La «teoría de la vida» -llamada así por el mismo Mill-, está influenciada por la escuela platónica de Epicuro, la cual es muy defendida y explícitamente loada por el autor; si bien, no se habla de que el origen sea el epicureísmo, se evidencia su similitud; se dice que a esta escuela, le faltó para acercarse al principio de utilidad. Según los principios utilitaristas, una persona con facultades elevadas, necesita más para ser feliz que una «inferior»; por inferior el autor entiende a la persona que es ignorante, loca, egoísta e infame, en contra de alguien instruido, inteligente y con sentimiento y consciencia. El autor distingue muy notoriamente los placeres bestiales que perteneces a los bárbaros de aquellos más elevados que son propios de la naturaleza del hombre.

En resumidas cuentas, Mill describe este sistema de pensamiento como aquel que considera la felicidad como fin de la vida, una felicidad no encaminada a los placeres exaltados, al éxtasis o el resplandor momentáneo de gozos, sino la firmeza y permanencia de una “existencia integrada por momentos de exaltación, dolores escasos y transitorios y muchos variados placeres, con predominio de los activos sobre los pasivos, y poniendo como fundamento de todo, no esperar de la vida más de lo que puede dar”.


“La moral utilitarista reconoce al ser humano el poder de sacrificar su propio bien por el bien de los otros”, incluso eleva al hombre a la virtud más grande, haciendo de esto, su mejor modo de servir en un mundo imperfecto. Entregar la propia felicidad por la felicidad de los otros es un acto sublime y glorioso, en cambio sí es un sacrificio por sí mismo o no lleva a la felicidad general no sirve de nada. 


John Stuart propone como modelo perfecto de la ética utilitarista a Jesús de Nazaret, con su sentencia, «haz como quisieras que te hicieran a ti y ama a tu prójimo como a ti mismo», y a partir de ahí postula que esta doctrina exige: subordinar el interés personal en aras del común, que la educación vaya focalizada a la felicidad y el bien de todos, y promover directamente el bien general. Al cuestionarse sobre las diferentes posturas éticas defiende que el utilitarismo, -al igual que los demás sistemas de moral- busca un orden social que favorezca el respeto al interés público, por lo tanto, no es utópico. 

Según el autor, el principio de utilidad contiene todos los elementos que se encuentran en otros sistemas de moral, siendo tan completa y fuerte como otros, pues los hombres desean siempre la felicidad, aunque no esté sujetada a una primicia moral. Existe un criterio del deber, un sentimiento en la conciencia que surge y se forma con una educación moral apropiada, conformando poco a poco y finalmente la esencia de la conciencia. 


Posteriormente se trata de probar el principio de utilidad, diciendo que “la doctrina utilitarista establece que la felicidad es deseable, y que es la única cosa deseable como fin; todas las cosas son deseables sólo como medios para ese fin”;[12] éste al ser un primer principio no es susceptible de prueba, pues todas las primeras premisas poseen esa condición de no poder ser concebidos totalmente por el razonamiento. La única prueba es que se vea efectivamente, así lo que es deseable de hecho –o sea la felicidad- es la evidencia para ser un criterio de moral y fin de la conducta. 


Todos los medios que el hombre desea, desde el dinero, la virtud, el gusto por la música, el cuidado de la salud, son medios que no se presentan dispares con el fin del utilitarismo; por el contario, son una parte de la felicidad del que lo busca, todo está incluido en ella: “la felicidad no es una idea abstracta, sino un todo concreto; y ésas son algunas de sus parte. Y el criterio utilitario lo sanciona y aprueba”

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