Estudio detallado de la construcción, los detalles arquitectónicos geométricos y la decoración escultórica de una de las más grandes joyas del Arte Griego: el templo de Atenea Parthenos en la acrópolis de Atenas
En lo más alto de la acrópolis, la antigua ciudadela que había sido el núcleo de Atenas desde tiempos micénicos, los atenienses decidieron edificar un gran monumento en honor a Atenea.
Las obras comenzaron poco tiempo después de la batalla de Maratón que marcó el final -al grito de ¡Niké! - de la primera guerra de los griegos contra los persas. El maravilloso ejemplo arquitectónico que vamos a estudiar comenzó a levantarse sobre una enorme superficie nivelada de piedra caliza en la zona sur de la cima de la acrópolis.
Sin embargo, los atenienses no habían llegado a terminar su proyecto cuando- durante la Segunda Guerra Médica- los persas con Jerjes a la cabeza saquearon por completo Atenas en el 480 a.C. y arrasaron la acrópolis hasta los cimientos.
Este templo, el incendiado por los persas es conocido como el proto-Partenón y, tras su traumática destrucción, la explanada permaneció intacta y en ruinas durante 33 años, mientas que los deseos de venganza por aquél acto permanecieron en los corazones de los griegos hasta los días de Alejandro Magno, más de un siglo.
El más ilustre símbolo de la gloria de Atenas inició su segunda edificación en el año 447 a.C. durante el periodo conocido como la paz de Calias, momento en el que la polis, victoriosa tras el segundo y definitivo enfrentamiento contra los persas comenzaba a convertirse en el más poderoso imperio del Egeo.
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Pero como los persas habían regresado ya dos veces, entre las ciudades estado griegas, a pesar de la victoria, vivía el miedo de que éstos regresaran. Para estar preparados ante esta posibilidad, numerosas polisse unieron en una alianza, la liga ático-délica, a cuya cabeza se situó la poderosa Atenas dando lugar a una poderosa alianza militar que garantizaría la defensa de la Hélade ante una posible nueva invasión persa. Una especie de OTAN en la que el hegemonía estaba en manos de los poderosos comerciantes imperialistas atenienses.
Enormes cantidades de dinero fueron recaudadas en cada polis aliada para las futuras necesidades de guerra en un gran fondo o tesoro que Atenas se encargó de custodiar. No olvidemos que la fabricación de más de trescientos trirremes impulsada por el general ateniense Temístocles que casi arruinó a las ciudades, fue precisamente lo que les dio a los griegos la victoria en la batalla naval de Salamina marcando no sólo el rumbo de la guerra sino de la historia. De no haber tenido un medio para hundir la colosal flota persa ahora, quizá, todos seríamos orientales. Quién sabe…
Por todo ello, para el nuevo hegemon del Mediterráneo, Atenas, la reconstrucción del templo destruido por los persas tras la primera guerra médica era mucho más que una simple remodelación del terreno, era una cuestión ideológica de orgullo que buscaba conmemorar la victoria definitiva sobre el enemigo oriental y convertir a Atenas en la capital indiscutible de un nuevo imperio marítimo y cultural.
El impulso de la construcción del templo fue capitaneada por Pericles, es stategonde Atenas que al comprender que los persas no volverían jamás, sin ningún tipo de pudor tomó el tesoro de la liga de Delos, el enorme montón de dinero destinado a proteger a las polis, y comenzó a emplearlo para embellecer Atenas levantando, sobre los cimientos carbonizados por los persas la suntuosa acrópolis que hoy conocemos y cuyas dos obras magnas fueron el Partenón y los… propileos que casi costaron más que el Partenón y que estudiaremos en la próxima sesión.
Evidentemente la confiscación del dinero de la liga para intereses unilaterales enfureció a las polis aliadas y los opositores del proyecto fueron numerosos. No obstante, la habilidad política del gran Pericles se ha hecho legendaria por razones bien fundadas ya que, además de darle una lectura espiritual, triunfal y hegemónica, Pericles empleó la construcción del Partenón para equilibrar las desigualdades sociales surgidas después de un periodo bélico muy intenso.
