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La filosofía de Karl Marx

Explicación detallada de los puntos fundamentales de la propuesta filosófica de Marx


La intención fundamental del pensamiento de Marx fue la de invertir, desde una posición materialista, el idealismo de su maestro Hegel. De manera que si lo propio de Hegel era comprender la realidad como Espíritu Absoluto que deviene y se realiza a través de la historia, lo propio de Marx va a ser comprender la realidad como materialidad natural e histórica integrada por los seres humanos físicos y el despliegue de su actividad orientada a la satisfacción de sus necesidades materiales y sociales.


 

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UNA NUEVA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE


 

Marx rompe con la caracterización tradicional del hombre como un ser que se diferencia del resto de seres vivos por estar dotado de razón. Asimismo, deshecha el sentido esencial de la existencia humana como la necesidad de desarrollar esa diferencia en un plano teórico capaz de hacerle conocer el mundo y buscar la verdad sobre sí mismo. Este ideal clásico, de la vida teórica y contemplativa como el estado más elevado alcanzable por el ser humano, ha provocado y alimentado, según Marx, un concepto de hombre como ser sustancialmente pasivo, ajeno a la acción y al devenir, que desprecia el cuerpo y huye del trabajo material.


Para Marx el ser humano está definido fundamentalmente por sus necesidades siempre en proceso de satisfacer, y por tanto siempre en devenir hacia una realización inacabada de sí mismo sujeto a las modificaciones surgidas de la transformación material de sus condiciones de existencia.

En este sentido, la fragilidad y precariedad corporal del ser humano le obliga a luchar por su supervivencia desarrollando actividades orientadas a trasformar las condiciones naturales a través del trabajo. En este sentido, frente al ideal clásico, el ser humano es, para nuestro autor, un ser de trabajo, de acción, de transformación y de producción.


Por esta razón es por la que la noción de trabajo, como actividad de transformación técnica permanente de las condiciones naturales de existencia en orden a satisfacer las necesidades humanas, se convierte en una idea central del pensamiento de Marx.


Pues mediante el trabajo, que es transformación del mundo y condición de posibilidad de la historia, la humanidad va poco a poco llenando las carencias de su condición inicial, es decir, desarrolla progresiva y plenamente lo que en cada momento es en sí misma de forma potencial.


El trabajo es, ciertamente, un proceso entre la naturaleza y el hombre, pero representa algo específicamente humano. Una araña puede llevar a cabo operaciones que se asemejan a las tareas de un tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Sin embargo, hay algo en lo que el peor maestro de obras aventajaría a la mejor abeja, a saber, el hecho de que, antes de ejecutar cualquier construcción, el ser humano proyecta primero la idea que quiere realizar en su mente. Es decir, el ser humano logra resultados que, antes de comenzar a ser realizados, ya existían en su mente. En este sentido, el hombre no se limita sólo cambiar la forma de la materia que le brinda la naturaleza, sino que realiza en ella sus objetivos de manera consciente.


Una segunda diferencia entre el trabajo humano y la acción productiva de los animales consiste en que éstos producen sólo lo que necesitan inmediatamente para sí o para su prole (por ejemplo cuando construyen sus nidos o sus madrigueras), es decir, producen únicamente bajo el imperativo inmediato de la necesidad física del momento, mientras que el hombre es capaz de producir libre de la necesidad física y es capaz imponer a los objetos que crea el carácter y el fin que él desea.

De ahí que pueda crear también objetos carentes de funcionalidad práctica inmediata, como es el caso de las obras de arte.

Por tanto, lo típicamente original de la perspectiva de Marx no es sólo reafirmar la materialidad corporal de un ser cuya existencia depende de su relación con su entorno, sino, sobre todo, insistir en las formas de comportamiento adaptativo y en las manifestaciones vitales de la actividad humana y del trabajo. Lo propio del materialismo de Marx radica en entender la fundamental dependencia del hombre respecto de su cuerpo y de su entorno sensible y afirmar que todos los elementos que el idealismo había desarrollado para explicar la actividad "espiritual", el conocimiento, la ciencia, el arte, etc., deben traducirse ahora a un nuevo lenguaje materialista.




