Estudio pormenorizado de las aportaciones a la historia de la ciencia de la civilización musulmana durante el periodo medieval
EL FLORECIMIENTO DE LA
CIENCIA ÁRABE
Mientras la Europa medieval latina se consumía culturalmente en los siglos de hierro, la civilización islámica comenzaba a protagonizar, a partir del año 800, un florecimiento científico que siglos más tarde habría de resucitar el mundo occidental.
La expansión musulmana permitió el contacto de un diverso grupo de culturas entre las cuales destacaron la persa, la bizantina y la clásica grecorromana, que conformaron el caldo de cultivo idóneo para una nueva recuperación de la filosofía. El Islam ocupó los territorios helenizados de Siria y Persia, lugares en los que se refugiaron los académicos perseguidos por Justiniano, cuyos textos fueron traducidos al siríaco por los cristianos nestorianos y monofisitas durante los siglos VI y VII. Pertenecen a este periodo, entre otras, la traducción al siríaco de Refutaciones sofísticas realizada por Teófilo y de los Tópicospor el patriarca Timoteo I.
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La recién nacida civilización sintió muy pronto la necesidad de hacerse con el conocimiento clásico, hecho que impulsó un ingente proceso de traducción entre los siglos VIII y XI. Las necesidades de gobierno del imperio, resultante de la rápida conquista árabe y la expansión del Islam, impulsaron a los califas a promover una política de formación de funcionarios competentes y eficaces que pudieran servir de apoyo al poder califal, para lo cual era necesario obtener los conocimientos antiguos, hecho que embarcó a los árabes en una tarea de traducción sostenida por los mecenas de la nobleza y la clase dirigente del Califato.
El califa Al-Mansur fue el primero en mandar traducir obras griegas de astronomía, además de solicitar al emperador de Bizancio que le enviara las obras de matemáticas y algunas obras de física. Harun al-Rashid se interesó por los textos de medicina y su sucesor Al-Ma'mun mostró un gran aprecio hacia la sabiduría griega.
A su reinado se le debe la potenciación del movimiento de búsqueda de libros para su traducción y la promoción de la Bayt al Hikma o Casa de Sabiduría de Bagdad (400.000 volúmenes), centro en el que confluían los más importantes estudiosos dedicados al servicio de la política califal y a la traducción y conservación de la sabiduría antigua. Cabe destacar además el empleo de este califa de un curioso sistema para la obtención de manuscritos que consistía en exigirlos como indemnizaciones de guerra a los enemigos derrotados.
Córdoba, Toledo y las grandes bibliotecas
Fueron estas obras de la filosofía clásica griega en sus versiones traducidas, junto a los comentarios y producciones originales de los autores árabes las que llegaron a manos de los toledanos. Pero antes de que esta ciudad alcanzara la gloria intelectual, Córdoba, bajo la dinastía omeya se convirtió en uno de los principales enclaves culturales de Europa. Desde el comienzo del emirato la labor de traducción comenzó a requerir la disposición de manuscritos diversos para garantizar la corrección y fiabilidad de la traducción. Ello impulsó el surgimiento de las primeras bibliotecas árabes en la Península, bibliotecas que almacenaban todas aquellas versiones requeridas para la traducción, y los nuevos libros que se iban traduciendo.
Bibliotecas que, como todas las de aquella época, o bien tenían una financiación privada, o bien pertenecían al emirato, situadas generalmente, y siguiendo la costumbre de los imperios y la cultura musulmanes, en las madrasasdonde se cultivaban los conocimientos tanto de la religión islámica como de las ciencias y la literatura.
La primera etapa de la Escuela, que abarca el periodo que va desde el año 1130 y se extiende hasta el 1187, se desarrolló bajo el mecenazgo del arzobispo francés Raimundo de Toledo que organizó el centro de traducciones con Domingo Gundisalvo a la cabeza. El interés por promover y patrocinar las traducciones fue el fruto de la coincidencia de varios factores decisivos ligados directamente a la particular circunstancia histórica toledana. En primer lugar destaca la existencia y arraigo en Toledo de la tradición, que venía de la época árabe, de proteger, subvencionar y patrocinar la labor intelectual en general. En segundo lugar, el propio contacto de Don Raimundo con extranjeros venidos de todas partes de la cristiandad en busca de la ciencia y los conocimientos toledanos, y finalmente la necesidad de disponer del pensamiento musulmán para comprenderlo y así poder elaborar una mejor defensa de las propias doctrinas cristianas.
Las universidades
El impulso otorgado a la cultura occidental por las escuelas catedralicias fue, sin embargo, tan sólo un antecedente discreto de lo que iban a ofrecer a la construcción del pensamiento europeo los siglos finales de la Edad Media.
Surgidas de la organización de los maestros y estudiantes en corporaciones o ligas que buscaban la independencia, las universidades medievales se transformaron en el centro neurálgico del pensamiento filosófico. El fenómeno más destacado de estas nuevas instituciones fue su lucha constante por alcanzar la libertad y la autonomía mediante numerosas huelgas y enfrentamientos. Los frutos de esta insistencia se dejaron ver en el logro de un régimen de elevada autonomía tanto respecto a la jurisdicción temporal como a la de los obispos. Bascuñán señala que fue precisamente este nivel de independencia frente al poder civil el que posibilitó que las universidades fuesen las instituciones más idóneas para el desarrollo del diálogo intelectual libre.
La aparición de las universidades permitió la fragmentación y la especialización de los estudios, proceso por el cual las ciencias comenzaron una expansión arbórea que anticipó el camino hacia el origen de la ciencia moderna. Junto a las siete artes liberales comenzaron a expandirse los estudios técnicos y especializados en derecho, medicina y ciencia de la naturaleza basados en los nuevos textos grecoárabes que llegaron desde los centros de traducción.
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