Centro de Estudios Filosóficos
ALÉTHEIA
A
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La tercera parte de nuestro curso está dedicada a la insigne figura del prusiano Nicolás Copérnico.
En la primera parte de la clase analizaremos por qué fue precisamente en el campo de la astronomía donde comenzó la revolución científica. Rastrearemos el renovado interés que floreció en Europa, a partir del siglo XV, por el estudio de los cielos motivado por dos factores principales.
El primero fue la necesidad de renovar el antiguo calendario juliano - introducido por Julio César en el 46 a.C- que se había quedado absolutamente obsoleto.
Era urgente y necesaria la creación de un nuevo sistema de medición solar del tiempo.
A este propósito dedicaron su talento numerosos matemáticos y astrónomos europeos, entre los que destacó especialmente nuestro segundo padre de la ciencia, Nicolás Copérnico.
El segundo factor que motivó el interés por las posiciones de los astros y sus movimientos por el cielo no fue, sin embargo, tan científico como desearíamos.
La popularidad de la astrología y los horóscopos se disparó a comienzos del Renacimiento.
Magnates, banqueros, nobles, monarcas y papas rivalizaban por tener a su servicio a los mejores magos y adivinos.
Tras este estudio, comenzaremos a profundizar en la biografía de Copérnico que, frente la agitada y aventurera vida del resto de protagonistas de nuestro curso, podríamos decir que fue tranquila y pacífica.
A pesar de que sus teorías heliocéntricas estaban llamadas a cambiar la historia de occidente, Copérnico jamás quiso hacer públicas estas ideas ni su obra en vida, sólo en el lecho de muerte autorizó a su discípulo Rheticus la publicación del De revolutionisbus orbium coelestium.
Así, la fama de este grandísimo pensador, de este auténtico revolucionario fue póstuma pues la muerte le impidió ver cómo sus palabras llevarían al mundo a una nueva era:
la era de la ciencia.