Numerosos soldados imprescindibles durante la guerra todavía recibían sueldos del erario público mientras que los civiles a duras penas lograban sobrevivir. Treinta años de paz vería Atenas después de la gran victoria así que Pericles decidió crear obras públicas para generar empleo y bienestar. Así nos lo cuenta Plutarco:
“A los que tenían edad y fortaleza para hacer la guerra los mantenía el erario público, pero no quería Pericles que la masa no enrolada careciera de un salario o lo percibiera sin trabajar. (la renta universal). Por lo tanto, propuso a la Asamblea grandes proyectos constructivos que requerían el concurso de muchos oficios durante mucho tiempo. De esa forma, el resto de ciudadanos tenía el mismo derecho que los remeros de la flota y los soldados acuartelados o en campaña a percibir parte de los fondos públicos.”
La construcción de la nueva imagen de la acrópolis y del templo más grande y suntuoso de la Antigüedad atrajo, además, a Atenas numerosos artesanos, comerciantes y artistas que aumentaron todavía más su carácter cosmopolita trayendo consigo nuevas ideas, modas y gustos artísticos. La diversidad y el mosaico de perspectivas fue lo que en verdad dotó a Atenas del poder que la haría inmortal.
El diseño arquitectónico del templo cayó en manos de Ictino y Calícrates y su dirección general así como la decoración del friso interior, las metopas y los dos frontones al gran Fidias.
EL NOMBRE DE PARTENON
Es interesante destacar que “Partenón” no fue el nombre inicial del magnífico templo que nos proponemos estudiar. La primera referencia a este término la hallamos muy tarde, en la obra del orador Demóstenes en el siglo IV a.C. Los atenienses que precedieron a Demóstenes se refirieron al él como como hekatompedon“el de cien pies” haciendo alusión a sus dimensiones o simplemente ho naos, es decir “el templo”.
MATERIALES
Periclesy sus constructores tomaron la decisión de construir todo el edificio íntegramente en mármol. En 20.000 toneladas de mármol procedente de las canteras del cercano monte Pentélico a excepción de las tejas que -en un alarde absoluto de suntuosidad- fueron fabricadas con nuestro ya conocido mármol de Paros que se caracteriza por contener numerosos pequeños cristales transparentes que lo hacen brillar con el sol desde la lejanía.
El mármol del Pentélico, en cambio, destacaba por tener grandes cantidades de hierro en su composición hecho que le confería debido al efecto de la oxidación una sutil pátina dorada. La combinación no podía ser más espectacular.
A pesar de los numerosos daños que el edifico ha sufrido en el curso de su accidentada historia, ha llegado hasta nosotros en un estado de conservación que puede calificarse de excepcional y que nos permite su estudio detallado. Actualmente el edificio está siendo sometido a una restauración completa que pretende devolverlo a su imagen original.
ESTRUCTURA
El Partenón es un templo de estilo dórico, el más elegante de todos, de tipo octástilo ( es decir, de 8 por 17 columnas) con una longitud de 69,50 metros y una anchura 31 metros de anchura. Su cella o sala interior está dividida en dos partes desiguales por un muro transversal que convierte el recinto en un templo con seis columnas delante de cada una de sus puertas.
En la mayor de las dos estancias originalmente se encontraba la estatua criselefantina de Atenea labrada en marfil y oro por Fidias
En lo que hace a su geometría, para su construcción fueron empeladas refinadas técnicas dirigidas a logar una imagen perfecta. Esta perfección, sin embargo, requería de la imperfección.
Es decir, la consecución de las líneas rectas y puras que hoy contemplamos requería introducir correcciones, o mejor dicho, errores anomalías y aberraciones destinadas a corregir los defectos de la visión del hombre. De esta forma, la naturaleza pétrea y la de la carne humana fueron dominadas por medio de precisos cálculos matemáticos que curvaron la piedra en puntos estratégicos para que, mediante arcos y sutiles curvaturas se lograra la perfección de la recta.
