Estudio detallado de la segunda fase de reformas de las leyes atenienses conducente a la democracia
El gran problema para la estabilidad social de Atenas seguía siendo, a mediados del siglo VI a.C. el desequilibrio económico. El poder permanecía, a pesar de los esfuerzos de Dracón, en manos de la aristocracia que gobernaba para su propio beneficio. Era necesario volver a legislar para intentar equilibrar la balanza. Así lo subraya Aristóteles:
“Así también se resolvería la dificultad (…) sobre qué materias deben ejercer la soberanía los hombres libres y la masa de los ciudadanos, es decir, todos aquellos que ni son ricos ni tienen ningún prestigio por su virtud. Su participación en las magistraturas supremas no deja de ser arriesgada, pues a causa de su injusticia e insensatez pueden cometer unas veces injusticias y otras veces errores. Pero no darles acceso ni participación en ellas es temible, pues cuando son muchos los privados de honores y pobres, forzosamente esa ciudad está llena de enemigos. Queda la salida de que participen en las funciones deliberativas y judiciales. Por eso precisamente Solón y algunos otros legisladores les encargan las elecciones de magistrados y la rendición de sus cuentas, pero no les permiten ejercer individualmente el poder. Pues todos reunidos, tienen suficiente sentido y, mezclados con los mejores, son útiles a las ciudades, de la misma manera que el alimento no puro mezclado con el puro hace el conjunto más provechoso que una pequeña cantidad de alimento puro. Pero cada uno por separado es imperfecto para juzgar.”
La tarea de introducir las nuevas reformas recayó sobre el arconte mencionado en el fragmento anterior por Aristóteles, Solón, elegido por la Asamblea en el 594 a.C.:
“(…) como la mayoría era esclava de una minoría, el pueblo se levantó en armas contra los nobles. Como la sublevación era violenta y los enfrentamientos mutuos duraban mucho tiempo, eligieron de común acuerdo a Solón como árbitro y arconte, y le encomendaron la constitución a él (…). Solón era, por nacimiento y por reputación, uno de los primeros, y por la hacienda y por sus ocupaciones, uno de los del medio, según (…) él mismo atestigua en estos versos, cuando exhorta a los ricos a no ser ambiciosos:
“-Vosotros, sosegando en el pecho vuestro firme corazón quienes llegasteis a la saciedad de muchos bienes, contened en la medida vuestra arrogancia; ni nosotros obedeceremos, ni a vosotros os saldrá́ bien todo.”
En general, (Solón) asigna siempre a los ricos la causa de la discordia; por eso dice también, al comienzo de la elegía, que teme “la avaricia y la arrogancia”, ya que a causa de ellas nació́ el odio.”
Para recuperar la estabilidad, en su reforma política, Solón dio dos importantes pasos de carácter socio-económico que marcarían el futuro de la ciudad: la condonación de las deudas de renta de todos los ciudadanos y la prohibición de que, en el futuro, éstas pudieran ser saldadas con la esclavitud del deudor.
“Cuando Solón tuvo plenos poderes en los asuntos públicos, libertó al pueblo para el presente y para el futuro al prohibir los préstamos con la fianza de la propia persona, y promulgó leyes e hizo una cancelación de las deudas, tanto privadas como públicas, cancelación que llaman descarga, porque es como si se hubieran descargado de un peso. (…) Estableció́ una constitución y promulgó otras leyes: dejaron de servirse de las disposiciones de Dracón, excepto las referentes al homicidio. Inscribieron estas leyes en tablas giratorias, las colocaron en el pórtico y juraron todos cumplirlas.”
Esta medida supuso la liberación de la esclavitud de todos los ciudadanos atenienses, hecho aclamado con entusiasmo por las clases más pobres, al mismo tiempo que repudiado por la aristocracia que sufrió un grave daño en sus arcas al haber perdido de golpe tanto el derecho de cobrar sus deudas como a un enorme número sus esclavos. La medida aumentó aún más tensión entre ambos bandos.
Al igual que lo hiciera Dracón, la constitución de Solón también vio necesaria la remodelación de la estructura de la sociedad ateniense que fue organizada atendiendo al poder económico de cada ciudadano, pero, esta vez, de forma mucho más precisa. Tomando como criterio la unidad de volumen empleada para medir los bienes de consumo -el medimno (μέδιμνος) ateniense que equivalía aproximadamente a unos 50 litros de capacidad- Solón dividió la población de Atenas en cuatro clases:
“Dio por firmes las leyes para cien años y dispuso la constitución del modo siguiente: por censo los distribuyó en cuatro clases: los pentacosiomedimnos, los caballeros, los zeugitas y los tetes. Y asignó el desempeño de las magistraturas más importantes a personas de entre los pentacosiomedimnos, los caballeros y los zeugitas, (…) asignando una magistratura a cada uno en proporción a la cuantía del censo.
A los que tributaban en el censo como tetes hizo que formaran parte solamente de la Asamblea y de los tribunales. Debía tributar como pentacosiomedimno el que sacaba de su propia tierra quinientas medidas entre productos secos y líquidos; como caballero el que sacaba trescientas medidas, o como dicen algunos, los que podían criar un caballo. (…) Pagaban tributo de zeugita los que cosechaban entre granos y líquidos doscientas medidas, los demás tributaban como tetes, sin participar de ninguna magistratura.”
La nueva organización de Solón tenía una naturaleza mucho más ambiciosa que la anterior y respondía clara y directamente a las exigencias de las clases urbanas ricas sin lazos de sangre con la nobleza. Al vincular los derechos de ciudadanía y los cargos políticos asociados a una determinación precisa de las cifras de las rentas, la constitución de Solón dejaba atrás los linajes mitológicos y la realeza de sangre hereditaria. Ahora sobre el tablero solamente contaba el dinero. Atenas se había convertido en una timocracia.