 

UNA NUEVA CONCEPCIÓN

DE LA HISTORIA


 

La otra gran innovación que representa el materialismo de Marx es su nueva concepción de la historia, que no se comprende ya como la manifestación externa del devenir de ningún Espíritu absoluto hacia su total realización, sino como simple historia humana cuyo sentido es inmanente a los acontecimientos históricos mismos.


Es decir, Marx contrapone al sistema de ideas hegeliano, una determinada forma de entender la dinámica social concreta que ha recibido el nombre de materialismo histórico.


De manera expresa y directa Marx formula la tesis de que el sujeto de la historia es la sociedad en su estructura económica, en abierta oposición polémica con la doctrina de Hegel, pues él opina que tanto las relaciones jurídicas e institucionales entre los individuos dentro de la sociedad como las formas en las que se organiza el Estado no pueden ser comprendidas si sólo se tiene en cuenta esa llamada "evolución general del Espíritu humano", como hacía Hegel. Para Marx es preciso poner estas cuestiones en íntima conexión con los aspectos materiales, políticos y, sobre todo, económicos de la existencia, cuyo ámbito denomina sociedad civil.


Ante todo, y conectando con la definición que Marx proponía del ser humano, hay que tener en cuenta que la historia no es sino una prolongación del proceso natural mediante el cual ha surgido el ser humano. Es decir, de la misma manera en que los seres humanos son un producto de la naturaleza, la historia y todo cuanto tiene lugar en ella será ella también producto de los seres humanos y de su actividad material.


Únicamente los seres humanos son seres históricos. De modo que la realidad fundamental de la historia es el ser humano, si bien no se trata del ser humano aislado e individual, sino del ser humano concreto, o sea, el que vive en una determinada sociedad y se relaciona con otros seres humanos mediante el trabajo, el comercio, la política, el derecho, etc.


Si la realidad fundamental del ser humano es la de estar en relación con otros mediante el trabajo y la acción social, entonces el resto de las realidades dependerá de ella. Ahora bien, las relaciones laborales son relaciones económicas, por lo que el resto de las realidades dependerán, siempre y en último término, de las relaciones económicas. De aquí deduce Marx su principio fundamental de que la economía es el motor de la historia.



 

LOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES

DE LA FILOSOFÍA DE MARX


 

Infraestructura y superestructura


Como acabamos de ver, al vivir en sociedad, los hombres se encuentran vinculados entre sí por relaciones determinadas, muchas de las cuales se establecen más allá de la intervención de su voluntad, como es el caso de las relaciones de producción y de trabajo que corresponden al nivel de desarrollo de la sociedad concreta en la que viven. El conjunto, pues, de todas esas relaciones de producción y de trabajo es lo que constituye la infraestructura económica de la sociedad, es decir, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica (el derecho y las leyes vigentes) y una superestructura política (el Estado), a las que corresponden formas determinadas de conciencia social por parte de los individuos. De modo que Marx entiende por

supraestructura, además de las formas del derecho y del Estado, la moral, la religión y la filosofía, y sus formas de conciencia correspondientes.



 

La ideología


Que la superestructura no es sino un subproducto de la infraestructura significa, pues, que la cultura, en su conjunto, no es más que un reflejo de la actividad económica. Ahora bien, este reduccionismo tan drástico va a derivar en un cierto economicismo que entraña la afirmación, ciertamente discutible y polémica, de que las superestructuras son siempre ideológicas. O lo que es lo mismo, que las representaciones y las explicaciones que los individuos y los grupos elaboran acerca de su sociedad y de su lugar en ella son “falsas”.

Comúnmente se entiende por ideología el conjunto de ideas, más o menos coordinadas entre sí, mediante las cuales una persona, un grupo, una época o un movimiento cultural, político o religioso, interpretan la realidad. De acuerdo con esta definición, el término “ideología” posee un significado neutral, ni positivo ni negativo.


Sin embargo, Marx, entiende la ideología en sentido únicamente negativo, como una conciencia o un pensamiento deformado e incorrecto, o sea, como un sistema de ideas mediante las cuales se cree reflejar la situación social y económica de la sociedad en la que se vive, pero que, en lugar de reflejarla, lo que realmente hace es ocultarla, tergiversarla o enmascararla consciente o inconscientemente.