La impresión de elasticidad que producen sus líneas es, por tanto, el resultado de la curvatura de los elementos teóricamente rectilíneos.
El estilóbato, el último de los tres escalones sobre los que se asienta dobla ligeramente las aristas y todas las columnas presentan disminución y éntasis. Además, las columnas de las esquinas son más voluminosas que las intermedias para dar impresión de uniformidad. Las columnas del perisilito se inclinan imperceptiblemente hacia los muros de la cella y todas las superficies verticales sufren una ligera caída hacia el interior mientras el entablamento hace lo mismo en sentido contrario.
Aquí podemos ver cómo se vería el templo sin las correcciones ópticas, la imagen que nuestro ojo percibe con las correcciones y la forma que en verdad tiene el templo, algo exagerada para que la podamos comprender.
Todo su desarrollo responde además a la proporción áurea, proporción estudiada por los pitagóricos y extendida ampliamente por las creaciones artísticas griegas.
DECORACIÓN ESCULTÓRICA
La decoración escultórica del templo comprende tres elementos fundamentales: el friso interior de los muros de la cella, las metopas y los dos frontones.
Las fuentes no nos dicen quienes fueron los ayudantes de Fidias, pero su intervención es absolutamente evidente por la dimensión de la obra y las claras diferencias de estilo.
En cada una de las fachadas menores hay 14 metopas y 32 en cada uno de los flancos, un total de 92 metopas todas ellas talladas con altorrelieves. Ningún ser humano en solitario habría podido terminarlas todas en tan sólo quince años.
METOPAS
Por tanto, si bien solemos contemplar el Partenón como una unidad arquitectónica, en realidad su proceso de edificación y decoración implicó la intervención de numerosos artistas con estilos muy diferentes. Hecho extremadamente interesante ya que el Partenón es un ejemplo de la evolución escultórica del arte griego desde el estilo severo, pasando por el cásico hasta las primeras manifestaciones barrocas que apuntan al helenismo.
Ello se debe a que en él intervinieron tres generaciones de escultores que afrontaron la tarea de decoración con grandes dificultades y sin una dirección unitaria tras el destierro de Fidias en el 438 a.C.
Efectivamente, aunque resulte sorprendente, el creador de tanta belleza y el verdadero director de la obra, Fidias, fue desterrado de Atenas y murió sin poder ver acabado el Partenón. Así nos lo cuenta Plutarco.
“Elescultor Fidias fue elejecutor de la estatua, como tenemos dicho; siendo, pues, amigo dePericles, y teniendo con él gran influjo, se atrajo por esto la envidia y unos que le tenían por enemigo sobornaron a uno de los oficiales de Pericles, llamado Menón, y le hicieron presentarse en la plaza en calidadde suplicante, pidiendo protección para denunciar y acusar a Fidias.”
Dos acusaciones hizo Menón contra Fidias: la primera, haber robado parte del oro destinado a cubrir la estatua de Atenea que reposaba en el interior del Partenón. Advertido de que tal acusación podía surgir, dado lo delicado del material Plutarco nos dice que Fidias
“(…) colocó el oro desde el principio en la estatua por consejo de Pericles, con tal arte, que cuando quisieran separarlo pudiera comprobarse el peso; que fue lo que entonces ordenó Pericles ejecutasen los acusadores.”
La segunda acusación fue la de haberse atrevido a retratarse a sí mismo y a Pericles en los mármoles del Partenón.
