Estudio detallado de los rasgos propios del Arte Griego durante la fase de alto influjo oriental conocida como periodo orientalizante

LOS INFLUJOS DEL ESTE
El siglo VIII antes de nuestra era marca el inicio de una nueva etapa en la historia de Grecia.
La reconquista de la navegación y la recuperación del pulso económico permitió a sus habitantes canalizar un creciente aumento demográfico, producido por la recuperación de los antiguos niveles de vida, hacia la fundación de nuevas colonias que se extendieron por todas las orillas del Mediterráneo.
La expansión colonial y comercial de los griegos dio lugar, además, a un fenómeno capital para su desarrollo artístico y cultural: el contacto directo con otros pueblos y, con ello, con otras ideas, religiones, sistemas de gobierno y formas de arte.
Una vez finalizada la Edad Oscura, los pueblos de la Hélade dejaron de vivir agazapados y temerosos, completamente aislados y encerrados en sí mismos, para entrar de nuevo en contacto con las civilizaciones que les rodeaban manteniendo, sin embargo, la estructura de las polis o ciudades estado autónomas propia de la edad oscura.
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De este modo, el paso por la también llamada Edad Media Griega, hizo que los helenos desarrollaran un conjunto de rasgos que los convertirían, paradójicamente, en una de las civilizaciones más desarrollas cultural, artística, científica y filosóficamente de la tierra.
Y esto no es, por mucho que lo meditemos, una exageración ya que las raíces de lo que hoy llamamos cultura occidental– sistema de valores, ideas y enfoques de la realidad que ha extendido sus redes, su modo de concebir la vida o su política bajo la forma de democracia- por todo el mundo contemporáneo, nacieron precisamente en Grecia y se forjaron definitivamente entre los siglos VIII y IV a.C.
Comenzamos, por tanto, el estudio de un periodo capital en la historia, no sólo para entender a los propios griegos y su arte sino para entendernos también a nosotros mismos.
No obstante, en la creación de lo que hoy llamamos pensamiento occidental no hubo ni rastro de una ideal pureza originaria, sino un mestizaje, un intercambio y una mezcla de ideas que fluyeron sin límites entre las mentes de los griegos y de sus compañeros geográficos y temporales. Todo lo que tocaban las olas del mar, estuvo conectado e intensamente ligado durante la Antigüedad para formar nuestra forma actual de comprender el mundo.
Los contactos con oriente, esporádicos al comienzo e incesantes después, permitieron que llegaran a Grecia numerosos nuevos materiales como tejidos o marfiles, así como todo tipo de manifacturas y técnicas artesanales.
El pueblo con el que más contacto tuvieron los griegos fueron los fenicios, los señores del comercio marítimo de la Antigüedad que fueron un pueblo especialmente particular ya que no desarrollaron una cultura propia claramente distinguible, sino que fueron asimilado de aquí y de allá las ideas y conceptos de sus clientes comerciales que más les gustaron. Su arte es un hermoso mosaico de estilos egipcios, asirios, caldeos y griegos.
Además, fueron estos hábiles comerciantes y valientes marinos aquellos a los que los griegos les debieron la recuperación de los conocimientos sobre la navegación olvidados durante su largo periodo de aislamiento entre la tortuosa orografía montañosa del Peloponeso. Y, lo que es más importante, a los fenicios debieron los griegos la creación de su alfabeto. Éstos habían desarrollado para sus actividades comerciales un lenguaje sencillo y eficaz – mucho más sencillo de aprender y de manejar que el complejísimo lenguaje jeroglífico egipcio- que posteriormente sería asimilado por los griegos conformando la nueva y definitiva lengua escrita de la Hélade.
Las mercancías más apreciadas que los griegos compraban a los fenicios eran vasos metálicos, escudos y telas bellamente decoradas. En la propia Ilíadase cuenta cómo Aquiles ofrece como premio a un certamen una crátera de plata fabricada en Sidón y comprada a marinos fenicios. Hécuba, la esposa del rey Príamo de Troya, también revela la importancia de los tejidos orientales, al elegir un vestido para la estatua de Atenea entre un lote de prendas fabricadas por mujeres asirias, que Homero describe como cubiertas de bellísimos estampados floridos y estrellados.
Así, el pensamiento y el arte griego comienza a ser inundado por estas nuevas ideas, dando lugar al llamado período orientalizante.
Los objetos importados de oriente dieron lugar a versiones artísticas locales, que mezclaron el espíritu griego con el asiático dando lugar a piezas magníficas entre las que la cerámica de Corinto representa su máxima expresión.
Como podemos ver en estos vasos, durante el periodo orientalizante se abandona completamente el estilo geométrico en el que predominaba lo rectilíneo, así como una paleta monocroma.
Los nuevos gustos empujan hacia la inclusión de nuevos colores y en la introducción de marcados contrastes. Las figuras, tanto humanas como animales, pierden completamente la forma esquemática y angular del estilo geométrico y empiezan a recuperar un vívido realismo gracias a sinuosos contornos llenos de vida y fuerza.
En esta etapa comienza a emplearse también la técnica del esgrafiado que consiste sencillamente en realizar detalles en el interior de las figuras por medio de pequeñas incisiones, técnica que poco a poco nos conducirá hasta la magnífica cerámica ática de figuras negras.
ANIMALES
Los nuevos temas procedentes de oriente y que han hecho a esta etapa tomar el nombre indiscutible de orientalizante fueron muy diversos, pero entre ellos destaca en primer lugar, la introducción en el arte griego de nuevos y exóticos animales. Como acabamos de ver, en el arte geométrico el animal predilecto era el caballo que solía aparecer acompañado de las pequeñas aves marinas que cubrían muchos de los pequeños espacios de los vasos y ánforas, ciervos y alguna que otra cabra.
