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Filosofía medieval: pelagianismo

Análisis detallado de los fundamentos de una de las corrientes de pensamiento más importantes de la Alta Edad Media: el pelagianismo


A lo largo de su obra, Agustín de Hipona se enfrentó a tres corrientes principales de pensamiento muy populares y extendidas durante la Alta Edad Media:


- y el pelagianismo



 

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El pelagianismo


El conflicto con el Pelagianismo, corriente defendida por Pelagio, tendrá consecuencias importantes en la obra de Agustín.


Respecto de la naturaleza humana, este Pelagio sostenía el creacionismo, esto es, que el alma humana es creada o infundida en el nuevo ser humano en el momento de la concepción. Agustín sostendrá frente a él el tradicianismo, que entiende que el alma humana se transmite en el mismo acto carnal, y que Dios no interviene directamente. Esto recuerda a Aristóteles y a su unión de materia y forma. Agustín quiere reflejar con esto que el alma del que va a nacer lleva ya el signo del pecado por proceder de un acto pecaminoso.


De aquí nacen las oposiciones entre entendimiento y voluntad, naturaleza y gracia, y predestinación y libre arbitrio. La primera oposición se refiere a la definición de los atributos divinos, que se relacionan con el tema de las facultades humanas o del alma. Para Agustín tienen un gran significado teológico, ya que el alma humana es imago Dei (imagen de Dios). El Cristianismo había conciliado a Dios con tres personas, luego esto estará implícito en cualquier investigación sobre el hombre. Surge así la cuestión de que en la esencia del alma percibimos una serie de facultades: memoria, entendimiento (o intelecto) y voluntad, siendo estas dos últimas las que reciben mayor importancia para la reflexión sobre Dios llevada a cabo en la Edad Media. La facultad del entendimiento sería la del conocimiento, ligado a la verdad, mientras que la voluntad está ligada a la acción, que es búsqueda del bien para alcanzarlo. Esta distinción tendrá una significación estructural metafísica, y así se hablará de filosofías intelectualistas (Platón, Kant) o filosofías voluntaristas (Nietzsche). Para Agustín no hay gran conflicto entre el intelecto y la voluntad en Dios porque la unidad divina así lo garantiza. Si el alma está en pecado, está muerta, por ausencia de Dios, que es vida, de forma que ningún conocimiento es posible al hombre en pecado. El pecado trae todos los males que transforman la naturaleza humana. Las otras dos oposiciones están vinculadas con la anterior. Qué significa el pecado es el problema que se plantea en la polémica pelagiana. Para Agustín es una transformación radical de la naturaleza humana. No es el mismo hombre el del paraíso (que estaba libre de pecado) que el que nosotros vemos, luego hay una dualidad en su naturaleza. El hombre recuperará su verdadera naturaleza en el cielo.


Para Pelagio la naturaleza humana era una sola, y solo con ella podía hacerse el bien. Según la opinión de Agustín será necesaria la gracia de Dios para hacer el bien porque el hombre por sí mismo es pecador. La permanencia de Cristo entre nosotros tras su muerte se da a través de la gracia. Pero la duplicidad agustiniana de naturalezas será conflictiva. El lema agustiniano será “gratia (non) tollit naturam” (la gracia (no) quita la naturaleza). El tercer conflicto resume los otros dos y será más influyente en la Edad Media, apareciendo en formas distintas. Será el sujeto principal de la reforma luterana. El tema de la predestinación y el libre arbitrio está vinculado con la polémica naturaleza-gracia y también es conocido como el tema de los futuros contingentes, que ya aparecía en Aristóteles, aunque con otros términos (Sobre la interpretación). El filósofo griego se plantea, frente a los megáricos, cuál es el tipo de lógica que se debe aplicar a los asuntos humanos, especialmente cuando interviene en ellos el tiempo. Esta lógica ha de ser distinta de la lógica científica. Aristóteles se plantea cómo debe ser un enunciado sobre un hecho que aún no ha sucedido. En la Edad Media se plantea en relación con el entendimiento y la voluntad de Dios, es decir, con el saber y el poder de Dios. Entonces, la cuestión será la siguiente: si Dios lo sabe todo, sabe también el futuro, pero al mismo tiempo, lo puede todo, luego, puede cambiar el futuro, en base a que sabía lo que iba a suceder. Pero si cambia lo que él sabía que iba a suceder, se equivocó en ese saber, luego había algo que no sabía, con lo que se debe concluir que no es omnisciente. Así entran en contradicción la omnisciencia y la omnipotencia divinas. Pero esto también se da en relación al hombre, que no es omnipotente ni omnisciente, y al no serlo, su futuro es para él contingente, y solo es conocido por Dios. Esto es lo que determina el problema de la predestinación, esto es, si Dios tiene ya decidido de antemano quién se va a salvar y quién no.


Esto cuestiona la libertad del hombre, dado que en ese caso, Dios ya habrá decidido su futuro. Como para Agustín la vida verdadera es la sobrenatural, este conflicto no tiene demasiada importancia, aunque quizá como teólogo se incline más por una predestinación. Tal vez como filósofo preferiría el libre arbitrio. Lutero se inclinará definitivamente por la opción de la predestinación, de forma que para él todo está determinado por Dios. Para Agustín la predestinación no es problema, porque Dios nos ha dado la gracia y solo importa la vida espiritual. La libertad solo la tenemos y la usamos para apartarnos de Dios.




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