“La gloria y fama de sus obras dio asidero a la envidia contra Fidias, principalmente porque, representando en el escudo la guerra de las Amazonas, había esculpido su retrato en la persona de un anciano calvo, que tenía cogida una gran piedra con ambas manos, y también había puesto un hermoso retrato de Pericles en actitud de combatir con una Amazona. Estaba ésta colocada con tal artificio, que la mano que tendía la lanza venía a caer ante el rostro de Pericles, como para ocultar la semejanza, que estaba bien visible por uno y otro lado. Conducido, por tanto, Fidias a la cárcel, murió en ella de enfermedad, o, como dicen algunos, con veneno, que para mover sospechas contra Pericles le dieron sus enemigos.” Plutarco, Vidas paralelas.
Varios artistas participaron, por tanto, en la creación de estas estructuras decorativas, las metopas, cuyo tamaño puede comprenderse con esta pequeña señora japonesa que aparece en la imagen y que nos sirve como una muy elegante y poética escala.
Un ejemplo más bien tosco que nos recuerda muchísimo al estilo arcaico final o severo, que casi parece hecho por Mirón, ya que carece de fluidez en sus movimientos y las emociones son más artificiales es la metopa número XXX-Sur. Los especialistas consideran que fue hecha por un escultor de avanzada edad, más instalado en el estilo anterior que en las innovaciones del clasicismo. La rápida evolución del arte griego permitía que convivieran en una misma generación artistas pertenecientes a tres fases.
CENTAUROMAQUIA: LAPIAS Y CENTAUROS
Lo que vemos en ella es la representación de la centauromaquia, tema que cubre el lateral sur del Partenón. Según narran los mitos griegos, la celebración de un enlace terminó en un derramamiento de sangre producido por el enfrentamiento entre los invitados debido al alcohol.
El mito de la lucha entre lapitas y centauros fue la metáfora preferida usada por los helenos para representar el triunfo de la civilización sobre la barbarie.
Todo comenzó con los esponsales entre Pirítoo rey de los lapitas que eran los habitantes de la región de Tesalia e Hipodamía, una de las jóvenes más bellas del momento. El rey de Tesalia tenía, sin embargo, un complejo linaje que le emparentaba directamente con los centauros que habitaban también las montañas de la región. Ya hemos visto que los monstruos y la hibridación era cosa habitual en los mitos griegos.
Bien, como parientes de sangre Pirítoo no podía no invitarles a pesar de que se tratara de verdaderas bestias incapaces de contener sus instintos y muy dadas al descontrol alcohólico. Si bien los primeros rituales de la boda se celebraron con calma y contención, llegado el banquete los centauros se desinhibieron y completamente ebrios, groseros y agresivos comenzaron a perseguir a las mujeres, a intentar raptarlas y, lo que es peor, a violar a la mismísima novia.
Entre los lapitas se encontraba el héroe Teseo, amigo inseparable de Pirítoo, quien no vaciló en responder a las agresiones de los centauros, lo que desembocó en una sangrienta batalla.
Tras unas cuantas bajas y heridos, los centauros fueron derrotados y finalmente expulsados de Tesalia. Nunca más se volvió a saber de ellos, pero los griegos retomaron esta leyenda para simbolizar la victoria de la civilización racional sobre la fuerza brutal de la barbarie.
En la metopa XXX sur de estilo arcaico el lapita, situado a la derecha, está arrodillado casi rendido y el centauro borracho le clava las pezuñas de las patas delanteras en los muslos.
La metopa XXXI-Sur también fue esculpida en estilo severo. Como podemos ver, un centauro situado a la izquierda coge al lapita por la garganta y sujeta la pierna derecha de su adversario que le clava la rodilla en el pecho.
El lápita trata de tirar de los cabellos enmarañados del centauro. Las posturas son bastante estáticas y la anatomía tiene un acabado de poca calidad. El rostro del centauro es más grotesco que expresivo.
Entre las metopas que representan plenamente el canon clásico que suelen ser atribuidas a Fidias casi unánimemente destacan la metopa I y II sur.
La metopaI es una de las pocas que permanecen en su ubicación original en el Partenón, en seguida veremos donde esta el resto. A la derecha, un centauro encabritado estrangula con su brazo izquierdo a un lapita cubierto por túnica situado a la izquierda. Como podéis ver, las tortas entre los invitados fueron más que serias.