Con el contacto asiático, los griegos incorporarán a su simbolismo rugientes felinos representados en escenas rampantes o en campañas de caza, águilas, leones y panteras.

MONSTRUOS
Otro elemento interesantísimo es la recuperación en la representación artística algo que, casi sin darnos cuenta, no hemos visto desde tiempos de los minoicos: los seres o, mejor dicho, los monstruos mitológicos híbridos.
Ahora, será retomada y enriquecida la caterva de bestias multiformes con nuevos seres como las sirenas. Término que proviene del griego seiren Σειρήν y que literalmente significa, ‘las que cantan encadenan’. Si bien nosotros pensamos automáticamente en hermosas mujeres con cola de pez en vez de piernas, esta es la imagen que se impuso de ellas a partir de la Edad Media. En cambio, en la Antigüedad, las sirenas eran híbridos con rostro o torso de mujer y cuerpo de ave similares a la criatura Ba de la mitología egipcia, que habitaban en una isla rocosa.
Varios héroes de la mitología griega han tenido que vérselas con estas criaturas que eran, precisamente, la perdición de los exploradores del mar.
Jasón y los Argonautaspudieron eludir su engaño gracias a la habilidad que logró cubrir la melodía con su propio canto y así distraer a los Argonautas. Ulises, en su viaja de vuelta a Ítaca, también tuvo que evitarlas tapando los oídos de toda su tripulación con cera y haciéndose atar a sí mismo al mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música, como puede verse en esta bellísima escena.
Junto a las sirenas, vuelve a aparecer el grifo, bien conocido por nosotros, como es el caso de esta espectacular vasija orientalizante, las quimeras, las gorgonas y las esfinges.
Las quimeras, como bien sabéis eran también monstruos híbridos -su propio nombre significa animal fabuloso o de fantasía- hija de otra terrible criatura que ya conocemos Tifón.
Este animal se dedicaba a vagabundear por Asia menor devorando animales y rebaños. De su unión con su hermano Ortro, un horrible perro de dos cabezas nació la Esfinge y el León de Nemea que Hércules acabaría estrangulando.
Su morfología no queda muy clara en la literatura de modo que cada artista y escritor la define a su manera. Algunos dicen que tenía cuerpo de cabra, cola de serpiente y cabeza de león y otros le atribuyen tres cabezas: león, macho cabrío y dragón o serpiente. Todas las descripciones la muestran como una velocísima escupidora de fuego.
La Esfinge, hija -como acabamos de ver- de la quimera, era una criatura cuyo nombre en griego Σφίγξ significaba literalmente estrangular y que representaba la destrucción y la el destino nefasto. Su representación es quizá la que nos resulta más familiar: rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave.
El final de la Esfinge que mantenía aterrorizada a la ciudad de Tebas, llegó de la mano de Edipo que consiguió resolver el enigma que ésta planteaba a todos los viajeros que, al fallar, eran instantáneamente devorados.
“Se halla sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, que tiene sólo una voz y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto de cuantos seres se mueven por tierra, aire o mar. Pero cuando anda apoyado en más pies, se hace más débil” Sófocles, Edipo Rey
“Escucha aun cuando no quieras, musa de mal agüero de los muertos mi voz, que es el fin de tu locura. Te has referido al hombre que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez.”
Finalmente, la Gorgona era una entidad dual que representaba al mismo tiempo el terror y la protección.
Su poder era tan grande que cualquiera que intentase mirarlas quedaba petrificado, de ahí que los griegos la usaran habitualmente en todo tipo de lugares para protegerlos de los malos espíritus. He dicho mirarlas porque, según la mitología griega hubo tres gorgonas con cabellos de serpiente: Medusa, Esteno y Euríale, siendo la única mortal Medusa que murió a manos de Perseo. Su victoria fue uno de los temas predilectos de los escultores renacentistas como este bellísimo bronce de Cellini.
MITOLOGÍA
Volviendo a los griegos, la etapa orientalizante trajo otro importantísimo cambio en la representación cerámica y es que es en este periodo donde aparecen las primeras representaciones mitológicas, casi todas ellas basadas en las obras de Homero y Hesíodo. Este será, desde entonces, el tema favorito que los griegos plasmarán en su cerámica durante todo el periodo clásico.
VEGETALES
A los animales, monstruos y héroes se le une en el estilo orientalizante el reino vegetal en el que abundan
rosetas de hojas carnosas, palmetas de lira y de cueco y los llamados árboles de la vida, representaciones simbólicas típicamente orientales.
LOS ESCUDOS DE ZEUS
Creta fue la primera región griega en mostrar el influjo oriental recuperando, durante un tiempo, de nuevo la vanguardia en la representación artística griega.
En esta tierra fue descubierta en una cueva del monte Ida, llamada por razones que bien conocemos, cueva de Zeus, un antiguo santuario en el que fueron hallados junto a una enorme cantidad de exvotos de origen fenicio de todos los materiales, una serie de escudos votivos fabricados en finísimas láminas de bronce que datan aproximadamente del siglo VIII a.C. empujadas con algunos detalles grabados a buril.
En cinco de los mejor conservados- que evidentemente no eran para el uso en batalla, podemos ver en el centro la cabeza de una fiera alrededor de la cual se disponen frisos concéntricos separados por trenzas.
El más relevante de todos los escudos es el llamado escudo de Zeus que, según los especialistas vendría a representar al dios despedazando una res en medio de dos personajes alados que recuerda claramente a la simbología babilónica.
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