Sin embargo, esta segunda reforma también podría haber sido fácilmente controlada por los aristócratas -que podrían haber amortiguado fácilmente sus efectos controlando la elección de cargos favorables a su causa, -de no ser por una ingeniosa norma introducida por Solón. Para evitar la manipulación de la nobleza y garantizar el acceso de miembros del demos a los cargos de poder, Solón impuso la elección por sorteo de los magistrados. De este modo, ninguna otra fuerza más que el propio azar, podría condicionar qué individuos se encargarían del futuro de la ciudad durante los siguientes años.
El carácter subversivo de la reforma soloniana dio lugar a un sistema de gobierno en Atenas difícilmente comparable a ningún otro modelo político de la época y, sin embargo, a pesar de todo ello los atenienses se sintieron insatisfechos.
La nobleza profundamente ofendida por la pérdida de su poder y por el daño económico que implicaba la imposibilidad de cobrar las deudas condonadas se opuso con fiereza a si implantación. El demos, por su parte, claramente beneficiado, pasó del entusiasmo inicial a considerar insuficientes las medidas. Harto de escuchar las quejas de ambos bandos y de tener que justificar continuamente sus leyes, Solón decidió marcharse de Atenas. El artífice del mayor avance socio-político de la Antigüedad terminó por abandonar la ciudad que había luchado por mejorar.
“Dispuesta la constitución del modo que se ha dicho, como le molestaban acudiendo a él en consultas sobre las leyes, criticando unas cosas y consultándole otras, y queriendo que aquéllas no cambiasen, ni hacerse odioso si estaba presente, emprendió́ un viaje a la vez con fines comerciales y por curiosidad a Egipto, después de decir que no volvería en diez años; pues creía que no era justo que por estar presente interpretase las leyes, sino que cada uno cumpliese lo escrito. Al mismo tiempo ocurría que muchos de los nobles se le habían vuelto hostiles por la reducción de las deudas, y los dos bandos habían cambiado de opinión porque la situación era para ellos contraria a lo que esperaban. Pues el pueblo pensaba que él iba a repartir de nuevo todo, y los nobles que lo volvería a la posición anterior o que lo cambiaria poco. Solón se opuso a unos y a otros, y pudiendo, con la ayuda de cualquiera de los dos bandos, establecerse como tirano, eligió́ hacerse odioso a ambos, salvando a la patria y legislando lo que fuera mejor.”
Aunque imperfectas, por contraste con las exigencias de una democracia plena, las leyes de Solón aumentaron la justicia social y el bienestar en Atenas permitiendo algo inconcebible hasta el momento: la movilidad social. Nada podía hacer una persona por cambiar su linaje, pero el trabajo se convirtió en una vía capaz de aumentar su riqueza y, con ello, su relevancia política.
“Las democracias son más firmes y más duraderas que las oligarquías gracias a sus clases medias -pues éstas son más numerosas y participan más de los honores en las democracias que en las oligarquías-, pero cuando, en ausencia de estas clases, los pobres se extienden demasiado en número, surge el fracaso y pronto desaparecen. Debe considerarse una prueba de esto el hecho de que los mejores legisladores sean ciudadanos de la clase media. Solón pertenecía a ella (lo manifiesta su poesía), y Licurgo (pues no fue rey), y (….) en general, la mayoría de los otros.”
El descontento generalizado con la reforma de Solón llevó a Atenas a una nueva crisis que, lejos de acercarla a la democracia la sumió en una tiranía. Tras la marcha de Solón, la sociedad ateniense se escindió en dos facciones, los aristócratas partidarios de la oligarquía y la población urbana, especialmente los ricos comerciantes del puerto del Pireo, que apoyaban la continuidad y ampliación de la timocracia. Aprovechando la tensión y haciendo uso de un elaborado engaño, Pisístrato, antiguo polemarca de enorme prestigio, creó un tercer bando que reunió a los ciudadanos más pobres que aspiraban a mucho más de lo que Solón les había concedido y por medio de un golpe de Estado se hizo con el poder en Atenas.
“Pisístrato, quien, con ocasión del enfrentamiento entre los atenienses de la costa y de la llanura (…) formó, con miras a la tiranía, un tercer partido, reunió secuaces y, una vez erigido en presunto caudillo de los montañeses, puso en práctica el siguiente plan: se hirió a sí mismo y a los mulos que llevaba, y condujo el carro hasta el ágora, como si hubiera escapado a unos supuestos enemigos que hubiesen intentado darle muerte cuando se dirigía al campo, y pidió al pueblo poder disponer de una guardia personal en atención a sus anteriores méritos en la campaña (…). El pueblo ateniense, entonces, totalmente engañado, le permitió elegir, de entre el número de los ciudadanos, esos guardaespaldas que, en realidad, no fueron los lanceros de Pisístrato, sino sus maceros, pues le escoltaban provistos de mazas de madera. Estos hombres se sublevaron con Pisístrato apoderándose de la acrópolis. Desde entonces, y como es natural, Pisístrato se hizo el amo de Atenas, si bien no modificó las magistraturas existentes ni alteró las leyes; rigió́ la ciudad de acuerdo con las formas constitucionales en un gobierno muy acertado.”
La tiranía de Pisístrato tuvo diversos altibajos pero consiguió extenderse, con un significativo apoyo del pueblo, durante más de 40 años, hasta el año 527 a.C., cuando, tras su muerte fue, sucedido por sus dos hijos Hipias e Hiparco que no lograron mantener el poder moderado de su padre y terminaron finalmente expulsados de Atenas en el 510 a.C., dando lugar a un nuevo periodo democrático.
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