El centauro se dispone a asestar un golpe en la cabeza a su adversario humano con un objeto sostenido con su mano derecha, quizás un tronco de árbol que habría estado pintado en el fondo de la metopa.
El brazo derecho del lápita ha desaparecido. Sin embargo, un hueco al nivel de la ingle del centauro podría indicar que el lápita estaría atravesando a su contrincante con un objeto metálico largo, que podría ser una lanza o un estoque.
La metopa siguiente, la número II, tiene una composición a la inversa. Un centauro en segundo plano tiene las patas delanteras arrodilladas, mientras que un lapita en primer plano lo estrangula con su brazo izquierdo, al tiempo que le clava la rodilla izquierda en la espalda.
Puede verse también entre las piezas, como decíamos hace un momento, la personalidad marcada de jóvenes escultores, como el autor de la metopa 28 en la que se pueden observar las primeras muestras de un estilo proto-helenístico.
Un centauro se encabrita por encima de un lápita, que está tendido en el suelo. En el brazo izquierdo lleva una piel de animal, quizás una pantera, que debió de utilizar para protegerse. En la mano derecha sostenía una gran vasija de vino. Hay varias metopas en la que se refleja el alcoholismo de los centauros como la IV Sur.
La metopa 29 Surrepresenta a un centauro que la logrado salirse con la suya, ha raptado a una de las invitadas lapitas y se la lleva corriendo.
El lado norte del Partenón tiene sus metopas dedicadas a la Guerra de Troya. De las 32 totales sólo han sobrevivido 12 y muy deterioradas por la destrucción a martillo que perpetraron los cristianos del siglo VI que transformaron el Partenón en una iglesia. Prácticamente no queda nada de ellas.
GIGANTOMAQUIA
Las metopas fachada oriental, también destruidas casi en su totalidad por los cristianos, parecen haber sido una representación de la gigantomaquia, es decir, del enfrentamiento de Zeus contra los gigantes por el control del mundo. Este relato mitológico vendría a expresar los cambios sociales y religiosos a través de la lucha entre dioses y gigantes.
Según narra Hesíodo, tras librarse de ser devorado por su padre Cronos, Zeus rescató a sus hermanos Hera, Hades, Poseidón, Démeter y Hestia del mismo cruel destino. Unidos, los hermanos declararon la guerra a su padre y al resto de titanes de la primera generación que, como castigo, fueron encerrados por Zeus en el tártaro.
Gea, su madre, se enfadó profundamente por este hecho y lanzó contra los dioses olímpicos nuevos monstruos, los gigantes, hombres de inmensas dimensiones que, según rezaba el oráculo, no podían morir a manos de los dioses, sino que su muerte sólo podría ser producida por la mano de un mortal. Es por ello que Atenea llamó a Hércules a combate.
Los gigantes llevaron a cabo un primer ataque contra los dioses armados con enormes rocas y troncos de árboles. Hércules atacó primero al gigante Alcioneo y lo atravesó con una de sus flechas envenenadas, pero tal como el gigante caía al suelo volvía a la vida de nuevo.
Siguiendo el consejo de Atenea, Hércules lo arrastró fuera de su tierra de origen, y así logró matarlo definitivamente. Se dice también que, al haber heredado la fuerza de Zeus, Heracles mató al gigante partiéndole el cuello con las manos.
El segundo gigante en hallar la muerte, Porfirión atacó a Hércules e intentó violar a Hera. Zeus lo fulminó con un rayo y Hércules lo remató con sus flechas.
Efialtes murió de un flechazo en cada ojo, uno de Apolo y otro de Hércules. Recordemos la habilidad de Apolo con las flechas ya que con una de ellas había matado también a la serpiente Pitón que guardaba el Monte Parnaso.
Cuando el gigante Encélado quiso abandonar el campo de batalla Atenea lo aplastó con la isla de Sicilia donde quedó encarcelado. De su aliento de fuego surge del Etna.