Es decir, los seres humanos creen que sus ideas -lo que ellos imaginan o piensan- son fruto de su propio entendimiento; creen que han sido elaboradas libremente por ellos, y que reflejan su propia manera de entender la realidad. Pero lo que dice Marx es que siempre existe un desacuerdo mayor o menor entre lo que los seres humanos creen interpretar y su interpretación, pues sus interpretaciones se configuran a partir de los condicionamientos de la realidad económica de la sociedad en la que surgen.


 

La noción de alienación


La idea de alienación aparece en los textos de Hegel y tiene en su pensamiento una importancia notable. Hegel sostiene que el sujeto, como espíritu, si quiere conocerse, hacerse más consciente y libre, tiene que salir de sí mismo, o sea, tiene que objetivarse, abrirse a lo otro, alienarse en lo otro, para volver luego sobre sí enriquecido e ilustrado después de ese viaje. Por tanto, en Hegel, la alienación es un momento de la dialéctica que conduce de la conciencia a la autoconciencia.


Marx traslada esta idea, del ámbito de la dinámica de la conciencia que tiene en Hegel, al terreno sociológico y, para ello, se fija en el uso que del concepto hegeliano de alienación había hecho ya Feuerbach. Feuerbach había definido la alienación como la proyección objetivante que el hombre hace indeliberadamente de los productos de su propia actividad y fantasía, tomándolos luego como realidades en sí y sometiéndose a ellos. Es el tipo de proyección que tiene lugar, de un modo particularmente relevante, en la religión, que es, para Feuerbach, la mayor de las alienaciones. “No es Dios el que ha creado al hombre, dice Feuerbach, sino el hombre el que ha creado a Dios”.

Marx, por su parte, distingue entre la alienación como objetivación, es decir, como proceso en el que el hombre se exterioriza y se expresa en los productos de su trabajo,y la alienación como proceso en el que el hombre se enajena y desposee de sí mismo hasta el punto de no reconocerse como hombre.

Es en este segundo sentido en el que la temática de la alienación va a merecer la máxima atención en el pensamiento crítico de Marx. El origen de esta alienación reside en la propiedad privada, que separa al trabajador del producto de su trabajo, el cual pertenece al capitalista, y genera un "fetichismo de la mercancía" que incluye en él al trabajo mismo. De este modo, el trabajo pierde su condición de actividad en virtud de la cual el hombre se realiza a sí mismo y a su mundo.


Es posible distinguir hasta tres niveles de alienación:


A) Alienación del fruto del trabajo:


El trabajador es desposeído del resultado de su trabajo. En el funcionamiento del sistema capitalista, los objetos que el obrero produce no le pertenecen a él, sino al dueño de los medios de producción. De modo que, mientras está trabajando, el trabajador deja de ser un ser humano, es decir, un ser que se propone metas o fines, para convertirse en un eslabón más del proceso productivo.


B) Alienación del acto del trabajo:


El obrero es desposeído de su actividad. Si el obrero no es el dueño del fruto de su trabajo, tampoco lo será de la actividad por la que realiza ese producto. El producto no es más que el resumen o el resultado en el que se expresa la enajenación de la actividad de producción. ¿En qué consiste esta enajenación del trabajo? En que el trabajo se convierte en algo exterior al trabajador, es decir, no pertenece a su ser. En su trabajo, el ser humano que trabaja para el capitalista ya no desarrolla una energía física y espiritual libremente, sino que trabaja de una manera forzosa, el suyo es un trabajo forzado. No es la satisfacción de una necesidad, sino el medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.


C) Alienación como deshumanización:


Al principio, cuando hablábamos del trabajo como el carácter más distintivo del ser humano frente a los animales, hablábamos del trabajo como el peculiar modo que el hombre tiene de transformar la naturaleza. Sin embargo, ¿qué sucede en el modo de trabajo capitalista? En este sistema la naturaleza se convierte en algo que pertenece a los capitalistas, no en cuanto seres humanos, sino en cuanto dueños de los medios de producción.

En esta situación, el ser humano se encuentra alienado respecto a los otros seres humanos, porque el único lazo existente entre ellos se reduce al interés. En lugar de verlos como amigos o hermanos, los ve como rivales. Cada ser humano tiende a ver en los otros, no un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer su egoísmo. Unos producen riqueza, y otros intentan apropiarse de ella.




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