Mimas fue sepultado por Hefesto bajo una masa de metal fundido, en la que sigue preso y que no es otra que el monte Vesubio.
Polibotes fue enterrado por Poseidón quien le arrojó un pedazo de la isla de Cos. Hipólito fue muerto por Hermes mientras llevaba su casco de invisibilidad, Gratión cayó abatido por las flechas de Atemisa. Y Éurito cayó a manos del dios Dionisos que directamente le noqueó con su cayado de ramas de vid.
Una apoteósica batalla en la que los primeros dioses y el antiguo régimen fue sustituido por el nuevo orden olímpico que ofrecía a quienes la contemplaban una narración del sentido de la realidad.
Finalmente, la fachada oriental de las metopas del Partenón representan la amazonomaquia.
Catorce metopas todavía se mantienen en su lugar de origen en el edificio, pero han sufrido tantos daños que es muy difícil ver nada. La lucha contra las amazonas ha sido interpretada por los especialistas como una segunda representación de la imposición del orden heleno sobre el caso que significaba la subversión de los valores viriles que representaban estas guerreras y a las que había que reprimir para devolverlas a las tareas propias de la mujer de esos días.
En fin, nadie diría que el Partenón también alberga la imagen petrificada de la lucha de la mujer por la igualdad, aunque esta fuese en la batalla, pero así es. Hoy seguimos más o menos igual, aunque nuestro nuevo arco y nuestras nuevas flechas sean la educación, la libertad y la independencia.
FRONTONES
La idea de que la mujer tenía un papel completamente sumiso e insignificante en la sociedad griega, choca de frente con la diosa a la que le fue consagrado el Partenón, Atenea, que no sólo simbolizaba la razón, el conocimiento, la ciencia y la verdad, sino que era una diosa guerrera, la estratega que condujo a los griegos a todas sus victorias.
Seguramente muchas de las interpretaciones vertidas hoy sobre la visión de la mujer en el pasado disten bastante de la realidad al estar demasiado teñidas por nuestra tradición cultural posterior. Mientras que Aristóteles defendía que la mujer carece de capacidades racionales superiores, Platón, su maestro sostuvo en la Repúblicauna igualdad inapelable insistiendo en que hombres y mujeres deben recibir una educación idéntica y acceder a los mismos cargos.
En su división tripartita de la sociedad, la mujer está en el estamento de los artesanos, comerciantes y campesinos, en el de los militares o guardianes y también forma parte de la élite de los reyes filósofos. Así que dependiendo del autor las perspectivas son completamente diferentes. Imágenes contrapuestas ofrecen también los dramaturgos y poetas.
Sea como fuere, los dos frontones del Partenón están dedicados a la gloria de una mujer, concretamente a dos momentos clave de su vida: su nacimiento y su victoria sobre Poseidón para lograr el dominio del Ática.
EL FRONTÓN ORIENTAL
Si bien se han perdido la mayor parte de las figuras de los frontones, la reconstrucción contemporánea de los mismos nos permite revificar la escena.
En el frontón oriental se representa el nacimiento de Atenea. En su centro estaba Zeus sentado en su trono y frente a él Atenea, recién nacida de la cabeza de su padre.
El nacimiento de Atenea es especialmente interesante ya que surge de la mente del rey de los dioses. Atenea es, por tanto, la inteligencia pura de Zeus.
Hefesto y Hermes que han asistido a Zeus en su singular alumbramiento, hacen ademanes de huir asombrados por el prodigio. Dos grupos de dioses presencian el suceso: por la izquierda Hera y su sirvienta Iris, detrás de ella Ares con su escudo y con Eros a los pies. Más allá encontramos a Démeter y Joré sentadas y tas ellas, el dios Dionisos que da la espalda al acontecimiento mientras mira embelesado la salida del carro de Helios que en ese mismo momento surge del mar. Con ello se representa el amanecer.
Por un lado del frontón sale el sol, el carro de Helios, y por el otro, se oculta entre las sombras la luna, Selene, con su respectivo carro.
A mano derecha vemos a Poseidón con su tridente y a su lado Apolo con la lira, y después una figura femenina no identificada, Hermes y finalmente Artemis y Afrodita recostada que miran el ocaso del carro de Selene. La cabeza del caballo de Selene última escultura del Frontón es de una perfección tal que Goethe la llamó el ejemplo más insigne de la superación de la naturaleza por el arte.
Los dioses repiten la expresión atónita de Hermes y Hefesto, atenuando gradualmente su fuerza hasta llegar a los extremos en los cuales vemos una absoluta indiferencia por lo que está sucediendo. Los expertos consideran que el carácter cósmico u estelar de las figuras de los extremos explican la indiferencia de estos dioses por el nacimiento de Atenea, una una diosa destinada a guiar a los mortales.
Frontón occidental
En el frontón occidental se desarrolla la lucha entre Atenea y Poseidón por el dominio del ática que ya conocemos. En un alarde de su furia, el señor de los mares ha clavado su tridente en la tierra del Ática haciendo surgir de ella un manantial de agua salda. Atenea, igualmente, acaba de clavar su lanza y del lugar en el que esta tocó ha nacido un olivo, don que le concedió la victoria. A los lados de la escena central hallamos un conjunto no bien identificado de dioses acompañados por varios héroes locales.
FRISO
El tercer elemento decorativo que embellece la arquitectura del Partenón es el friso de 200 metros que ocupa el interior de la cella. Dada su posición era imposible ser visto desde el exterior y muy difícil de contemplar también desde dentro, por lo que se cree que tenía un carácter fundamentalmente votivo.
Según parece éste fue obra completa de Fidias y ciertamente mantiene un estilo mucho más uniforme que la gran variedad de manos que esculpieron las metopas.
Su tema es la procesión de las grandes fiestas en honor a Atenea Parthenos, Atenea virgen conocida como las panateneas.
Todos los años, el día 28 del mes de hecatombe, aproximadamente entre julio y agosto la ciudad de Atenas celebraba sus fiestas más importantes que, entre numerosas banquetes y ofrendas llenas de júbilo y alegría tenían su momento álgido en la procesión que arrancaba en el cementerio del Cerámico hasta el Partenón para llevar a la estatua de la diosa un nuevo manto, un nuevo peplo, bordado a lo largo del año por las vírgenes sacerdotisas que lo guardaban.
Evidentemente observamos similitudes claras con rituales propios de la religión cristiana, concretamente del catolicismo que asimiló en su etapa de formación todas estas tradiciones griegas dándoles simplemente nuevos protagonistas.
ATENEA Y LAS PANATINAICAS
La representación de esta ceremonia en el friso del Partenón está realizada en bajo relieve y conservamos más del 80% del mismo. Algunos elementos destacables de friso es el bloque II en el que vemos a dos jinetes, un joven imberbe con melena y cubierto con un manto anudado al cuello y un hombre adulto con túnica corta y barba que desfilan con el cortejo.
En el bloque XL hallamos a tres muchachos que intentan controlar a un buey para proceder a su sacrifico. Se trata de una imagen que nos lleva acompañando en el arte griego desde la época de los minoicos.
Los rituales de celebración en honor a Atenea incluían la hecatombe, es decir el sacrificio de cien bueyes que eran después repartidos entre las diez tribus celebrándose un enorme banquete que servía para estrechar los lazos entre los ciudadanos.
En el bloque VI podemos ver a varios jóvenes llevando agua y el bloque VIII seis mujeres con peplos y varios hombres hablan mientras se preparan para iniciar la ceremonia.
LA ESTATUA CRISELEFANTINA DE ATENEA
Una última joya del Partenón nos queda por conocer. Así la describió Pausanias.
“Entrando en el templo que llaman Partenón, todo lo que está en el llamado frontón hace referencia al nacimiento de Atenea, mientras en la parte posterior está la disputa de Poseidón con Atenea por la tierra. La imagen de Atenea del interior está hecha de marfil y oro. En medio del casco hay una figura de la Esfinge y a uno y otro lado del yelmo hay grifos esculpidos en relieve. Estos grifos (…) lucharon por el oro con los cíclopes de más allá de los Isedones y el oro que guardan los grifos nace de la tierra.
Los cíclopes son todos hombres de un solo ojo desde
su nacimiento, y los grifos unos animales parecidos a leones
con alas y pico de águila. (…) La estatua de Atenea está de pie con manto hasta los pies y en su pecho tiene insertada la cabeza de la Medusa de marfil. Sostiene una Niké de aproximadamente cuatro codos en una mano y en la otra una lanza. Hay un escudo junto a sus pies y cerca de la lanza una serpiente; esta serpiente podría ser Erictonio.”
Todo el grandioso recinto arquitectónico del Partenón era en verdad una majestuosa hornacina hecha para guardar en su interior la estatua de Atenea. Con más de once metros de altura y un pedestal de un metro y medio, la estatua firmada por Fidias fue completamente cubierta por marfil, oro y piedras preciosas. El oro pesaba 44 talentos, el equivalente de unos 1140 kg: la Atenea Partenos suponía una parte considerable del tesoro de Atenas.
El coste total de la misma debió estar cerca de los 700 talentos, la misma cantidad que una flota de 230 trirremes.
Tras unos quinientos años de gloria, el Partenón sufrió su primer gran deterioro en el año 256 cuando se incendió. Sin embargo, fue rápidamente reparado.
El primer ataque de gravedad fue lanzado por Bizancio que saqueó la estatua del Atenea y se llevó todo el oro. Posteriormente, los cristianos consagraron el templo a la Virgen María y para eliminar las referencias paganas decapitaron la mayor parte de las estatuas. De hecho sólo se conserva la cabeza de Dionisos, el dios del vino, quien sabe por qué…
Tras la cuarta cruzada, los francos derribaron los muros del sancta-sanctorum, construyeron un ábside y tiraron abajo algunas regiones para introducir una capilla y parte del techo para introducir una gran cruz.
Con la invasión turca en 1456, la iglesia pasó a ser una mezquita, el campanario se transformó en un minarete, el ábside en mihrab y los mosaicos y pinturas que decoraban el interior fueron blanqueados. En 1687 durante el sitio llevado por la República de Venecia a Atenas los otomanos utilizaron el Partenón como almacén de pólvora que explotó cuando fue bombardeado por las tropas venecianas destruyendo gran parte del templo, el techo, las columnas y los muros lanzando pedazos a cientos de metros de distancia... Esos mismos pedazos, que forman un complicadísimo e inmenso puzle es lo que están intentando recomponer los arqueólogos que hoy en día trabajan en su reconstrucción. Es imposible ver ya el Partenón sin andamios ni grúas.
Este destrozo aumentó con el intento del general veneciano Francesco Monsori de llevarse algunas de las esculturas del frontón oeste, que acabaron cayendo y rompiéndose.
Tras varios meses en Atenas los venecianos abandonaron la ciudad que volvió a manos de los turcos. Éstos volvieron a erigir una mezquita, usando partes del templo derruido que también sirvieron para la reconstrucción de otros edificios y como recuerdo de viajeros que se llevaban pequeñas piezas de escultura e incluso metopas y trozos del friso.
El último gran desastre sufrido por el Partenón fue en 1801 cuando Lord Elgin consiguió el permiso del sultán para acceder a la acrópolis y hacerse con gran parte de la decoración que había conseguido sobrevivir: estatuas procedentes de los frontones, metopas y gran parte del friso. La mayor colección de piezas decorativas de los frontones, las metopas y los frisos del Partenón se encuentran hoy muy lejos de su emplazamiento original, en el British Museum de Londres.
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